5.01.13

 

Así como el pasado 1 de enero traje al blog el precioso motete O magnum mysterium, compuesto por Tomás Luis de Victoria para la festividad de la Circuncisión del Señor que en el rito tradicional corresponde a ese día, quiero hacer algo similar en estas vísperas de la Epifanía. Propongo a los lectores la escucha y el disfrute de la villanesca Juyzios sobre una estrella de Francisco Guerrero, maestro de capilla de la catedral de Sevilla durante el siglo XVI. Esta bella composición fue publicada en 1589 en Venecia por su autor dentro de la colección llamada Canciones y villanescas espirituales.

El texto, en castellano, trata de los magos de Oriente, su observación de la estrella y de cómo son guiados por ella hasta Belén. Es también un ejemplo del género de composiciones en lengua vernácula que entraron en la liturgia de la Iglesia en unos tiempos en que toda ella se desarrollaba en latín. El profesor Ricardo Fernández, de la Universidad de Navarra, ofrece información precisa al respecto:

Respecto a los villancicos, sabemos que, desde el siglo XVI, se generalizaron en todas las capillas de música españolas, sustituyendo a los responsorios litúrgicos en latín unas composiciones en lengua vulgar, primero en la Navidad y algo más tarde en el día del Corpus y en otras celebraciones. El origen de tal costumbre se remonta a la segunda mitad del siglo XV, si bien el empuje final fue la decisión del primer arzobispo de Granada de introducirlos en aquella ciudad en los Maitines de Navidad, después de la reconquista de 1492, a modo de “cancioncillas devotas”, compuestas en parte por él mismo. Los biógrafos del cardenal y el mismo Padre Sigüenza insisten en que desde aquel momento “quedó la costumbre de hacer estas fiestas y regocijos de música en los Maitines y Oficio Divino”. 

Francisco Guerrero es uno de los grandes nombres de la historia de la música religiosa. Junto con Tomás Luis de Victoria y Cristóbal de Morales forma parte de la llamada trinidad o triunvirato de la polifonía española del renacimiento. 

Guerrero se diferencia de Victoria y Morales por una mayor diversidad en el estilo de sus composiciones. Victoria y Morales se ciñeron siempre al estilo grave y profundo de la polifonía litúrgica en lengua latina. Dos maravillosos ejemplos de Victoria han aparecido ya en el blog: los motetes Vidi speciosam y O magnum mysterium. Por su parte Guerrero, además de cultivar con extraordinaria maestría el estilo de la gran polifonía, utilizó en otras ocasiones un lenguaje más popular, con piezas en lengua castellana y ritmos más vivos. 

En este punto es necesaria una aclaración importante: Guerrero sostiene un altísimo nivel artístico en ambos géneros. En esto se diferencia de muchos compositores posteriores en los que, sobre todo a partir del siglo XVII, se va abriendo una cada vez mayor separación entre la complejidad y abundancia de recursos musicales que caracterizan a las composiciones en lengua latina y el lenguaje de las piezas en lengua castellana, más “popular” y que puede calificarse como estéticamente más avanzado (al menos cuando uno contempla a posteriori la evolución del estilo tal y como aconteció históricamente), pero objetivamente más simple e incluso, en no pocas ocasiones, mucho más pobre.

Guerrero en sus piezas castellanas mantiene la riqueza y sutileza del contrapunto clásico (combinaciones variadas y complejas entre las líneas musicales que van cantando cada una de las diversas voces), a las que añade unos ritmos mucho más vivos y complicados. Estos ritmos, que tienen su origen en las danzas populares , son integrados por Guerrero en un estilo sabio de muy alto nivel artístico.

Muy buena muestra de ello es la villanesca Juyzios sobre una estrella. En comparación con los dos motetes de Victoria señalados anteriormente, Juyzios tiene un ritmo más rápido, con los acentos de la música desplazados frecuentemente de su lugar natural o esperable. Eso sí, respetando las exigencias de acentuación del texto, como buena música post-tridentina.

Vimos en el artículo anterior cómo Victoria se sumaba al movimiento de su época en la búsqueda de una más íntima unión entre música y texto. En su prólogo a las Canciones y Villanescas de Francisco Guerrero esto es lo que dice el poeta Cristóbal Mosquera de Figueroa respecto a nuestro autor:

(…) el qual fue de los primeros, que en nuestra nacion dieron en concordar con la musica el rithmo, y el espiritu de la poesia, con ligereza tardança, rigor blandura, estruendo silençio, dulçura aspereza, alteración sossiego, aplicando al biuo con las figuras del canto la mesma significacion de la letra, como lo sentira el que quisiere en sus obras aduertirlo.

Francisco Guerrero, al igual que Tomás Luis de Victoria, era hombre de profunda piedad católica. Cerca del final de sus días pudo cumplir su sueño de peregrinar a Tierra Santa para conocer los lugares en los que transcurrió la vida terrena de Jesucristo. Acabo con sus propias palabras, extraídas del prólogo del libro que él mismo escribió a su regreso, El viage de Hierusalem.

Y como tenemos los deste officio por muy principal obligacion componer Chançonetas, y Villancicos, en loor del santissimo nacimiento de Jesu Christo nuestro salvador y Dios, y de su santissima madre la virgen Maria nuestra señora, todas las vezes que me ocupaba en poner las dichas Chançonetas y se nombrava Bethleem, se me acrecentava el desseo de ver, y celebrar en aquel Sacratissimo lugar, estos cantares en compañia y memoria de los Angeles y pastores que alli començaron a darnos lecion desta divina fiesta.