24.12.13

 

No es posible recoger en el blog toda la riqueza musical que la  liturgia de la Iglesia tiene dispuesta para cada momento. Lo mismo ocurre con la solemnidad que celebramos mañana. Así que me limito hoy tratar un poco sobre el maravilloso canto de entrada o introito de la llamada Misa del día de Navidad.

Al igual que en otras grandes solemnidades, la liturgia de la Navidad incluye varias misas, cada una con sus lecturas, oraciones y cantos propios. De modo que tenemos la Misa vespertina de la vigilia (el 24 de diciembre por la tarde); la Misa de medianoche (“del gallo”), sobre la cual escribí el año pasado por estas fechas; la Misa de la aurora (al amanecer) y la Misa del día.

Fuera de aquellos lugares donde se celebra la liturgia en toda su profundidad y amplitud (actualmente sólo en algunos monasterios, que yo sepa), las misas que se celebran suelen ser sobre todo la de medianoche y la del día. En algunos lugares se ha cedido a la comodidad celebrando o llamando “misa del gallo” a la misa que se celebra el 24 de diciembre por la tarde, es decir, la hora que en realidad corresponde a la misa vespertina de la vigilia.

Tampoco la tradición de la cena familiar de Nochebuena parece aconsejar, al menos en todos los lugares, la celebración de la misa de la aurora en el amanecer del 25 de diciembre. De modo que el segundo gran eje de la solemnidad es la Misa del día, esto es, la del 25 de diciembre ya avanzada la mañana.

En esta Misa del día es donde resuena desde hace siglos una de las más bellas y conocidas melodías litúrgicas del rito romano: el introito Puer natus est que proclama el pasaje de Isaías 9, 6 seguido del salmo 97. Este es el texto original latino  con la traducción que aparece en la edición española del Misal Romano: 

Puer natus est nobis, Un niño nos ha nacido,
et fílius datus est nobis: un hijo se nos ha dado;
cuius impérium super húmerum eius: lleva a hombros el principado,
et vocábitur nomen eius, y es su nombre:
magni consílii Angelus. mensajero del designio divino.
   
Cantáte Dómino cánticum novum: Cantad al Señor un cántico nuevo,
quia mirabília fecit. porque ha hecho maravillas.

En internet se pueden encontrar numerosas versiones de este bellísimo canto. Yo me he inclinado por ésta que pondré a continuación. Aunque ni la toma de sonido ni la imagen sean perfectas, la prefiero por su autenticidad: porque no procede ni de un concierto ni de un estudio de grabación, sino que comunica el contexto real, coherente, vivo y verdadero donde el canto gregoriano tiene sentido: en la liturgia de la Iglesia.

Yo realmente no sé en si en algunos lugares a la gente le apetece o le gusta más empezar la solemne misa de Navidad con algún villancico popular que traiga a colación una vez más los zurrones, el pandero, el requesón y los pastorcillos. Pero sí estoy seguro de que necesita que la Palabra, constituida como espada de doble filo y transmitida, en el caso que nos ocupa, por boca del Profeta, no sea amputada de la Liturgia,  fuente y cumbre de la vida de la Iglesia (Sacrosanctum Concilium, 10).

Aquí está:

Al final del artículo incluyo otro vídeo donde el gran organista y compositor Olivier Messiaen aparece improvisando un preludio y comentario musical sobre el mismo introito Puer natus est nobis.

Olivier Messiaen (1908-1992) es seguramente la figura más destacada de la primavera litúrgico-musical –esta sí, primavera- que se dio en Francia durante la primera mitad del siglo XX como resultado entre otras cosas del enérgico magisterio de San Pío X en materia de música sacra.

La música litúrgica había llegado a un grado muy alto de mundanización durante el siglo XIX, y la voluntad decidida de este pontífice por devolverle su carácter sagrado no sólo no dificultó ni empobreció el arte musical, sino que por el contrario le dio un impulso formidable y contribuyó poderosamente a establecer el canto litúrgico de la Iglesia como centro de atención de grandes compositores como Debussy, Duruflé o el citado Messiaen, entre otros muchos.

Se demostró así que el progreso de la verdadera música sacra no nace de copiar servilmente las modas estilísticas dominantes en la música profana de cada momento histórico. A pesar de la devastación musical que supuso en casi todas partes la sectaria aplicación de la Sacrosanctum Concilium, aún a día de hoy pueden escucharse en las grandes iglesias de París impresionantes preludios o comentarios del órgano sobre el canto litúrgico, similares al que presenta Messiaen en este vídeo.

