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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de diciembre de 2013

La frase del día

La santa Familia es ciertamente singular e irrepetible, pero al mismo tiempo es “modelo de vida” para toda familia, porque Jesús, verdadero hombre, quiso nacer en una familia humana, y haciendo así la bendijo y consagró.  (Benedicto XVI, 26 de diciembre de 2012)

 


El papa Francisco

Las palabras del papa Francisco en el ángelus de la Sagrada Familia
Texto completo. Ante una plaza repleta recuerda a las familias que hay que 'saber pedir permiso, dar gracias y pedir perdón'

La oración del papa a la Santa Familia de Nazaret
El santo padre en el ángelus: Nunca más en las familias haya violencia, obstinación y división; y quien fue herido o escandalizado sea pronto consolado y curado

Mirada al mundo

España: Card. Rouco invita a anunciar la alegrí­a del Evangelio de la Familia
El papa saluda a los fieles que han conectado con Roma en la fiesta de la Sagrada Familia

Espiritualidad

Santo Tomás Becket
«Defensor del clero frente a las ingerencias del poder civil encarnado por el monarca inglés Enrique II, del que fue su canciller y amigo, este arzobispo fue decapitado en el interior de la catedral donde se hallaba orando»


El papa Francisco


Las palabras del papa Francisco en el ángelus de la Sagrada Familia
Texto completo. Ante una plaza repleta recuerda a las familias que hay que 'saber pedir permiso, dar gracias y pedir perdón'

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En este primer domingo después del día de Navidad, solemnidad de la Sagrada Familia, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro.

Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el pontífice argentino les dijo:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este primer domingo después de Navidad, la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. De hecho, cada pesebre nos muestra a Jesús junto a la Virgen y San José en la gruta de Belén. Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre como nosotros.

El Evangelio de hoy nos presenta a la Santa Familia en la vía dolorosa del exilio, buscando refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la incertidumbre, la incomodidad (cf. Mt 2,13-15.19-23).

Por desgracia, en nuestros días, millones de familias pueden identificarse con esta triste realidad. Casi todos los días la televisión y los periódicos dan noticias de los refugiados que huyen del hambre, la guerra y otros graves peligros en busca de seguridad y una vida digna para ellos y sus familias. En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, los refugiados y los inmigrantes no siempre encuentran una acogida verdadera, el respeto, el aprecio de los valores que llevan. Sus expectativas legítimas chocan con situaciones complejas y problemas que parecen insuperables a veces. Por lo tanto, mientras fijamos la mirada sobre la Santa Familia de Nazaret, cuando se ve obligada a convertirse en prófuga, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo. Pero también pensemos en los "exiliados", yo los llamaría "exiliados escondidos", aquellos “exiliados” que puedan existir dentro de las propias familias: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como un estorbo. Muchas veces pienso que un signo para saber cómo van las cosas en una familia es ver cómo son tratados los niños y los ancianos.

Jesús ha querido pertenecer a una familia que ha experimentado este tipo de dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto a causa de las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre se encuentra en peligro, donde el hombre sufre, donde se escapa, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero también está donde el hombre sueña, espera regresar a su patria en libertad, proyecta y elige a favor de la vida y la dignidad de sí mismo y de sus familiares. Hoy nuestra mirada sobre la Santa Familia se deja atraer también por la simplicidad de la vida que esta lleva en Nazaret. Es un ejemplo que hace tanto bien a nuestras familias, ayudándoles a convertirse cada vez más en comunidades de amor y de reconciliación, en las que se experimenta la ternura, la ayuda mutua, el perdón mutuo.

Recordemos las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Cuando en una familia no se es entrometido, cuando en una familia no se es entrometido y se pide permiso, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir gracias, gracias, y cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!

Recordemos estas tres palabras. Pero podemos repetirlas todos juntos. Permiso, gracias, perdón. Todos: Permiso, gracias, perdón.

Pero también quisiera animar a las familias a tomar conciencia de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. El anuncio del Evangelio, de hecho, pasa sobre todo a través de las familias, para luego llegar a los diferentes ámbitos de la vida diaria.

Invoquemos con fervor a María Santísima, la Madre de Jesús y Madre nuestra, y a San José, su esposo. Pidámosles que iluminen, conforten y guíen a todas las familias del mundo, para que pueda cumplir con dignidad y serenidad la misión que Dios les ha confiado .

