4.12.13

 

Carmen, evidentemente nombre ficticio, lleva más de un año recibiendo comida de Cáritas. Dos niños y un marido que un día se largó y hasta el momento. Se le entrega lo que buenamente se puede: pasta, arroz, legumbres, leche, galletas para sus dos niños… y poco más. El día que le toca recibir comida deja a los niños con su madre, porque aunque no se separa de ellos por nada del mundo, no quiere que la vean pedir limosna. Ya se sabe lo que son las colas de Cáritas.

Ingresa apenas unos pocos euros echando algunas horas como asistenta en una casa. No hay más. Y con esos mínimos ingresos compra lo más indispensable, que es, en definitiva, casi nada. Dos niños en el cole: libros, cuadernos, material, y aunque la ropa la consigue en un ropero de caridad no hay manera. Así que comer, lo que se dice comer, legumbres, arroz, pasta y mucho tomate frito acompañado por una lata de atún cuando se puede.

Ayer fue una de las primeras en entrar en el economato, y en esta ocasión se trajo a uno de sus niños. Es que, me dijo, no es igual venir a que te den algo, que traerlo a hacer la compra. No es lo mismo.

No sé si brillaban más los ojos de Carmen o los del crío ante el despliegue del modesto economato que Cáritas pone a su disposición. Desde lejos los iba observando. Porque además de lo de siempre, esas legumbres y el arroz de cada día, los macarrones y el tomate, en la cesta entraron unos yogures de sabores, huevos, verdura, cosas congeladas, dulces. Se lo advertí a los voluntarios: al menos en estos días permitidles pequeños excesos. Ya se lo tienen ganado.

Hablé con ella a la salida. Y me confesó algo que me estremeció: “mire, lo primero que he puesto en la cesta ha sido pescado congelado. Hacía seis meses que no lo probábamos”. Un escalofrío te recorre el cuerpo.

En un apartado aún le dije más: “Carmen, si un día no puedes dar nada me lo dices y yo lo arreglo”. Esta fue su respuesta: “no, para mí es importante aportar algo, saber que yo me lo gano. Y espero un día dejar de venir y empezar a ayudar yo”.

Solo por Carmen y sus críos ya mereció la pena abrir un economato.