3.01.13

El error de quien eleva a los altares laicistas a un igual

A las 12:37 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General

La elevación a los altares hecha por la Iglesia Católica a equis personas pone muy nerviosos a unos, quienes, dicen estar en el seno de la misma, pero disfrutan metiendo el dedo en el ojo de los demás alentados por un odio claro a la institución a la que dicen servir pero nunca son capaces de irse de ella de una vez para siempre.

Son gente que estuvieron bajo el paraguas de la Iglesia Católica, en cuyo seno se ordenaron de curas, pero por los motivos que ellos solamente saben, dejaron el ministerio y siguieron dentro de la institución pero llenos de un odio maligno que escupen de vez en cuando.

Llegado el momento, estas personas que se creen algo, porque siguen pegados a la pared de la Iglesia Católica, hacen un flaco favor a la misma y a ellos mismos.

Uno de ellos acaba de abandonar un modo de destilar tinta hiriente y con mordiente carnívoro para tomar un tiempo de descanso, o de cambiar de lugar desde el que seguir hiriendo a flechazo limpio todo lo que se mueve por el escenario de la Iglesia Católica universal, desde el Papa hasta el último laico dedicado a sus obligaciones más sencillas.

El defensor del voluntario largado sale, de su marasmo mental, y con pluma laicista, elevando a los altares al colega, cae en lo mismo que siempre critica de la Iglesia Católica Romana.

¿Por qué ocurren estas situaciones?

Normalmente, el farisaísmo de estos tipejos tiene unas manifestaciones imposibles de mantener más tiempo en el escondite de la chaqueta que un día se colocaron al cambiarla por la anterior.

Esta hipocresía les lleva a creerse minúsculos salvadores de “su iglesia”, a la que nunca podrán colocar en el lugar de la verdadera Iglesia de Jesús de Nazaret, pues la historia está llena de casos similares que han acabado cuando el curso vital de estos seres humanos toca a su fin y desfilan camino del cementerio.

No es de recibo que si no tragan a los cristianos declarados oficialmente por la Iglesia en sus virtudes heroicas, tengan el mismo método de elevarse laicista y mutuamente a los altares como los grandes próceres del saber y del entender cómo “su iglesia” sí es la verdadera y los demás vamos conduciendo por el sentido contrario de la autovía con el peligro de darnos una bofetada con el que viene de frente, cuando de frente no viene nadie.

Por su carril de pensamiento único solamente va un puñado de hipócritas, mientras millones y millones de cristianos vamos por el carril habitual y, según los otros pocos, estamos equivocados pues no le seguimos a ellos.

En esta gran comedia solamente queda que bajen el telón cuando acabe la función y llegue la defunción de los defensores de “su iglesia”. Los veremos camino del cementerio, les darán sus correspondientes responsos, y desde sus tumbas pensarán cuan vacías han tenido sus vidas, cuando un día tuvieron todo y han muerto con las manos vacías, aquellas manos que tuvieron atadas y consagradas al recibir el sacramento del Orden Sacerdotal.

Pobres vidas de pobres gentes militantes en el laicismo contra la Iglesia Católica, a cuya sombra han estado tan a gusto pero han sido tan infelices, a pesar de su aparente y sereno estado mental.

Tomás de la Torre Lendínez