Al término de estas palabras, el santo padre rezó la oración del ángelus. Y al concluir la plegaria prosiguió:

Queridos hermanos y hermanas,

en el próximo Sínodo de los Obispos se abordará el tema de la familia, y la fase de preparación ya ha iniciado desde hace tiempo. Por eso hoy, fiesta de la Santa Familia, deseo confiar a Jesús, María y José este trabajo sinodal, rezando por las familias de todo el mundo. Os invito a uniros espiritualmente a mí en la oración que ahora recito:

Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.

Amén

Después de rezar esta oración inédita, escrita de su puño y letra, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el pontífice:

Dirijo un saludo especial a los fieles que están conectados con nosotros desde Nazaret, Basílica de la Anunciación, donde ha ido el secretario general del Sínodo de los Obispos; desde Barcelona, Basílica de ​​la Sagrada Familia Basílica, donde ha ido el presidente del Consejo Pontificio para la Familia; Loreto, Basílica Santuario de la Santa Casa. Y lo extiendo a los reunidos en diversas partes del mundo para otras celebraciones en las que los principales protagonistas son las familias , como la de Madrid.

Por último, saludo con afecto a todos los peregrinos aquí presentes, ¡especialmente a las familias! Sé que hay de la comunidad de rumanos en Roma. Saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, venidos de varios países, y al resto de los jóvenes, incluidos los grupos de la diócesis de Milán, Como, Lodi, Padua, Vicenza y Concordia-Pordenone. Saludo a los chicos de Curno y Calcinate con sus catequistas, los fieles de Salcedo, Carzago Riviera, San Giovanni in Persiceto y Modica.

Y concluyó, como de costumbre:

Os deseo a todos una hermosa fiesta de la Sagrada Familia, un buen domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!

(RED/IV)

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La oración del papa a la Santa Familia de Nazaret
El santo padre en el ángelus: Nunca más en las familias haya violencia, obstinación y división; y quien fue herido o escandalizado sea pronto consolado y curado

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - Este domingo, durante el ángelus, el papa Francisco ha rezado una oración inédita, escrita de su puño y letra, y destinada a pedir por la familia y sus desafíos, un tema que será tratado en profundidad durante el Sínodo de los Obispos que tendrá lugar en octubre del año próximo.

A continuación el texto íntegro de la plegaria.

ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA

Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.

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Mirada al mundo


España: Card. Rouco invita a anunciar la alegrí­a del Evangelio de la Familia
El papa saluda a los fieles que han conectado con Roma en la fiesta de la Sagrada Familia

Por Redacción

MADRID, 29 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En la Plaza de Colón, y ante miles de familias llegadas de Madrid, de toda España y de distintas partes de Europa para celebrar la festividad litúrgica de la Sagrada Familia, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, ha presidido esta mañana una solemne celebración de la Eucaristía. La Santa Misa ha sido concelebrada por numerosos obispos españoles y europeos.

Un día frío aunque soleado no ha impedido que varios miles de personas se congreguen en la plaza madrileña en el acto central de la Fiesta de la Familia, convocada este año bajo el lema "La familia, un lugar privilegiado". La gran celebración ha comenzado a las 10.30 horas, con la intervención de Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, que ha anunciado el Kerigma.

Pero antes del comienzo de la Eucaristía, la organización ha conectado en directo con Roma para atender a través de las pantallas gigantes al papa Francisco. El pontífice se ha dirigido especialmente a los creyentes congregados en distintas partes del mundo, con una mención especial a Madrid.

"Dirijo un saludo especial a los fieles que se han conectado con nosotros desde Nazaret, en la Basílica de la Anunciación, adonde ha viajado el secretario general del Sínodo de Obispos; desde Barcelona, en la Basílica de la Sagrada Familia, adonde ha ido el presidente del Consejo Pontificio para la Familia", ha dicho el santo padre.

También "desde Loreto, en la Basílica Santuario de la Santa Casa. Y lo extiendo a los congregados en varias partes del mundo con ocasión de otras celebraciones que tienen a las familias como protagonistas, como la de Madrid", ha añadido.

