31.12.13

Un amigo de Lolo - El corazón de Dios es su Palabra

A las 12:48 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

El corazón de Dios es su Palabra

“Adivina, adivinanza: se siembra una vez y se cosecha años y años. Solución; la palabra de Dios”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (745)

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

A lo largo de la historia de la humanidad el Creador se ha dirigido a su criatura de muchas formas pues muchas han sido las formas en las que el ser humano ha sido capaz de captar, de darse cuenta, de que no estaba en el mundo por casualidad sino que, por fuerza, algo o alguien superior tenía que haber hecho todo lo que veía.

Conforme fue evolucionando aquella criatura hecha a imagen y semejanza de Dios, también fueron creciendo las posibilidades de que la misma pudiese conocer mejor la presencia de Dios en su existencia.

El ser humano, en un principio, pudo apreciar en la naturaleza en la que vivía, la huella de Dios. Sin embargo, tal forma no era perfecta pues convenía que se suscitase entre los hombres la posibilidad de dejar escrito, para siempre, aquello que tenía que ver con Quien, sin duda alguna, era Todopoderoso.

Y Dios inspiró, sopló, en el corazón de algunos de sus hijos, aquello que era conveniente que no se olvidase. Y alguno de entre los seres humanos empezaron a poner por escrito lo que les inspiraba el Creador. Y así empezaron a completar libros que, al cabo de los siglos, se convirtieron en lo que conocemos como Sagradas Escrituras y que dividimos en dos tiempos fundamentales: antes de la llegada al mundo del Hijo de Dios (y llamamos Antiguo Testamento correspondiente con la Antigua Alianza) y después de la llegada al mundo del Emmanuel (y que llamamos Nuevo Testamento pues hizo Dios nueva alianza con el hombre a través de Jesucristo)

Es bien cierto que la Palabra de Dios (así escrita, con mayúscula porque es grande y porque es propia del Padre) tiene una facultad importante y que sólo es propia de la misma: cuando entra en el corazón del ser humano lo llena de tal forma que es difícil que pueda, quien así la reciba, olvidarse de ella nunca más.

Es posible, sin embargo, que alguien pueda sostener que lo contenido en las Sagradas Escrituras, Palabra de Dios todas ellas, es algo antiguo y que no se corresponde con lo que hoy día necesita el ser humano. Y eso es cierto y es falso.

Decimos que tal aseveración es cierta en cuanto, en efecto, hace ya muchos siglos (más si hablamos del Antiguo Testamento) que aquellos otros nosotros dejaron escrito lo que Dios quería que estuviese Escrito. Por eso, en tal sentido, es antigua la Palabra de Dios.
Eso, sin embargo, no la hace falsa sino, precisamente, todo lo contrario. Tal es así que sólo puede tener un origen divino aquello que lo mismo se podía aplicar hacer miles de años y ahora, muy cambiados los tiempos, puede aplicarse de igual forma.

Es cierto que muchas cosas no son igual pero si hablamos del espíritu y del comportamiento del ser humano, bien podemos decir que poco ha cambiado. Así, seguimos siendo, en lo esencial, igual que lo eran aquellos que recibieron la Ley de Dios y, muchas veces, nos entregamos a los dioses baales que hoy día existen: dinero, ambición, etc.

Eso sí, y por el propio valor y sentido de la Palabra de Dios, en cuanto se deja caer en un corazón humano y arraiga el fruto se puede obtener por mucho tiempo. Y es que el Creador, que tanto mira por su creación, no podía permitir que lo dicho y hecho por Él y en su nombre, quedase como algo perdido en la historia del hombre.

Eleuterio Fernández Guzmán