4.01.13

Con las hermanas de Iesu Communio

A las 7:00 PM, por Jorge
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Espero que no se enteren de este artículo, porque si hay algo que no quieren es que se hable de ellas ni para bien ni para mal. Pero como no tienen internet, no leen blogs y pierden poco tiempo en mirar la prensa, a lo mejor hay suerte.

Esta mañana he pasado un par de horas con las hermanas de Iesu Communio en La Aguilera. Las conocí hace años siendo clarisas en Lerma y desde hace algún tiempo me paso por su casa algunas veces convocado de manera especial por el cariño de un par de hermas a las que me siento unido de forma muy especial.

No encontraremos nada peculiar en las hermanas, que hoy pasan de doscientas veinte. En clausura. El hábito sencillo y tosco. Un velo que es poco más que un pañuelo en la cabeza. Los pies desnudos en estas mañanas invernales de Castilla. Alegría, mucha, a raudales, y un brillo en sus ojos como sólo lo tiene una mujer enamorada.

Una mañana simple en un locutorio con una de las hermanas. El detalle tan fresco como simple de un café y unas pastas de monja ¡qué pastas! Hablar de la vida, de las cosas sencillas, de Dios, de alegría, de vida, de proyectos e ilusiones.

Las hermanas de Iesu Communio viven del encuentro con su Señor. Horas de oración personal y comunitaria ante el sagrario. Formación muy seria basada sobre todo en los documentos de la Iglesia y la doctrina de los santos padres. Trabajo común en limpieza, acogida, horno, mantenimiento de la casa. Y el testimonio de fe y vida en el locutorio ante cada uno de los grupos que por ahí aparecen.

Para nada son unas hermanas que vivan en la superficie de las cosas. Celebrar la Eucaristía con ellas es entrar en el misterio de la entrega de Cristo, es llenarse del canto más bello, los gestos más plenos de significado, la comunión en el misterio.

Quizá la clave de su vida esté en saberse de Cristo, totalmente de Cristo, reconocer a la Iglesia como madre y en el amor al sucesor de Pedro. En momentos en que todos somos tan listos, tan espabilados, tan nuestros, impresiona encontrarte con tantas hermanas, muchas de ellas con sus carreras universitarias terminadas y amplia experiencia profesional, que se entregan libremente a Cristo en el seno de la Iglesia, que aprenden a obedecer, a escuchar, a darse por amor.

Llamar a la puerta del convento de San Pedro Regalado, en La Aguilera, es encontrarse con un mar de sonrisas profundas y sinceras que sólo pueden brotar del amor de Dios.

Otras veces he estado en el locutorio “grande” y en celebraciones con la comunidad. Hoy ha bastado un pequeño locutorio para charlar, tomar café, y saber que Dios está en medio de nosotros.

Al marchar, un paso por la tienda para adquirir algún suministro de cara al tan cercano día de reyes. De paso he aprovechado para pedir: en enero, si Dios quiere, inauguramos la capilla de adoración perpetua. Contamos con vuestras oraciones. Su respuesta ha sido tan simple como generosa: cuenta con nosotras.