Por su parte, el cardenal Rouco ha señalado en su homilía que “hoy, Fiesta de la Sagrada Familia, es día para anunciar de nuevo al mundo el Evangelio de la alegría: ¡la alegría del Evangelio de la Familia! La alegría del amor que ha madurado en la fidelidad del esposo a la esposa y de la esposa al esposo veinticinco, cincuenta y más años. La alegría del primer amor que surge en los corazones jóvenes como una primera llama que se enciende interiormente a través de la mirada y del conocimiento mutuo, que traen su causa de un amor más grande de Alguien que trasciende al novio y a la novia: ¡como una vocación que viene de Dios! La alegría del amor matrimonial entre el esposo y la esposa llega a su máxima expresión cuando fructifica en el esplendor de los hijos, si ninguna causa inculpable lo imposibilita”. “¡Hoy es el día para proclamar y testimoniar con gozo la alegría de la Familia como lugar privilegiado para el anuncio del Evangelio a todas las naciones!”.

El purpurado ha recordado que “el Papa Francisco nos ha invitado a emprender la nueva etapa evangelizadora de la Iglesia marcándola con el sello de la alegría que brota de las entrañas mismas del Evangelio”. Y ha aclarado que “a ese Evangelio de la alegría, que es Jesucristo, pertenece como nota esencial la Buena Noticia de la Familia: ¡de la familia cristiana!”.

A las familias reunidas en la Plaza de Colón, “fieles, valientes e incansables”, el arzobispo de Madrid les ha dicho que “habéis venido unidas. Unidas en el interior de vosotras mismas por los lazos de un amor que es respeto, aprecio, cariño, entrega, donación mutua que no pide ni exige precio alguno, salvo el del amor. Unidas entre vosotras en la Comunión de la Iglesia, para atestiguar públicamente ante el mundo y ante los hombres de nuestro tiempo que la familia, vivida a la luz de una fe amiga de la razón, en la esperanza y en el amor de Jesucristo es la fuente de la primera y fundamental alegría: la alegría de la vida nueva que nace natural y sobrenaturalmente; la alegría capaz de sobreponerse a cualquier clase de sacrificios, convirtiéndolos en oblación de amor; la alegría duradera, perdurable, segura y fiable porque se funda en la mutua donación entre el marido y la mujer, entre los padres y los hijos, entre los abuelos y nietos; en último término, porque se fundamenta y enraíza en la gracia de Dios”.

“Es la familia - ha proseguido - donde se inician y se dan los primeros y decisivos pasos del itinerario de ese amor humano fiel y fecundo sin el cual el nacimiento y el crecimiento de la sociedad y de toda la humanidad en justicia, solidaridad y en paz se hace inviable y sin el cual la misma Iglesia no logrará edificarse y consolidarse, día a día, como la comunidad de fe en Jesucristo Redentor del hombre, fundada y sostenida por Él”. Por eso, “dar testimonio del Evangelio de la alegría con obras y palabras en nuestro tiempo es tarea y urgencia primordial de la familia cristiana. Sin su testimonio, sobre todo en esta hora crucial de la humanidad, la evangelización del mundo empalidecería y languidecería hasta su desaparición efectiva”.

Y es que “no hay otro lugar de la experiencia y de la existencia humana donde se puede encontrar quien pueda consolar, aliviar, ayudar eficazmente y alentar animosamente a los enfermos crónicos, a los terminales, a los que han perdido el puesto de trabajo, a los desocupados sin expectativas de empleo en tiempo previsible, a los jóvenes que han embarrancado sus vidas en el alcohol, en la droga, en el sexo salvaje… que no sea en el ambiente cercano, acogedor, tierno y comprensivo de la familia. Naturalmente, de la familia en la que la fidelidad mutua, vivida y mantenida con la fuerza del amor cristiano ofrece brazos abiertos, casa y hogar". "En esta dura y persistente crisis, por la que atraviesan todos los países europeos, la familia cristianamente constituida está demostrando, una vez más, en una dificilísima coyuntura histórica, su insuperable e insustituible valor para la solidaridad y la paz social”, ha subrayado el cardenal Rouco.

Asimismo, el purpurado ha alertado de que no sólo hay “circunstancias de extraordinarias contrariedades económicas, sociales y culturales con las que han de enfrentarse, sino con algo mucho más complicado y costoso humana y espiritualmente: un clima de opinión pública y de medio-ambiente ciudadano en el que prima una concepción de la vida personal caracterizada por ‘la transitoriedad’, como gusta expresarse el Papa Francisco. Ni siquiera el don de la vida se entiende como definitivo e inviolable y, por lo tanto, tampoco, el don del amor”.

Hoy, “en la agobiante atmósfera intelectual y ‘mediática’”, tan “contaminada por una visión radicalmente secularizada del mundo y del hombre”, es más que nunca necesaria “la luz y la fuerza de la fe para comprender totalmente, aceptar cordialmente y vivir gozosamente el valor natural de la familia constituida sobre el matrimonio indisoluble”.

