1.02.13

 

Aunque por lo general la opinión sobre hechos que se consideran penosos, peligrosos y/o delictivos se hace señalando directamente el mal y pidiendo que se corrija, a veces es más útil el uso de interrogantes cuyas respuestas son obvias. Eso vale también para la Iglesia Pondré ejemplos, algunos concretos y otros generales:

- ¿Se puede ser religiosa de clausura y pasarse gran parte de la vida fuera del claustro dando declaraciones en los medios contrarias al Magisterio de la Iglesia?

- ¿Se puede ordenar a un seminarista que ha realizado afirmaciones escandalosas contra la Iglesia ante varios testigos?

- ¿Se puede ser sacerdote católico y decir que “quieren enjaular a Jesús en una cajita y tenerlo ahí metidito para poder administrarlo, pero Jesús está muy por encima de todo eso"?

- ¿Se puede admitir que un sacerdote predique una homilía arremetiendo de forma clara contra dogmas de la Iglesia?

- ¿Se puede ser religiosa católica y poner a un nivel parejo el derecho a la vida del no nacido y el derecho a la autodeterminación de la madre -o sea, el derecho a abortar-?

- ¿Se puede hacer exactamente lo contrario, y a conciencia, de lo que ha decidido la Iglesia que hay que hacer con los homosexuales y los seminarios?

- ¿Se puede mantener como catequista o profesor de religión a quien ni siquiera cree en la Trinidad?

- Etc, etc. Podría añadir una lista interminable de preguntas sobre casos reales o imaginarios.

Pero, sobre todo, la gran pregunta: ¿se puede ser fiel al Señor y a la Iglesia, conocer todas esas cosas, y callar o mirar para otro lado?

Hay quien piensa que en los escándalos públicos y mediáticos que surgen de vez en cuando desde la Iglesia, tiene la misma culpa aquel que los cuenta que aquellos que los protagonizan o los consienten. Hay quien tiene un concepto de la comunión eclesial que consiste en ignorar, no mirar y no decir. Lo cierto es que la comunión debe estar siempre asentada en la verdad y en la caridad. Pero la caridad no puede ser la excusa para ocultar la verdad. Siempre es mejor arreglar las cosas de puertas adentro, para no escandalizar a los débiles en la fe y para no dar al mundo razones de malediciencia contra la Iglesia. Pero si desde dentro no se pone solución a los escándalos, será necesario exponerlos de manera pública, para que los que no han actuado por amor a Cristo y a la Iglesia, actúen por temor a las consecuencias mediáticas de verse expuestos ante los ojos de todos.

Luis Fernando Pérez Bustamante