31.12.13

 

Asustado, impactado, aterrado andaba yo tras enterarme de que el genial Eugenio Scalfari, ateo al que el Papa concedió hace no mucho una entrevista que dio la vuelta al mundo -y luego resultó que no había sido como nos lo habían relatado-, había asegurado en un editorial publicado en La Reppublica que el papa Francisco había abolido el pecado.

Menos mal que el P. Federico Lombardi, portavoz eficaz donde los haya, ha salido a la palestra a decirnos que no, que el Papa no ha hecho tal cosa. Porque imagínense ustedes que no lo dice y empezamos el año con titulares en toda la prensa mundial en plan: “Francisco elimina el pecado"; “No existe más pecado por voluntad del Papa", “El Obispo de Roma consigue lo que no consiguió ni Cristo".

El sacerdote jesuita que dirige la Sala de Prensa de la Santa Sede ha dedicado un tiempo importante a explicar que la misericordia de Dios no se comprende si no se parte de la existencia del pecado. Ha recordado que el Papa ha impartido muchos ejercicios ignacianos, en los que se dedica una parte importante a meditar sobre los pecados propios. Y, faltaría más, ha explicado que Cristo vino a dar su vida por nuestros pecados.

Pero no es menos cierto que el P. Lombardi ve lo ocurrido como un ejemplo más de que al Papa llama la atención al “mundo laico". Y eso le parece magnífico. Ciertamente, es innegable que el Santo Padre Francisco se ha convertido en una figura mediática de primer orden. Ahí están los premios que le van concediendo revistas muy conocidas. El Financial Times acaba de decir que ningún líder es tan honesto y sincero como el Papa.

El problema es que a veces pasan imprevistos. El mundo -en el sentido bíblico del término- no entiende fácilmente el mensaje del evangelio, por mucho que nos empeñemos en dárselo de tal forma que lo entienda. Decía San Pablo que el hombre natural no entienda las cosas del espíritu porque para él son locura (1ª Cor 2,14). Y sin embargo, debemos estar “siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere” (1ª P 3,15). Que es lo que quiso hacer el Papa. Habló con un ateo anciano y el hombre le entendió mal. No tenemos manera de saber qué fue exactamente lo que le dijo el Obispo de Roma al editor de La Repubblica, pero sin duda no sería nada que pudiera interpretarse como la abolición del pecado. En realidad, a mí me llama más la atención que el portavoz de la Santa Sede haya tenido que salir a explicar algo así, pero visto el lío que se montó con la publicación de los recuerdos de Scalfari sobre la entrevista que le hizo al Papa, habrá pensado que era mejor salir a aclarar el malentendido.

Esperemos que en un futuro no tenga que salir muchas más veces el P. Lombardi a explicar lo que el mundo, o algunas personalidades importantes, no entiende de las palabras del Papa. Aunque nadie dude que no es culpa suya esa falta de entendimiento o mala interpretación. Simplemente es que de donde no hay, no se puede sacar.

Concluye el portavoz con una frase interesante: “creo que hay que estar atentos a continuar el diálogo, para desarrollarlo de modo tal que no haya equívocos y se entienda verdaderamente“. Estoy de acuerdo. Cuanto menos se abra la posibilidad al equívoco, mejor. A Cristo le entendieron casi todos la mar de bien. A los apóstoles también. Por eso fueron vilipendiados por este mundo, aunque los que les entendieron y aceptaron su mensaje se salvaron. Nadie piense que hoy el camino va a ser más fácil.

Luis Fernando Pérez Bustamante