“No se ha hecho imposible el modelo de la familia cristiana. Esa luz y esa fuerza de la gracia de una madura fe cristiana la hace invencible y capaz de sobreponerse y superar cualquier desafío del Maligno y cualquier debilidad nacida del pecado. Esta fe viva está al alcance de la familia cristiana cuando en la escucha de la Palabra de Dios, en la oración compartida y en la acción de gracias eucarística se abre a la gracia de la presencia y del ejemplo de la Sagrada Familia de Nazareth”.

Por eso, el arzobispo de Madrid ha exhortado a no tener miedo “de seguir manteniendo abierto lo más íntimo de vuestros hogares al don precioso del Evangelio de la Sagrada Familia, al amor de María y José, que por virginal y exhaustivamente realizado y consumado en el amor a su Divino Hijo y en la entrega a su misión salvadora de ser el Redentor, el Amigo, el Señor y el Hermano de todos los hombres, fue amor limpio, íntegro, incondicional… modelo sublime de todo amor a Dios y a los hombres: ¡el modelo por excelencia del amor de Jesucristo! ¡Que ese amor de María y José aliente, sostenga y santifique vuestro amor de esposos y de padres de familia, sellado sacramentalmente el día en que habéis contraído santo matrimonio ante Dios y ante la Iglesia! ¡Que modele también la respuesta de amor de vuestros hijos y su vivencia mutua como hermanos!”.

Y ha animado a las familias, asegurando que no están solas. “¡La oración de innumerables almas consagradas a la plegaria y a la oblación de sus vidas por la Iglesia os acompaña! Vuestros Pastores y las comunidades eclesiales, a las que pertenecéis, quieren estar y están a vuestro lado con su oración, con su cercanía y amor fraterno”. “La Iglesia y el mundo de nuestros días os necesitan −como muy pocas veces ha sucedido en el pasado− para llevar el Evangelio al corazón del hombre y de la cultura contemporáneas. Habéis recibido de Dios un don precioso de incalculable valor: el de la fe y el de ser familia cristiana”, ha señalado.

A continuación, el cardenal Rouco ha hablado de las familias misioneras que iba a enviar al finalizar la Liturgia de la Palabra. “Han recibido mucho del Señor −¡el don de la fe y de la vida cristiana en sus familias!− y quieren darlo y comunicarlo a todos. Son unos testigos excepcionales de lo que es y de lo que significa el amor cristiano y el de compartirlo en plenitud”. “Quieren ser testigos con obras y palabras de la presencia salvadora de la Sagrada Familia de Nazareth en la hora presente de la humanidad. ¡Sembradores a manos llenas del gozo del Evangelio! ¡De la alegría del Evangelio de la familia cristiana!”. 

Y ha concluido encomendando a estas familias misioneras “al cuidado maternal de la Santísima Virgen, a la protección paternal de San José y a la gracia y a la ternura divina del Niño Jesús”.

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Espiritualidad


Santo Tomás Becket
«Defensor del clero frente a las ingerencias del poder civil encarnado por el monarca inglés Enrique II, del que fue su canciller y amigo, este arzobispo fue decapitado en el interior de la catedral donde se hallaba orando»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 29 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - Nació en Londres el 21 de diciembre de 1118. Era hijo de una familia de origen francés; su padre era comerciante. Cursó estudios con los canónigos regulares de Merton, en Surrey, y tras la pérdida de sus padres, entrando ya en la veintena, se ganó el sustento trabajando primeramente al servicio de un familiar y luego con un señor aficionado a la cinegética y a la cetrería, deporte que heredó y cultivó durante un tiempo. Era inteligente y sagaz, exquisito en el trato; además, había pasado por París y Bolonia donde había cursado teología, de modo que a los 24 años el arzobispo de Canterbury, Teobaldo, lo acogió entre los suyos y obtuvo para él muchas prebendas.

En 1154 después de recibir el diaconado, el arzobispo lo designó arcediano de Canterbury. Hasta la muerte de éste, acaecida en 1161, Tomás mostró su pericia y delicadeza en asuntos diplomáticos de cierta envergadura que el prelado le encomendó dentro y fuera de las fronteras. Estas misiones le llevaron en distintas ocasiones a Roma. Teobaldo veía en su estrecho colaborador un hombre valiente y fiel, que defendía la verdad; contó siempre con su aprobación y confianza. Estas y otras cualidades no pasaron desapercibidas para el rey Enrique II que hacia 1155 le había nombrado canciller suyo. Ambos mantuvieron una estrecha amistad. Fue una relación entrañable que sobrepasó el vínculo que les unía en las difíciles cuestiones de estado que compartían.

