20.12.12

Profetas de calamidades

A las 3:20 AM, por Germán
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Tres fuentes actuales de profecías irrumpen con fuerza la cultura religiosa: 1) la fuente protestante; 2) la proveniente del mundo secular, y, 3) la del mundo profético católico.

Respecto del profetismo proveniente del mundo secular, hace tres años Carlos Eduardo Rodríguez Cañón, decía en una jornada de presentación de sus libros:

un abanico de futurólogos de distintas disciplinas, profesionales que estudiando las distintas culturas y hechos científicos, ecológicos y cosmológicos muestran que en muchas culturas y épocas ha habido un mundo profético que habla sobre una futura generación que ha de sufrir una serie de tribulaciones. Según ellos muchas de estas, dan épocas aproximadas de su cumplimiento y coinciden con la época actual: por ejemplo las llamadas profecías mayas; vemos este despliegue -desde hace ya varios años- en la llamada televisión cultural como History Chanel, Infinito, y NatGeo, que amalgamando un cientificismo y calidad técnico-comunicativa demuestran que se están cumpliendo todas las profecías de los mayas, de Nostradamus, etc…. ¡Hasta se atreven a poner fecha para el “fin del mundo”!: 21 de diciembre de 2012.

El fin del mundo es una trampa muy utilizada por los charlatanes del catastrofismo, para engañar a los ignorantes. Hubo varios falsos profetas que creyéndose especialmente inspirados por revelaciones particulares divinas señalaron fechas concretas en el calendario. Todos ellos fracasaron absolutamente porque llegaron dichas fechas señaladas con tanta solemnidad y Cristo no ha llegado aún en su segunda venida. Un elenco extenso de sectas fundamentalistas, anunciaron varias veces la cercanía del fin del mundo y del juicio final, pasaron las fatídicas fechas y el mundo sigue su curso, y consecuentemente, por ejemplo, los Testigos de Jehová, no se atreven ya a señalar una fecha concreta, no fueran a caer nuevamente en ridículo, si no volvieran a acertar.

Giorgio Bongiovanni, el falso estigmatizado que anuncia la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo en un platillo volador, predijo el fin del mundo para 1991, 1993 y 1996, y hasta  el afamado diseñador de modas conocido como Paco Rabanne en un repentino acceso de adivino,  anunció al mundo que la estación espacial rusa Mir iba a caer sobre París el 11 de agosto de 1999, en coincidencia con el último eclipse total de Sol del milenio, lo quesegún una peculiar lectura de las Centurias de Nostradamus— iba a suponer la aparición del Gran Rey del Terror.

Nuestro Señor Jesucristo manifestó que el fin del mundo y el juicio final eran dos enigmas, ya que Dios mismo no quiso manifestar a ninguno qué fecha sería. Ni al Papa de Roma por mucha categoría que tenga, ni al fundador de los Testigos de Jehová ni a ningún otro profeta. Lo dijo nítidamente Cristo: En cuanto se refiere a ese día y a esa hora no lo sabe nadie, ni los ángeles de Dios, ni siquiera el Hijo, sino el Padre” (Mc 13, 32).

Es cierto que Cristo ha de llegar en su segunda venida para juzgar a vivos y muertos, puesto que lo afirma Él mismo. Otra cosa y muy distinta es cuándo haya de venir. La fecha queda en el misterio, de ahí que la gran preocupación de Jesús en su predicación, es de que estemos preparados en todo momento (cf.: Lc 17, 26-28). Y ¡ay de aquél que no se haya preparado suficientemente!

Bien está que se aproveche de esta nítida verdad de la Escritura, de la venida definitiva de Jesús como Juez para excitar a las almas a la conversión. Si Jesús nos habló de esa su venida, nos habló con la intención de que en ningún momento olvidásemos que llegaría el Juez y que todos pasaríamos por ese juicio, y que podría ser hoy mismo, ya que la Biblia no se opone a esta posibilidad. Lo que quiere Jesús es que estemos atentos, vigilantes para que ese día no nos sorprenda como un ladrón (1Tes 5, 4).

Jesús recomendó vivamente que estuviéramos en estado de alerta ya que ignorábamos el día y la hora de su llegada. La actitud de los fundamentalistas tiene su explicación en la Biblia misma. Desean estar preparados a la venida del Señor, algunos abandonan sus bienes y se despojan de todo. En lo que se engañan es en señalar un día concreto para esta venida definitiva de Jesús ya que ese día lo ocultó expresamente el mismo Dios.

Así, esperar la Parusía de nuestro Señor Jesucristo, significa tomar en serio nuestra condición presente. Cada vez que se hace necesaria una decisión, el hombre compromete su destino eterno. Esto explica la afirmación que hallamos en el Evangelio de san Juan: Ahora es ya el juicio del mundo (12, 31).

El verdadero cristiano vive con esto la realidad del juicio en todos sus pasos. Su vida toda adquiere una terrible seriedad por su conexión con el destino eterno. Espera todavía el último día y exclama el Maranatha – el Señor viene-, pero sabe también que quien escucha la palabra y cree… tiene la vida eterna y no está sujeto al juicio (de condenación) sino que ha pasado de la muerte a la vida (Juan 5, 24).