Reseña crítica de los trece finalistas al XXXII Premio Mundial Fernando Rielo de poesía mística


 

Bisicchia, Joe: In the Image, USA, Marlton, New Jersey, EEUU

In the Image de Joe Bisicchia es un libro en inglés donde se imprime una poesía de interrogaciones y de hondo significado religioso y existencial, abierto a la experiencia de Dios en las diversas realidades humanas: familia, sociedad, cultura, historia, cosmos. Su fuerza expresiva se manifiesta en versos tallados con golpes recios y relieves cargados de sugerencias resultado de la fe del poeta en el poder de la palabra escrita. De este modo, el autor juega con el lenguaje –sin hacer concesiones a la retórica– con el deseo de sacudir la conciencia del lector y sumergirlo en cierta atmósfera tensa y problematizada del verso. En este sentido, el poemario logra una adecuada asociación entre el dramatismo del contenido y un lenguaje que huye de convencionalismos. El sentimiento religioso es sincero, sufriente, quedando cifrado en una búsqueda a veces desesperada de Dios, con nostalgia del paraíso: “My feet stick but my eyes always lift to sky red with crimson”. En fin, nuestro poeta intenta mostrarnos la presencia divina en la creación y la necesidad de la ayuda del Skywriter ante el interior abismo: “I need Skywriter’s hand above this abyss”.

Calles Moreno, Juan María: El guardián de la tierra y del cielo, Benicassim, Castellón, España

El guardián de la tierra y del cielo de Juan María Calles Moreno es un libro que da cauce al desarraigo del poeta en medio de un paisaje que quiere ser trasunto de la vida humana: una intemperie de luz otoñal, de un mar solitario y un cielo silencioso. Todo evoca un mundo que declina, en medio del cual el poeta abre su mirada desde un profundo desasosiego, y pasa por la poesía ese entorno físico con la expectativa de encontrar claves que lo sostengan. Es un libro en el que se aprecia un buen uso del lenguaje evocando un mundo sin dioses –“los dioses han callado”- donde el hombre se constituye en un absoluto al que le duele su soledad, muerte y desamparo: “Muy pronto dormiremos bajo el suelo /…/ La moneda en la lengua nunca engaña”. Quizás abra una puerta a la esperanza: “Mañana yo seré todas las rosas que amo”. O quizás se trasluce un cierto nihilismo: “El poeta regresa a la nada del Padre”. Lo que sí es cierto es que la reflexión cultural y literaria -“He aprendido el lenguaje de los símbolos”- sobre la vida es el pretexto de Calles Moreno para crear un mundo estético -“mundo que no fue nombrado nunca”-, y en el que está presente un buen decir, a veces, de vibrante verso.

Castillo Moreno, Ana María: Claridad, Mérida, Badajoz, España

Claridad de Ana María Castillo Moreno es un libro en el que encontramos una poesía de extasiada mirada ante la vida, recreada en un marco de coordenadas muy concretas: la naturaleza, las criaturas, el tiempo…, todo ello desde un impulso de amor y sed de trascendencia, que la poetisa cifra en un Dios personal, en el que deposita su confianza esperanzada: “Buenos días, Padre. /…/, he soñado tu olor. /…/. Era yo como un niño / con temor a caminar / y tú calmabas mi angustia. / Te he sentido / tan cercano a mi vida, / tan cercano…”. La palabra del yo lírico es una invitación constante a mirar más allá, a desvelar una presencia que todo lo sostiene con providencia misteriosa: “Percibo tu presencia. / El aire huele a ti. Las horas han cubierto / mis hombros con tu voz. / acércate más. / ¡Ven! / Descúbreme tu rostro”. Los poemas son breves, casi como suspiros o pinceladas, con un lenguaje sin estridencias, suave y sugerente: “Llevo en mis manos / el rostro mudo de un hombre: / qué largo aullido en los ojos. / Duele. / Pesa. / Avanzo / con los párpados cansados, / torpemente”. Hay en el libro una visión optimista de la vida dejando atrás cierto sentimiento dolorido no exento de angustia para despejar el camino de la luz hacia lo más profundo: “Como ese susurro leve / que desprende la nieve al ser pisada, / así la luz, desde el centro de lo alto, / penetrando va mi esencia”.

