28.12.13

 

No dejo de ver en estos días gestos especiales hacia los más desfavorecidos. Que si un restaurante invita a comer a no sé cuántos pobres un menú que no baja de los ochenta euros. La asociación X organiza una gran cena para cientos de menesterosos. El cardenal de J. sirve las mesas en un comedor social. Los amigos de Y reparten por la calle regalos y bocadillos. La parroquia de Z saca a los reyes magos a la calle para que dejen regalos a los sin techo. Los jóvenes de San Serenín acuden a cantar villancicos a los viejecitos de la residencia.

Me gustaría que alguien, este año, nos contara qué es lo que tienen previsto el restaurante A, la asociación X, el cardenal J., los amigos de Y, la parroquia de Z y los jóvenes de San Serenín a partir del siete de enero. Pura curiosidad. Porque si a partir de esa fecha no hay nada de nada, lo que parece caridad, y más vale esto que nada, se convierte en una solemne tomadura de pelo. ¿Les ha gustado a ustedes el menú de ochenta euros? Pues nada, ya pueden volverse a la calle a comer latas hasta el año que viene. Los ancianos quizá no vuelvan a ver a los jóvenes hasta otro diciembre, y los sin techo, agradecidos por la colonia y la bufanda, seguirán durmiendo donde siempre. Qué bonito ser solidario en Navidad. Al cardenal J. no le pido que vaya cada noche a repartir cenas en un comedor de Cáritas, pero al menos que haga que Cáritas en su diócesis sea de verdad algo serio.

La caridad vista así, como algo de un momento porque es navidad, más que ayuda eficaz a los pobres puede convertirse en una forma de tranquilizar conciencias en medio de unos días de consumismo, desenfreno y viva la vida. Qué bien que podemos compensar con una cena, un ir al asilo, cantar y colaborar en una operación kilo.

Navidad tendría que ser el momento no tanto de los gestos esporádicos, como de hacerse una reflexión seria sobre la realidad de la pobreza y plantearnos, desde la necesidad de vivir de forma más austera y solidaria, hasta proyectos realmente solidarios y que ofrezcan una continuidad que sirva de algo. Por ejemplo, que el restaurante A colabore de forma sistemática con un comedor social, que la asociación X abra un comedor para todos los días del año, el cardenal J. se ocupe de que Cáritas en su diócesis trabaje con generosidad y eficacia, con medios suficientes, los amigos de Y mantengan un proyecto con los sin techo, como los jóvenes de San José de Barcelona, por ejemplo, la parroquia de Z se esfuerce por servir a los pobres cada día con una buena atención en Cáritas y los jóvenes de San Serenín se comprometan como voluntarios en el asilo. Eso sí que es Navidad.

Lo otro, qué quieren que les diga. Que a un servidor le deja un cierto regusto amargo. Que me suena, más que a servicio a los pobres, a autoservicio complaciente. Que me parece que más que conseguir una ayuda eficaz, podemos estar persiguiendo eso tan bonito del “qué bien me siento”. Y eso es sobre todo muy triste.

Pues nada, a ver si el siete de enero seguimos al lado de los pobres. Será la mejor noticia.