22.11.12

 

Iba a empezar este artículo citando la Constitución española para defender el derecho de los padres a que sus hijos sean educados conforme a sus valores y creencias, pero enseguida he recordado la última sentencia de el Tribunal -es un decir- Constitucional sobre el matrimonio homosexual, en el que la mayoría de los magistrados demostró estar por la labor de interpretar la Carta Magna de forma evolutiva, de tal manera que donde dice blanco se puede leer gris si los estudios demoscópicos indican que el gris está de moda entre la mayoría de los ciudadanos.

Eso implica que en un posible conflicto sobre el derecho de los padres sobre la eduación de sus hijos, una encuesta del CIS que indique que un porcentaje mayotirario de ciudadanos esté en contra de que se respete ese derecho si los valores educativos son los cristianos, acarrearía una sentencia similiar, de forma que quedaría como constitucionalmente válido la educación de los menores en contra de los criterios de sus padres. Por tanto, ¿para qué citar la Constitución si lo que dice la misma no vale nada?

Esto viene a cuento de la polémica que los de siempre han montado a cuenta de unas frases del cardenal Rouco en el discurso de inauguración de la C Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. Tras criticar ese engendro que tenemos como legislación sobre el matrimonio, el cardenal dijo que “es tanto o más urgente que la Instrucción sobre La verdad del amor humano sea conocida por todos en nuestras parroquias, colegios y en cada lugar de la actividad apostólica de la Iglesia“.

Pues, bien, ya han salido los totalitarios laicistas, el lobby gay y sus palmeros mediáticos a poner el grito en el cielo. En una información firmada por Aurora Muñoz para Zoom.es, se recogen las opiniones de aquellos que consideramos que es de sentido común que en los colegios católicos se enseñe catolicismo y aquellos que creen que no se debe permitir tal cosa.

Por más que el TC y las leyes digan lo contrario, el matrimonio, desde el punto de vista católico, es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer abierta a la vida. Y es un deber de la Iglesia predicar esa verdad en toda partes. Por supuesto, también en sus escuelas. Y por supuesto, también en las clases de religión católica que se dan en los colegios públicos. Son los padres quienes eligen esa asignatura para sus hijos.

¿Nos van a dejar hacer tal cosa o tendremos que optar por cerrar todos los colegios católicos? Porque, desde luego, si en nuestros colegios no podemos enseñar lo que creemos, mejor los cerramos y a ver como se las apaña el Estado.

De hecho, el problema que la Iglesia tiene en España es que no está nada claro que una buena parte de los colegios que son confesionalmente católicos transmitan un catolicismo sano y ortodoxo a sus alumnos. Habría que empezar por ahí.

Luis Fernando Pérez Bustamante