22.11.12

El buey y el asno, ¿fuera del Nacimiento?

A las 7:30 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Benedicto XVI

“El Papa elimina el buey y el asno”, “El buey y el asno, en paro”, “Benedicto XVI rediseña el nacimiento”. Con estos titulares diversos medios de comunicación, en especial del área hispanoparlante, llamaron la atención de sus lectores sobre uno de los pasajes del más reciente libro de Joseph Ratzinger, “La infancia de Jesús”. Y, como era de esperarse, recibieron una veloz y flagrante condena de parte de la prensa católica, que los acusó de frívolos y superficiales. ¿Resultado? El texto del pontífice se venderá más. Seguramente.

Pero, más allá de esas paradojas propias del mercado publicitario, la polémica tiene dos aspectos que vale la pena analizar: uno eminentemente periodístico y el otro religioso. El primero tiene que ver con la necesidad de la prensa de captar el interés de la opinión pública. Leyendo el libro se puede comprobar que el mismo “no dice nada nuevo”, en realidad reafirma muchos conceptos ya expresados por el Papa en sus homilías navideñas de los últimos años.

Salvo la corrección a San Agustín (reportada en este espacio) y varias argumentadas críticas a los teólogos actuales, no existe más material novedoso. Ni siquiera cuando se refiere a la virginidad de María, un tema que fue retomado aquí por su pertinencia en un debate teológico actual y no tanto por su interés noticioso. En realidad el volumen importa en su conjunto, ofrece una visión panorámica útil y profunda sobre un personaje clave: Cristo.

En este contexto Benedicto XVI tampoco dijo nada nuevo sobre el buey y el asno, sólo se limitó a constatar lo que dicen los Evangelios sobre el particular: el niño fue acostado en un pesebre. Punto. ¿Cómo pudo entonces captar los titulares esta afirmación, que cualquier católico debería saber, al menos de tanto escuchar -año con año- las lecturas navideñas? Avanzo aquí una hipótesis que vincula los dos aspectos mencionados (el periodístico y el religioso): la ignorancia. Ignorancia de los comunicadores e ignorancia de los lectores (muchos de ellos católicos).

Si a este “cóctel” le agregamos que la afirmación (el mismo Papa la califica en su libro como una “una pequeña divagación”) parece poner en duda un lugar común, a saber la presencia de los animales en millones de pesebres del mundo, queda reafirmada la sensación de que estamos ante una peculiar noticia. Cosa totalmente falsa.

Sobre todo porque Benedicto XVI nunca pretendió ni rediseñar el nacimiento, ni eliminar nada. ¿Cómo se puede afirmar esto? Porque el mismo pontífice lo aclara, directamente, al final del mentado pasaje y el cual se puede leer en las páginas 76 y 77 del libro. Sus palabras son elocuentes: “Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”.

Antes de escribir esa frase, con la cual cerró su divagación, Ratzinger explicó el sentido teológico de las dos figuras. Porque no se trata de animales cualquiera. Representan a la humanidad, compuesta por los judíos y los gentiles. Al mundo entero, “desprovisto de entendimiento”, hincado a los pies del niño Jesús. Todo indica que el Papa no se equivocó al reportar esta interpretación ya que, también en nuestros días, la humanidad parece estar dignamente representada por estas dos bestias. Inclusive, claro está, parte de la categoría periodística a la cual pertenecemos.

Aclarado el punto y con el afán de fidelidad al pensamiento del autor, compartimos aquí los “controvertidos” párrafos de la “Infancia de Jesús” sobre el buey y el asno. Es necesario leerlos completos, para no caer presas de la confusión. Mientras tanto aquí nos exponemos, y con gusto, a las represalias de los editores.

“El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna remitiéndose a Isaías 1, 3: ‘El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende’.

“Peter Sthurlmacher hace notar que probablemente también tuvo un cierto influjo la versión griega de Habacuc 3,2: ‘En medio de dos seres vivientes… serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás’ (p. 52). Con los dos seres vivientes se da a entender claramente a los dos querubines sobre la cubierta del Arca de la Alianza que, según el Éxodo, indican y esconden a la vez la misteriosa presencia de Dios. Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para ‘el buey y el asno’, para la humanidad compuesta por judíos y gentiles.

“En la singular conexión entre Isaías, Habacuc, Éxodo y el pesebre, aparecen por tanto los dos animales como la representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”.