Di Fidio, Pablo: La palabra nunca escrita, Lomazzo, Italia

La palabra nunca escrita de Pablo Di Fidio es un libro que comienza con un tono de denuncia de la insensibilidad del alma humana que “no quiere ver la devastación / que sus propias manos han provocado”, que se abandona en el afán de poder y se deja esclavizar de todas las cosas. Su pesimismo profético es proverbial: “Todas las ciudades son la misma ciudad asesina / que ha encerrado en una tumba de asfalto / el latido de la vida”. Pareciera haber esperanza para el ser humano porque en “el barro desnudo de su cuerpo / le ha sido dado la semilla de lo Eterno”. Sin embargo, el poeta contrapone el eco divino en toda la creación al vacío de la comunicación humana: “Todo en la Tierra / Te canta, excepto el hombre. / Porque el hombre se ha perdido / en las palabras”; por eso, “grita mientras la Tierra canta”. La “semilla de lo eterno” no impide a nuestro poeta negar la lírica al ser humano para afirmarla en el resto de la creación. Este contraste, como estrategia, debe llevarnos a apreciar que el corazón humano, “por la creadora mano esculpido / es el más sagrado de los templos, / la morada del Dios viviente”. La poesía de Di Fidio es palabra, desprovista de galas y cargada de fuerza apelativa, que recrea con pasión varios temas persistentes: la necesidad de morir para quedar transformados, el ansia de luz y de eternidad, el de comunión con la divinidad.

Estrada Montes, Inmaculada: Verso y palabra, Asturias, España

Verso y palabra de Inmaculada Estrada Montes es poesía directa, de gran carga sensorial y colorido, que recrea de forma muy personal temas bíblicos, transformados por la visión del yo lírico. La intimidad poética queda signada por el deseo de comunicar el amor: “De repente / no me atrevo a decirte / que te quiero /…/ y preguntas / y callo / abatida de amor”. Los versos son cortos, ágiles y musicales. Se transmite una espiritualidad de celebración y encuentro, muy marcada por los esquemas del Cantar de los Cantares: “Aún perdura tu hermosura en los ojos del Amado”. Se observan algunos retazos de la poesía pastoril: “Qué leve la pastora, / aquella que se esconde y que espera / al fin / el beso libre y perfumado del amante”. Hay una fluctuación en el tema del Amado, unas veces aparece Cristo, otras el Padre, con expresión de ternura y anhelo de alabanza: “Oh Padre amante, / bocado y sorbo de seda y lino”. La poesía se hace súplica “para salar la voz de los poetas, / para soñar sabor de eternidades”.

Gamba de Potgieter, Virginia: Proof, Buenos Aires, Argentina

Proof de Virginia Gamba de Potgieter es un poemario en inglés, con lenguaje elegante, fluido y musical, en el que la autora refleja el mundo interior por medio de imágenes capturadas a la naturaleza con variedad y riqueza de estilo: “Cover me with feathers and / Turn me into a bird that I may / Not plummet to the ground”. No queda ausente el tema de la purificación espiritual que sabe transmitir con paz y con esperanza; ante tanta tiniebla y tristeza, contrapone la “sonrisa divina / cubriendo la tierra”. La confianza y sencillez están presentes en su mística relación con Dios: “Father, take me by the arm / And raise my chin, for / I must not die while / Looking down!”. El escrito de Gamba de Potgieter refleja una poesía de confiada alegría y seguridad en la fe, una seguridad que no sufre de temor alguno ante la noche del alma, que sabe regocijarse en la celebración de la naturaleza, y permanece esperanzada en el encuentro definitivo con Dios. Es poesía también de certezas, que encuentra en el entorno natural un amplio repertorio de motivos para cantar a la divinidad. Se trata de una poesía religiosa, decididamente arraigada, en la que la autora se siente misionera de la bondad divina, y la transmite con voz perseverante y decidida.

Ganivet Zarcos, José: Concédeme silencio, Granada, España

Concédeme silencio de José Ganivet Zarcos es un poemario de una gran fuerza expresiva y belleza que, unida a la sencillez de las imágenes, lleva al lector a la vivencia personal del poema y de su significado, produciendo una emoción que alaga y suspende el ánimo. Sin perder su capacidad soñadora, ahonda en la presencia-ausencia de Dios a través de la miseria humana, de la soledad, de la falta de sentido de la vida, de la dignidad pisoteada, de los más débiles: “Padre nuestro, que pones tu sonrisa / en tullidos, enfermos, minusválidos; / que te haces anciano en los ancianos / de memoria olvidada en las consignas / de la vida”. El poeta, de cuño lorquiano y de variado registro (sonetos, romances, liras, silvas, coplas de pié quebrado) hace revivir el vigor de sus sentimientos con la fuerza lírica que le proporciona su excelente y equilibrada cadencia sonora: “Tu rostro es esta luz que me consume, / la Palabra que inventa mis palabras / (Tú, Padre, me enseñaste desde niño / a decirlas por dentro y a soñarlas.)”. Es un libro de gran delicadeza, en el que, sin duda, el poeta sabe tratar tanto temas tradicionalmente líricos como otros más actuales, relativos a dramas de seres humanos que se encuentran al margen de la sociedad, o viven en la sordidez de una vida sin futuro. Hay un buen trabajo estilístico y buen tono de sinceridad por parte del poeta. Alcanza en muchos momentos gran belleza en la expresión religiosa, como por ejemplo en el siguiente terceto: “Ya está tu cuerpo inmóvil, sin latido, / sobre el rudo madero; sometido / al rigor solidario de la muerte”.

