IGLESIA EN EL MUNDO

El Papa Francico canoniza al jesuita Pedro Frabro


 

En la tarde de hoy, 17 de diciembre de 2013, el Papa Francisco recibió en audiencia privada al Cardenal Angelo Amato, S. D. B., prefecto de la Congregación de las causas de los santos. Durante el transcurso de la audiencia, dio la bienvenida al informe por el que se extiende a la Iglesia universal el culto litúrgico en honor del Beato Pedro Fabro, sacerdote profeso de la Compañía de Jesús, al inscribirle en el catálogo de los santos.

Pedro Fabro (Pierre Favre) fue uno de los primeros compañeros de Ignacio de Loyola y el primer sacerdote de la Compañía de Jesús. Nació en la Alta Saboya (Francia) en 1506 y murió en Roma (Italia) en 1546, cuando se dirigía a asistir al Concilio de Trento. En septiembre de 1872 fue proclamado beato por Pío IX.

Hijo de pastores de la Saboya, su gran capacidad intelectual y deseos de estudiar lo llevaron hasta París, donde entró en contacto con Francisco Javier y con Ignacio de Loyola, con los que compartió habitación. Ignacio le ayudó a superar sus dudas y a crecer espiritualmente. Ordenado sacerdote en 1534, forma parte del grupo de los seis primeros compañeros de Ignacio que, ese mismo año en Montmartre hacen votos de pobreza, castidad y de trabajar en Tierra Santa.

Fabro es considerado como un precursor del ecumenismo por el modo en cómo afrontó un tiempo en que la Iglesia sufrió grandes desafíos y disputas doctrinales. Su testimonio es el de un auténtico “contemplativo en acción”, por su incansable actividad y su gran capacidad de comunicación espiritual con las personas. Todo ello se refleja en su Memorial o Diario Espiritual, escrito principalmente entre 1541 y 1545, y en el que recoge sus experiencias.

El Papa Francisco, en la entrevista a diversas publicaciones de la Compañía de Jesús, se refirió a Pedro Fabro como uno de los jesuitas que más le han impresionado y que constituyen para él un verdadero modelo de vida. El Papa ha destacado de Fabro “el diálogo con todos, aun con los más lejanos y con los adversarios; su piedad sencilla, cierta probable ingenuidad, su disponibilidad inmediata, su atento discernimiento interior, el ser un hombre de grandes y fuertes decisiones que hacía compatible con el ser dulce”.

Su testimonio es ejemplo de sacerdocio para hoy, el del sacerdote que no es funcionario si no pastor, como ha pedido recientemente el Papa Francisco: pastor al servicio de las personas; capaz de hallar a Dios en todas las cosas; y con capacidad de cercanía y de compresión hacia todas las personas, especialmente aquellas que sufren.

 

(Prensa Jesuitas)