8.01.13

México: el jubileo del obispo “rojo”

A las 10:17 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América, Iglesia en México

De pequeño le llamaban el “rojo”, por sus cabellos cobrizos. Para algunos aquel apodo es reforzado por sus acciones actuales como obispo de Saltillo en México. Se trata de Raúl Vera López, quien este 6 de enero cumplió 25 años de ministerio episcopal. Un jubileo que ha congregado a simbólicos exponentes de la teología de la liberación latinoamericana, desde el “padre” de esa corriente Gustavo Gutiérrez hasta el jesuita Jon Sobrino, ya censurado por la Santa Sede. Pero el festejado tiene una deuda.

Nacido el 21 de junio de 1945 en Acámbaro (Guanajuato), ingresó al seminario tras haber obtenido el título de ingeniero químico en la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro de la Orden de los Predicadores, recibió dos consagraciones papales: la sacerdotal de manos de Pablo VI en 1975 y la episcopal por Juan Pablo II el 6 de enero de 1988.

Tras ser pastor de Ciudad Altamirano, en 1995 fue nombrado como obispo coadjutor de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. A su llegada en esa sureña diócesis mexicana campeaba el proyecto de la “Iglesia autóctona”, forjado durante décadas por Samuel Ruíz, el “obispo rebelde”.

El joven pastor debía llevar aires nuevos a una circunscripción cuyo modelo pastoral estaba en abierta ruptura con la doctrina católica: con un desmedido número de diáconos permanentes, indígenas casados convencidos que pronto serían sacerdotes; con un innegable derrumbe en el número de nuevos bautizados; con una distorsión en el papel de los catequistas y con una casi nula captación de seminaristas locales.

Pero Vera no promovió cambio alguno sino, más bien, fue absorbido por el entorno. Se convirtió en el principal defensor de un modelo que estuvo a punto de concretar un cisma, de no mediar la intervención del Vaticano. Por eso Juan Pablo II lo transfirió a Saltillo el 30 de diciembre de 1999.

En su nueva diócesis siguió los pasos de Samuel Ruíz. Así se volvió un ícono de la izquierda mexicana y latinoamericana, tanto civil como eclesiástica. Terminó transformándose en un líder social, pero según dejó de lado su principal misión: ser obispo.

Escribió el prólogo de un libro que presenta a la Iglesia como una mafia al servicio de criminales sexuales, aceptó cargos al frente de dos centros de derechos humanos, apoyo la marcha por la paz del poeta Javier Sicilia, emprendió giras por el país para defender encarcelados y arremetió, una y otra vez, contra el gobierno por su lucha al narcotráfico. Tanta ocupación lo dejó sin tiempo para pastorear a su grey.

Estas “situaciones desconcertantes” -al menos así las consideraron en Roma- y su abierta promoción al homosexualismo llevaron a las autoridades del Vaticano a convocarlo en agosto de 2011. En Roma recibió “jalones de orejas” de los prefectos de las congregaciones para los Obispos, Marc Ouellet y para la Doctrina de la Fe, entonces William Levada. Pero estos llamados de atención no surtieron mayor efecto.

En aquellas reuniones Vera había acordado con los cardenales que escribiría una carta pastoral que dejase clara su posición respecto a la homosexualidad, conforme con la doctrina de la Iglesia. Un documento que debía ser publicado antes de diciembre de 2011 pero que actualmente, a más de un año de distancia, no ha visto la luz.

Aún así el obispo decidió celebrar su jubileo episcopal con varios íconos de la teología de la liberación. Durante una jornada de estudio que tuvo lugar el pasado fin de semana en el Seminario Mayor de Saltillo bajo el título “Construyendo la Iglesia profética, con la fortaleza del Espíritu respondemos a los signos de los tiempos”. Los nombres de los expositores fueron elocuentes: Jesús Espeja, Clodomiro Siller, Javier Sicilia, Miguel Concha, Jon Sobrino y Gustavo Gutiérrez. La primera línea de la “disidencia católica” latinoamericana.