García Marquina, Francisco: Si por ventura, Guadalajara, España

Si por ventura de Francisco García Marquina es un poemario en el que se elabora un particular tratado poético de Dios, donde se busca expresar la presencia de éste y sus manifestaciones, “sencillamente un Dios de andar por casa”. El poeta mismo cree que él mismo también es un dios “pero dormido, ausente o fuera de servicio”. Un cierto aliento panteísta aflora insistente en sus versos: “Puedo decir a Dios, puedo lograrle con la mano sin rumbo, / porque se halla en el todo y sus partes / y hasta en la misma punta de mis dedos”. El poeta proclama, en ocasiones, un amor hacia Dios, casi voluntarista: “Por eso le amo, le amo ciegamente / mirando a mi interior, en donde habita / como el prodigio que jamás comprendo”. García Marquina tiene asimismo momentos pintorescos, sugestivos, peculiares, esbozando un paisaje divino con aquello que él mismo echa en falta: “Concédeme Señor tener cuerpo de fiesta / sin salir de mis horas laborables”. Pero también le cuesta confesar aquello que vive: “Si tuviese valor, le imprecaría en la plaza caliente del mercado / para dar testimonio de mi fe”. De muy variadas formas quiere ir plasmando esa presencia divina: en la vida, en la naturaleza, en su propia conciencia, como una especie de apologista, pero no esconde su debilidad, sus carencias, su duda, su falta de silencio: “Perdóname que lleve veinte versos / hablando por hablar”. Quizás el silencio aterra y nos deja enigmáticos, como rezan los últimos versos del poemario: “En este gran silencio / que Dios existe, sólo Dios lo sabe”.

Guerra Tejera, Marlon F.: Ensalmos, Miami, USA (cubano)

Ensalmos de Marlon F. Guerra Tejera es un poemario religioso, de verso libre salpicado con algunos sonetos, décimas y cuartetos de predominio endecasilábico, donde el poeta profesa una fe y “amor visceral” a Dios, “misterio que se fragua al trasluz”. No está exento de un intimismo de arraigo metafísico cuando expresa que “Hay rastros que definen mi esencia de ser hijo / del Padre Seductor que abraza al mundo”; también el acto de fe es “esencia que florece como un eco a deshoras”. Guerra Tejera presenta a Dios “como árbol sempiterno de la vida” cuya semilla está en el corazón humano. Se vislumbra, a lo largo del libro, la poesía confesional del convertido: “Sólo quiero mi Dios seguir tu rumbo / y pedirte perdón mientras hay tiempo”. Ante esta fuerza de conversión, no podemos “disimular que tenemos dos manos para tocar / el alma de todos los ateos”. Desde aquí, sintoniza con la naturaleza y los acontecimientos de la vida en los cuales Dios está presente. Como en toda poesía religiosa, se hace patente la búsqueda: “Dime Señor / por qué siempre te busco en mis angustias”. Se observan logradas sinestesias: “Tu olor a sonrisas”, “viento de colores silvestres”, “polvo que florece”; y atinadas metáforas: “extiendo las manos y a veces pesco risas”, “pétalos del miedo”.

Narváez Cárdenas, Yhamile: Entre los pucheros, Quito, Ecuador

Entre los pucheros de Yhamile Narváez Cárdenas evoca el dicho de Santa Teresa en Fundaciones (5,8): “Entre pucheros anda el Señor”. El poemario es un himno de alabanza al Creador, sincero, delicado, transparente, a golpes de sencillez y de ternura: “El amor, Padre, me has dicho / es una infinidad de atenciones: / el beso de buenos días / la mesa puesta para el desayuno /…/ y un beso de prisa / que no dice adiós, sino te amo”. La poetisa posa su contemplación en gestos, palabras, actitudes, detalles cotidianos de la vida familiar, del trabajo… donde la presencia divina se sacramenta “para divinizar lo más sencillo de la vida”; en todo está esta presencia de Dios, con quien dialoga afectuosa y confiadamente haciendo de la rutina cotidiana una vida refrescante y sugestiva: “No ha crecido el día lo suficiente / y Tú ya lo tienes todo listo: / el sol que ha de calentarnos, / … / la lluvia con su danza de miles de ajorcas de cristal, /…/ la aventura de vivir en tu Presencia”. Son, pues, poemas tiernos que aciertan a elevar la actividad ordinaria a poesía, descubriéndonos detalles de místico sentir que no alcanza a ver el ojo normal. Hay enorme sencillez, tanto en la expresión como en la forma de palpar la presencia divina dando como resultado una poesía de esperanza, de luz y de esplendor, esbozando siempre aquella “sonrisa que nos da razones de seguir” y, sobre todo, “razones de amar”.

