27.12.12

La causa de la vida y la familia

A las 3:12 PM, por Germán
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Herodes combate la Navidad matando inocentes, en efecto, la Sagrada Escritura nos refiere la reacción del poderoso monarca, al escuchar de parte de los Magos que habían visto la estrella en  el Oriente y les había llevado a Jerusalén para adorar al Rey de los judíos.

Turbado e impaciente, esperaba el regreso de los Magos, y ya en trance de desesperación, al no haber retornado los Reyes por el mismo camino, viendo justificados sus temores, ya sabemos lo que hizo: ordenó a su guardia personal, la guardia beduina, el infanticidio de todo niño varón de dos años para abajo de Belén y sus alrededores, para sacar de escena al Cristo.

La liturgia católica recuerda el 28 de diciembre a esos Santos Inocentes. Los honra como mártires porque fueron los primeros en conocer el martirio por la causa del Rey de reyes, perseguido por un reyezuelo, caprichoso y sanguinario.

Hoy mismo se juega la vida, no por unos cuantos facinerosos, sino teniendo como contrincantes a los poderosos más importantes e influyentes del mundo.

La licitud del aborto es, sin duda, el drama más importante de la sociedad actual, porque se pretenden acuñar como leyes, sentencias y movimientos que atentan al fundamental derecho de toda persona: su vida, admitiendo la eliminación del ser humano por motivos que, aunque literalmente parezcan apabullantes, son meras excusas ante la solidez de la defensa de toda vida.

Leyes inicuas tratan de situar en el mundo espaciosos argumentos para bendecir y verificar el aborto, asesinato vil de inocentes. No son tontos los que defienden el abominable crimen del aborto, pero sí falsos disimuladores que tratan de eliminar la población de los países pobres, insuflando la conclusión de que, a más gente en el mundo, más hambre, más pobreza, menos desarrollo. Pero, situados en la atalaya del bienestar, no pretenden confesar que, si ellos distribuyeran con justicia los bienes que botan lamentablemente, no se necesitaría de tanta planificación asesina, porque la repartición equitativa de las fortunas llegaría a enjugar las lágrimas de la pobreza y el subdesarrollo.

Nuevos Herodes son los poderosos señores de poderosos países y organizaciones internacionales conculcadores del principal derecho humano, el derecho a la vida, derecho natural, sacrificado a menudo por un sin número de causas sociales.

Hoy por hoy, la ONU proclama la libertad humana, una libertad sin fronteras, de modo que toda persona queda muy por encima de sus gravísimas obligaciones familiares, en cuanto que se confunde con la descarada búsqueda de la felicidad. La familia no puede quedar a merced de un timonel que desconoce las exigencias del sextante o de la carta náutica, para ser dirigida por los caprichos amenazadores de un timonel embriagado por el ansia del placer y nada más.

En lo que respecta al aborto, el derecho a la vida prometido a “todos” en la Declaración Universal (Artículo 3) raramente se aplica a los no natos, mientras que el derecho a la salud o a un nivel de vida adecuado (Artículo 25) se ha ampliado considerablemente para incluir el presunto derecho de la mujer a acceder a los servicios de aborto.

En vísperas de la Navidad, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, presidida por el peruano Diego García-Sayán conocido en su país como el rey del aborto, en un lamentable ejemplo de la cultura de la muerte, ha condenado al Estado de Costa Rica por haber prohibido la fecundación in vitro (FIV) hace 12 años. Este organismo, arrogándose el poder de decidir cuándo comienza la vida humana, ha perpetrado el más grave mal contra la vida del niño por nacer y la defensa de la persona humana, introduciendo una peligrosa distinción entre ser humano y persona de manera tácita, abriendo las puertas al homicidio del aborto, la manipulación de embriones, etc.

Con razón la Beata Teresa de Calcuta expresó:

El aborto mata la paz del mundo. Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte? ¿Qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento,

y con razón también el Papa ha remarcado una vez más que en la lucha por la familia está en juego el hombre mismo.