17.12.12

Navidad sagrada o pagana

A las 1:49 AM, por Germán
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El Padre Theodor Schnitzer es el autor del libro La Santa Misa contada a los niños. Quien ha leído las 62 historias del experto liturgista, escrita para que los niños comprendan la grandeza de la Eucaristía -el misterio de los misterios-, se da cuenta inmediatamente que el autor vivía la Santa Misa plenamente en toda su vida.

Recoge el escrito –dice su autor- cuentos que contienen algo especial, como la historia de Christopher de Hans Weiser. Es una historia bonita y aunque triste muy navideña. La resumo:

A la escuela de la pequeña aldea alemana de Tiefenborn acudían niños de toda la comarca, entre ellos los mellizos Pedro y Pablo, quienes con su hermano mayor Christopher vivían durante la semana con una tía, mientras que los fines de semana y días festivos los pasaban con sus padres en su pueblo a dos horas de camino.

A media mañana del 22 de diciembre comenzaron las vacaciones por la Navidad. Todos sabemos cómo es el último día de clases: apenas les dio tiempo para expresarse las felicitaciones navideñas, y además el clima era malo: Mucho cuidado Christopher, va a nevar dijo el profesor. El muchacho de 16 años, según su padre no vacilaba en regalar a los demás hasta su último centavo.

Había caído la oscuridad, el viento calaba los huesos y la nieve comenzó a caer en ráfagas cada vez más densas. Christopher caminando con sus hermanitos sólo pensaba una cosa: Ojalá que los mellizos lleguen a casa sanos y salvos, es que la nieve los había medio congelado. Ya casi desfallecidos todo les parecía extraño. Christopher rezaba: Dios mío ayúdame para que pueda llevar a los pequeños a casa, hasta que vislumbraron unas rocas que nunca habían visto antes, las hojas secas les servirían para echarse a descansar. Christopher armó un muro con las mochilas, se quitó el abrigo de piel y cubrió a los mellizos acostándose delante de ellos para protegerlos, inmediatamente se quedaron dormidos.

Cada vez más prontamente, la madre miraba por la ventana y el padre disimulaba su nerviosismo ocupado en el establo, hasta que al paso de las horas él y un empleado subieron al trineo tirado por el caballo, cada uno con su lámpara. Buscando entre la nieve se dieron cuenta que los tres muchachos habían desviado el camino. Después de un largo rato divisaron la roca, las mochilas y la camisa de Christopher, al llamado del padre los mellizos se movieron y corrieron hacia su padre, pero Christopher no se movió, había muerto congelado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus hermanos.

San Francisco de Asís enseñó que para el cristiano había dos lugares a los que siempre tendría que volver: Belén y el Calvario. El Pobrecillo de Asís, salía a las plazas y a los caminos a hablarle a la gente del Niño Dios y lo hacía con tal vehemencia y pasión que quienes lo escuchaban quedaban profundamente conmovidos. La Navidad no era para San Francisco simplemente un mero recuerdo, sino una palpitante realidad que llenaba de gozo todo su ser, la Navidad cobraba vida en su corazón, porque para quien ha comprendido lo que significa la Navidad y ha vivido su proyección litúrgica, el misterio del nacimiento del Niño Dios deja una profunda lección.

El tiempo sagrado de la Navidad es una sucesión de gozos, de villancicos, de regreso a Belén, para que, al bajar el Cielo a la tierra, quedemos inmersos en la eternidad cuajada de felicidad, plena de sentidos y potencias.

Pero también la Navidad puede convertirse en un tiempo de artificial evasión, de escape de las realidades del diario vivir. La Navidad debe ser para todo discípulo de Cristo un paso de las tinieblas a la luz, del pecado a la gracia, del reino de Satanás al Reino de Dios.

Y aunque hemos de descender en muchos casos a la realidad durísima, a la vida cotidiana, a la tensión de cada día, a los problemas que nos agobian, a las estrecheces que nos oprimen, la Navidad nos eleva en una dignidad increíble por lo altísima. Navidad es el arranque de la vida divina en el alma. Esa vida divina se puede perder por abandono, olvido, desidia, pecado. De ahí la llamada a la continua vigilancia a fin de que no se pierda, cuanto la Navidad nos regala.

El Siervo de Dios Fulton Sheen dijo: Uno –Cristo- nació para morir. Gracias a Él, todos los demás nacemos para vivir. Navidad sagrada, o navidad pagana.