24.12.12

 

La señora Rafaela se levantó una vez más a abrir la puerta. Tarde de Nochebuena y los chicos ya se sabe cómo son.

En Madrid ya no se estila, y en los pueblos incluso se va perdiendo. Ella recuerda aún cuando en sus años mozos salían chicos y chicas con guitarras y bandurrias a pedir el aguinaldo. Y cómo en cada casa si no había dinero –que era las más de las veces- al menos ofrecían un trago de vino y unos dulces.

Las cosas no son como antes. Ni los chicos cantan, ni se escucha el sonido de la guitarra. Apenas una pandereta, más que sonada, golpeada con saña. Pero es Nochebuena, y en esta noche cualquier cosa te lleva a recordar.

Desde que cayó la tarde ya han pasado por su casa cuatro o cinco cuadrillas. Tres o cuatro niños que repiten el tradicional “Felices Pascuas” y reciben como premio unas monedas y algunas peladillas. Niños del pueblo, conocidos, acompañados a veces por algún amiguito de esos de fin de semana.

Otra vez el timbre: “Felices Pascuas, el aguinaldo”. El caso es que sonaba un tanto diferente. Abre la puerta y se encuentra con dos niños marroquíes que sonríen abiertamente. Desde dentro, la voz del esposo: “¿Pero quién viene ahora?” “Los niños de la Rachida”, respondió ella. Y le dice el marido: “pues les dices de mi parte que a los moritos los da el aguinaldo Mahoma”.

Rafaela no hizo demasiado caso, aunque bien sabía que a su marido no le faltaba razón. Pero era Nochebuena, el marido de Rachida la había dejado con tres niños y andaban justos hasta para poder pagar el alquiler de la casucha que habitaban. Así que entró en casa, agarró las monedas de costumbre, las peladillas, y en una bolsa, si que se enterara su marido, aprovechó para meter unas cosas que curiosamente aparecieron por la cocina: turrón, un bote de piña, chocolate y un pollo que andaba perdido en la nevera.

Salió haciendo el signo de silencio a los niños y diciéndoles en voz muy baja: “shhhhhh… y ahora a casa y esto para vuestra madre”, para a continuación levantar la voz para que la oyera su marido diciendo: ”hale a casa, que no sé qué pintáis vosotros por la calle pidiendo el aguinaldo”.

Volvió a la salita con su marido. “Qué, ¿ya los echaste? Los habrás dado algo, que deben andar mal… “ “Alguna cosa… mira que los moritos pidiendo el aguinaldo… anda y que se lo pidan a Mahoma… “

El que no podía aguantar la risa era el niño Jesús…

FELIZ NAVIDAD