3.01.13

Cuando los conflictos los creamos los curas

A las 9:10 AM, por Jorge
Categorías : Sin categorías

 

No quiero escaquearme en absoluto. Ayer escribía sobre conflictos que nos llegan como se dice vulgarmente “sin comerlo ni beberlo”. Los hay para escribir una enciclopedia por entregas.

Pero también se dan muchos por culpa de los propios curas que a veces parece que tenemos un don especial para liarla allá por donde vamos. Pues de curas quiero escribir hoy, y de cómo podemos originar o evitar posibles conflictos pastorales.

Estas son a mi modo las causas más comunes de conflictos en el mundo de la parroquia y cómo podemos evitarlas.

1. El cura que se marchó. No debería ser especialmente complicado un cambio de párroco, aunque en ocasiones se lo ponemos difícil al que llega. El cura que se va lo que debe hacer es dar las gracias a todos por su colaboración, pedir perdón por los fallos, y animar a recibir al compañero con generosidad. Pero si en lugar de eso dice que le han echado, que malo el obispo y se deja querer con alguna recogida de firmas, se lió.

2. Ignorancia. Cuando un cura llega nuevo a una parroquia se debe pasar no menos de un año en oír, ver y callar. Un año para enterarse de las cosas, de las costumbres, de los usos y manías. Ese primer año es el año de preguntar qué costumbre hay aquí, cómo hacía las cosas su antecesor. Empezar con un “ah, pues no sabía” no es nada bueno.

3. Vagancia. Malo que nos toque un cura vago que sólo piense en su comodidad. Es ese cura que total para qué tantas misas, la misa del gallo mejor la quitamos, esa reunión qué sentido tiene, y yo no abro el despacho todos los días. La disponibilidad es esencial, y más vale hacerse el tonto que pasarse de listo. La disponibilidad, por cierto, que se note sobre todo cuando hay un difunto. Ante un fallecido sólo puede haber una respuesta, y aquí pienso sobre todo en curas de pueblo: “a vuestra disposición, lo que necesitéis”.

4. Testosterona. El cura que ha decidido que es el cura y que se hace lo que él dice por cuestión glandular. Suele ser la peor fuente de conflicto porque en cuestiones de atributos a todos gusta hacer gala de los suyos y así no hay quien se aclare. Una cosa es firmeza en la doctrina, en criterios pastorales, en hacer las cosas como se debe –y esto se entiende y se respeta- y otra muy diferente hacerlo por mis santas narices.

5. Religiosidad popular. Sobre todo para curas de pueblo. Hay que entender la devoción secular a su Virgen de, su Cristo o su santo patrón, y sus formas de festejarlo y venerarlo. Muy respetuosos, por favor, con esto. Lo primero, respetar, querer y hacer nuestra esa devoción. Cuidar de su fiesta, novena, procesión, usos y costumbres. Y NO TOCAR NADA si no es para avanzar en devoción y compromiso y esto SIEMPRE CON UN CONSENSO TOTAL.

Un sacerdote que llega nuevo a una parroquia, si tiene la suerte de que el compañero que acaba de marchar dejó todo como se debe, se informa de las cosas, es una persona disponible y trabajadora, va haciendo las cosas poco a poco como pide la Iglesia y tiene un cierto don para manejar la mano izquierda, no tendrá más conflictos que las puras anécdotas.

Ahora, como vaya diciendo aquí estoy yo, yo sé, yo conozco, sé mis obligaciones y mis derechos, y con la procesión haré lo que me parezca, pues la hemos pifiado, hermano.