Ciertamente, el lenguaje musical de Messiaen puede resultar un tanto extraño para los oídos no acostumbrados a la escucha de la música “clásica” o “culta” de las última décadas. Que nadie se haga un problema de ello: gustar del particular sistema compositivo de este gran compositor católico no es necesario para la salvación. Si acaso, dénse la oportunidad de abrir confiadamente su sensibilidad a esta música magistral, guiados por la meditación del pasaje evangélico que el propio Messiaen cita antes de empezar a comentarlo musicalmente: la aparición de los ejércitos celestiales que cantan “Gloria a Dios en el cielo” ante la mirada atónita de los pastores que pasaban la noche en el campo.

Así, la meditación musical de Messiaen no se concentra tanto en la ternura del pesebre como en el poder y esplendor del anuncio que llega desde el cielo sobre el cumplimiento de la profecía que se enuncia en el introito Puer natus.

En este sentido Olivier Messiaen, verdadero teólogo católico de la música, no hace sino seguir el mismo espíritu de la liturgia que reserva la intimidad y la ternura para  la Misa de media noche (melodía sobria y contenida para el diálogo intratrinitario del salmo 2, en el introito “Dominus dixit ad me": “Tu eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy”), y en cambio rebosa de luz y alegría en la expansiva melodía con que se proclama en la mañana de Navidad el cumplimento de la profecía de Isaías en el Puer natus (“un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado…”).

Un último detalle para los más observadores. Fijémonos en que la melodía gregoriana comenzaba con un gozoso intervalo, que en música se llama de quinta ascendente. La quinta es una de las llamadas consonancias perfectas y privilegiadas en el sistema pitagórico de afinación musical que se usaba cuando nació el canto gregoriano. Además, para nuestros oídos modernos este intervalo de quinta es también el típico de las trompetas triunfales en las películas de romanos, etc.

Pues bien, observen que al comienzo de su improvisación Messiaen cita este intervalo pero al revés. Es decir: no subiendo hacia arriba, como ocurre en el introito, sino bajando: con la nota más aguda en primer lugar y la nota más grave después. Se ve en el primer momento en que la cámara enfoca al teclado de los pies. Esto muy posiblemente tiene la función de representar el descenso de Dios a la tierra, de la Palabra omnipotente que se lanzó desde el cielo, desde el trono real (cf. Sabiduría 18, 14-15). El recurso musical de meditar el Adviento y la Navidad con melodías descendentes es clásico y muy usado por compositores como J.S. Bach y por el mismo Messiaen, por ejemplo en su magistral serie de meditaciones para órgano titulada La Nativité du Seigneur.

Observemos también que Messaien, siempre que cita la melodía del Puer natus (es decir, la proclamación de la profecía cumplida de Isaías) en el teclado de pedales, esto es, en las notas más graves del órgano, lo hace en valores lentos, mientras que cuando aparece teclado manual es siempre con llamativa rapidez, mucho más ágil incluso de como suele cantarse la melodía gregoriana. No tiene nada de aventurado encontrar aquí una nueva ilustración teológico-espiritual de Messiaen: las notas agudas, tocadas en los teclados manuales, representan mediante melodías y acordes rápidos la luz, la agilidad, el poder y el brillo de los coros celestiales que comparecen ante los pastores en medio de la noche. Por su parte, el género humano, desde la pesadez de su condición terrenal y caída, sumida en la oscuridad nocturna, apenas acierta a balbucear desde lo mas profundo de la escala musical las palabras del profeta: un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Tenemos así al canto Puer natus entonado desde lo hondo, lo grave, mientras es iluminado por los destellos de notas agudas que llegan desde lo alto, desde las notas superiores de la escala, como recordando lo que dice el salmista:

La fidelidad brota de la tierra,

Y la justicia mira desde el cielo.

(Salmo 84, 12)

No en vano, se ha cumplido lo anunciado por la antífona de comunión del primer domingo de Adviento:

El Señor nos dará la lluvia,

Y nuestra tierra dará su fruto.

(Salmo 84, 13)

¿Conocen algún villancico o canto religioso de cualquiera de los cancioneros para uso litúrgico que se han elaborado en cualquier país del mundo en las últimas décadas -no digamos ya los desdichados embutidos de textos litúrgicos o pseudolitúrgicos en los odres viejos de la música comercial-, que transmita a los fieles el sentido y la vivencia de la Navidad de un modo tan verdadero y profundo como estas melodías gregorianas y su florecimiento en buena música según el impulso del magisterio eclesiástico?

Pues bien, no sin grave daño se está hurtando a los fieles católicos este tesoro que les pertenece por derecho propio, y no sin grave culpa allí donde otra cosa sería posible.

Feliz Navidad.