Tomás tenía una personalidad arrolladora y compleja. Su orgulloso temperamento, inclinado a la ira y a la violencia, fue templándolo a fuerza de oración y disciplina. A veces, durante un tiempo, fue excesivo en su prodigalidad, pero reconocido en su innegable generosidad a la hora de agasajar a todos, incluidos los ricos, y especialmente a los pobres. Tocante a la defensa de su país, en el campo de batalla no tenía precio. Era un aguerrido y valiente general que se sentía cómodo luchando por los suyos, a la par que vestía el hábito clerical. Al fallecer Teobaldo, el monarca Enrique II, haciendo uso del privilegio que le había conferido el pontífice, lo designó sucesor suyo para ocupar la sede arzobispal. Al saber que fraguaba este nombramiento, Tomás pareció adivinar lo que iba a suceder, y vaticinó: «Si Dios permite que yo ascienda a la dignidad de arzobispo de Canterbury, no pasará mucho tiempo sin que pierda los favores de Vuestra Majestad, y todo el afecto con que vos me honráis se transformará en odio. Puesto que Vuestra Majestad proyectará hacer ciertas cosas que vayan en perjuicio de los derechos de la Iglesia, mucho me temo que Vuestra Majestad requiera de mí una ayuda o una aprobación que no podré darle. No faltarán personas envidiosas que aprovechen esas ocasiones para alentar una amarga e interminable desavenencia entre vos y yo».

Así fue. El 3 de junio de 1162 Tomás recibió el sacramento del orden y a continuación fue consagrado arzobispo. Entregado en cuerpo y alma a su misión, se propuso guardar celosamente los derechos del pueblo y de la Iglesia. Personalmente, de la noche a la mañana dio un cambio radical a su forma de vida, hecho que fue ostensible para quienes le conocían. Centrado en la oración, el ejercicio de la piedad y caridad con los desfavorecidos, templado y moderado al extremo en sus costumbres culinarias, que eran harto frugales, se esforzaba por todas las vías posibles en seguir el camino de la perfección. Humildemente pidió que no le ocultaran las flaquezas que advirtieran en él: «Muchos ojos ven mejor que dos. Si ven en mi comportamiento algo que no está de acuerdo con mi dignidad de arzobispo, les agradeceré de todo corazón si me lo advierten».

Las disensiones con el rey llegaron pronto. Tomás repudiaba cualquier prebenda del monarca sobre sus súbditos, como propugnaban las «Constituciones» de 1164. Le había apoyado siempre incondicionalmente, pero no podía tolerar las presiones que ejercía sobre la Iglesia. Su rechazo a las decisiones que Enrique II tomaba oprimiendo al pueblo y haciéndole objeto de distintos atropellos, supuso para él un destierro de seis años en territorio francés. Primeramente vivió con la comunidad cisterciense de Pontigny, pero la ira del rey que amenazaba la vida de todos si cobijaban a Tomás, hizo que éste en 1166 se trasladara a la abadía de San Columba Abbey, en Sens, donde se gozaba de la protección de Luís VII de Francia. Hasta que el papa Alejandro III medió entre las partes y aunque Tomás le rogó que lo reemplazase en su misión por otra persona, no logró convencerle, por lo cual regresó a Canterbury. Su vuelta estuvo marcada por la convicción de que iba hacia su muerte. Ante la aclamación de sus seguidores, manifestó: «Vuelvo a Inglaterra para morir». Impugnó las decisiones de obispos que acogieron las «Constituciones», poniendo de manifiesto que nada había cambiado en él, y actuó como mediador de quienes veían pisoteados derechos elementales.

Harto y resentido, en un momento dado el rey farfulló ante un grupo de personas su deseo de liberarse de aquel «clérigo infernal que le hacía la vida imposible». Cuatro componentes de su séquito que le oyeron, tomaron literalmente sus palabras. Buscaron a Tomás, le acosaron en el interior de la catedral donde se hallaba, y sin inmutarse ante su valentía, mientras decía: «En nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia, estoy dispuesto a morir», lo decapitaron brutalmente el 29 de diciembre de 1170. Alejandro III lo canonizó el 21 de febrero de 1173.

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