Díez Serrano, Isabel: La serpiente y la flor, El Escorial, Madrid, España

La Serpiente y la flor de Isabel Díez Serrano es un poemario de verso libre “escrito al compás del corazón” donde hallamos varios sonetos y décimas donde se observan momentos de cierto formalismo y cuño surrealista: “Lo dije en mi poema: –¡Hay que pagar!– / y no sabía aún de tu llegada, / de tu temple sereno, cicatrices, / equis sin resolver ni de ecuaciones”. Díez Serrano sobrevuela “los abismos del alma” para descifrar el “instante profético”. Se observan, no obstante, tintes de purificación: “Ay, mi pequeña flor / tan mustia en esta hora del estío”; “Es la hora / de la melancolía. De escuchar a los muertos”. La unidad poemática la da, quizás, la voz lírica, que se dirige, a veces, a una niña que “resucita los versos ardidos entre las manos”, y, en alguna ocasión, a Dios como en el siguiente terceto: “Entonces Dios, a qué viene este duro / tormento de vivir si tan lejano / te siento y paz me falta en la mañana”. El conjunto apela a un sentimiento religioso diluido en una mirada que no está exenta de desconcierto “en el dolor inquieto de la duda”. Y aunque esta voz apenas encuentra certidumbres, se manifiesta sin estridencias ni tensiones como se refleja en el verso: “Lluvia con arco iris fue siempre mi paisaje”.

Serrano Pedroche, Lucrecio: Viacrucis, Albacete, España

Viacrucis de Lucrecio Serrano Pedroche es un poemario con predominio endecasilábico, de corte narrativo, donde el poeta contempla la pasión de Cristo como espectador orante, sufriente, conmovido: “He llorado, Jesús, hasta la hartura / del ojo y de las lágrimas”; “No puedo hacer, Jesús, más que llorarte”. Despliega su intimidad espiritual o religiosa poniendo vida a los diversos personajes que protagonizan la pasión: “Cómo te envidio, Cireneo, tú / que a Dios llevas cargado en tus espaldas”. Esta línea argumental le da una forma de soporte y unidad. El poeta desgrana en sentido confesional este hecho objetivo, con lo cual da a su poesía el mérito de este valor testimonial, y llena el libro de un acento personal de gran sinceridad y sentimiento, con el cual se acierta a revivir el drama de la pasión: “Ya estoy aquí otra vez, Jesús, que en el camino / me invitas a seguirte con mi cruz, esa cruz ligera y pesarosa”. No falta en esta poesía el rasgo de humildad que debe caracterizar a quien pretende dar testimonio de su amor a Cristo; por ejemplo, la vivencia del episodio de Jesús muriendo en la cruz la hace reflejar evocando otras escenas traídas del Evangelio: “Qué sed de mí y qué poco de agua / sacarte puedo de mi pozo seco / a Ti, Jesús, que en mi brocal sentado / me pides de beber tan mansamente”.

Simón Pelegrí, Alfonso: Espejo oscuro, Madrid, España

Espejo oscuro de Alfonso Simón Pelegrí es un libro de calidad literaria en el que, además del verso libre donde abunda el alejandrino y el endecasílabo, se forjan formas poéticas como el soneto y la silva arromanzada. Los poemas, de este modo, presentan una cadencia rítmica y una rima bien trabajadas, además de una sintaxis peculiar y un rico vocabulario. La lectura produce un efecto general de equilibrio, serenidad y armonía. La fuente de inspiración es, en general, el Cantar de los Cantares, la Eucaristía y la poesía mística del Siglo de Oro. Pero el poemario no es, seguramente, místico, más bien se deja entrever una poesía religiosa de cuño personal sin llegar al intimismo de la poesía mística. En ocasiones, la poesía se hace surrealista: “La mortaja nupcial, tibia sábana al lecho / en la esperada hora que el Esposo sabría…”; en otros momentos, se hace distante, formalista: “Acto puro del Ser, nombrar era ejercicio / de examinar las letras donde su nombre habría”. A veces también percibimos un tallado fervor clásico, como en el siguiente terceto: “Pendiente de una cruz, Cristo, te veo / hostia de Jehová; propicia oveja, / apoyada tan sólo en su balido”. No falta tampoco en el poemario el momento religioso de búsqueda: “Yo dejé de pensarme contigo en estos sitios, / pero no de buscarte”.