18.12.13

Daniel Angelo "Chino" Roque, primer filipino que viajará al espacio. Llevará un rosario.

Daniel Angelo ‘Chino’ Roque, 22 años, licenciado en psicología, será el primer filipino que viaje al espacio. Sobrevivió al duro proceso de selección eliminatoria, que han calificado al «estilo de Juegos del Hambre» por un juzgado presidido por la segunda persona que pisó la luna, Buzz Aldrin.

Fue entrevistado por el medio filipino InterAksyon. Típica pregunta: «¿Qué te vas a llevar al espacio?». Atípica respuesta «la bandera filipina y un rosario»

¿Y esto es noticia? Pues desgraciadamente, sí. Según el criterio de que «perro muerde a hombre no es noticia, pero hombre muerde a perro, sí», es un notición. Al menos en muchos ambientes europeos o europeizados, palabro que va adquiriendo poco a poco desagradables connotaciones negativas.

Esa naturalidad en la respuesta, esa falta de «respetos humanos» a la hora de manifestar su fe, me resulta edificante. Inevitablemente recordé a otra filipina sin pelos en la lengua: Megan Young, la Miss Mundo antimundo,

El contraste con mi tierra es enorme. No creo que siempre y sólo sea falta de fe, pero algo de eso hay. Se puede comprobar fácilmente incluso en ambientes católicos.

Una anécdota personal, pero que podemos compartir. «Comida de Navidad». Asistí invitado a una de ellas –en este caso no era de ninguno de mis ‘trabajos’, para que nadie ponga nombres–. Conocía a todos, no exagero si digo que el 90% son lo que se llaman ‘católicos practicantes’. Sugerí que dado el motivo de la comida, qué mejor manera de empezar que bendecir la mesa…, silencio violento. Podéis imaginar la situación y el desenlace.

A veces resulta cansino tanto católico quejica: anti-Halloween, anti-PapaNoel, que consumismo en Navidad, que cómo está el mundo, que cómo se descristianiza la sociedad, que…, y cuando tienen la oportunidad de compartir con alegría su fe, con naturalidad, en sociedad, les da vergüenza.

¿Quieres que las fiestas de Navidad sean verdaderamente cristianas? En tus manos y en las mías está. Os lo aseguro, no basta con quejarse «de lo feo que es el alumbrado», que también.