1.12.13

Biblia

Mt 24, 37-44

“37 ‘Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. 38 Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, 39 y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. 40 Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; 41 dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. 42 ‘Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. 43 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. 44 Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre’”.
 

COMENTARIO

Estamos más que avisados

Jesús vino para volver a venir.

Así es la verdad de las cosas. Jesús, por lo tanto, el Hijo de Dios, el Mesías y el Emmanuel, no fue enviado por el Creador para cumplir una misión, digamos, de una vez.

Hubo un tiempo en el que predicó el hijo del carpintero José y de María, la Virgen de Nazaret. En aquel tiempo se obtuvieron muchos frutos que han llegado hasta hoy día. Sin embargo, no todo el fruto se dio sino que ha de dar mucho más. Así se ha comprobado y así se comprobará porque la Palabra de Dios no es falsa ni falso es el mensaje del Ungido.

Cristo, que tantas veces habló a los suyos y a los que no lo eran y lo perseguían, en muchas ocasiones predicó acerca de lo que, en verdad, más interesaba a sus oyentes y que tanto venía anhelando el pueblo elegido por Dios: la vida eterna.

El interés, ¡tanto!, de aquellos que, desde que Abrahán escuchó a Dios y desde que Moisés llevó a su pueblo por el desierto ya alejados del esclavizante Egipto, no era otro que el que era: querían vivir para siempre en el Reino de Dios.

En realidad, el Reino de Dios lo trajo Jesús cuando vino al mundo, cuando se encarnó y nació pobre en un lugar para pobres y entre pobres pastores y otras gentes pobres del lugar. Lo trajo aquel Niño porque aquel Niño era Dios mismo, Perfecto hombre y, pues, Perfecto Dios; lo trajo para que gozaran de él quienes se convirtieran y creyeran en el Evangelio, Buena Noticia que escribía, sobre la tierra de Israel, que la Verdad había llegado y estaba allí, entre ellos.

Pues bien, no bastaba con decirlo alguna vez sino que Jesús repetía, siempre que podía, que no se sabía el momento en el que cada uno sería llamado ante el tribunal de Dios ni tampoco el momento en el que Él mismo volvería en su Parusía.

Sin embargo, algo sí se sabía: había que estar preparados.

Estar preparados quiere decir, exactamente, eso: estar preparados para no ser cogidos desprevenidos. Y estar desprevenidos es mantener el alma sucia por no haber confesado los muchos pecados en los que caemos todos los días. Eso es no estar preparados y es, justamente, lo que tenemos que estar.

Dice Jesús que en el momento en el que menos esperemos seremos llamados, llegarán y se nos llevarán, nos llamarán y deberemos comparecer ante Dios. Debemos, pues, velad o, lo que es lo mismo, no dormirnos en nuestra espiritualidad, no mantenerla como cuando éramos niños, mejorarla, incrementarla o, en suma, formarla. Sólo así podremos decir que estamos preparados pues habremos comprendido qué hacemos mal y qué debemos corregir. Sólo así.

Nunca podremos decir que Jesús no nos avisó muchas veces. Y, en este caso más que en ningún otro, el que avisa no es traidor sino, siempre, bueno; siempre, benéfico para nosotros y para nuestras almas.

PRECES

Por todos aquellos que no creen en la venida de nuevo del Hijo del hombre.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no quieren prepararse para ser llamados por Dios.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos en la preparación que debemos hacer para cuando seamos llamados por tu Amor y por tu Misericordia.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.


El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán