13.01.13

La señora Rafaela se confiesa

A las 6:09 PM, por Jorge
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Confesiones cuaresmales en el pueblo. Poca gente, pero siempre acude un grupito que aprovecha para acercarse al sacramento. Entre otros penitentes, la señora Rafaela, que se las tendrá con el párroco, pero el sacramento es el sacramento y una cosa es que le ponga las cosas claras y otra muy diferente que no sepa que en la confesión el sacerdote es Cristo, por más que en este caso vaya con camisa de cuadros y tengan sus discrepancias en algunos asuntos. Cosas de la señorita María Teresa, maestra de pueblo, pero que supo educar a las niñas con sólidos fundamentos.

A la salida, Jesusa: ¿Pero vosotras sois de las que todavía vais a contarle al cura vuestras cosas? Anda y qué le importaré a él lo que yo haga, si luego los curas son los peores. Yo ya me confieso con Dios. Hay que ser modernos.

Tú lo que eres es una tramposa, le respondió Rafaela, que vienes a la Iglesia solo para lo que te interesa.

Vaya boda montaste para tu niña. No te bastó un cura y tuviste que buscar a D. Jeremías para que fueran por lo menos dos y luciera más. Llegaron tus bodas de plata y hale, a la iglesia otra vez, y buenas flores, y misa aparte y todo bien lucido. ¿Y el numerito de la limusina para la comunión de tu nieto? No se ha visto cosa igual en el pueblo, un coche que ni podía pasar por las calles.

Podías haber celebrado la boda de la niña directamente con Dios, tus bodas de plata también directamente con el Padre celestial y la comunión del niño con nuestro Señor Jesucristo en persona, que hasta te habías ahorrado la limusina. Y el día que te mueras, que te entierre también Dios, que a tus padres los dijo la misa el cura.

Aquí estamos a lo que nos interesa. Para confesarnos, directamente con Dios, y para cuando nos conviene a buscar al cura. Pues a ver si te aclaras, que tú no eres moderna, eres una estafadora.

Cuando se fueron calle adelante a merendar a su casa, las vecinas le dijeron que cómo soltaba esas cosas. Rafaela les dijo: a mí que se confiese o se deje de confesar, es cosa suya y ya se entenderá con Dios. Pero que me suelte esa bobada de que ella es moderna y por eso se confiesa directamente con Dios pues no, que tengo demasiados años para que me tomen el pelo.

Al llegar a su casa estaba su marido viendo la tele. ¿Tú no vas a ir a confesarte? Me estaba dando pereza… Anda, anda, que bien te vendrá y el señor cura está hasta las ocho. Salió el hombre por la puerta mientas Rafaela exclamaba: ¡ay qué hombre, todos los años acaba confesándose, pero todos los años le hace falta el empujoncito!

Me han traído unos bollos de Colmenar, ¿queréis?