5.02.13

 

El otro día surgía la discusión con dos amigos sobre derechos de personas que conviven. La problemática estaba en que por una parte se veía la necesidad de reconocerles algunas cosas, pero por otra surgía el miedo de que ese reconocimiento de derechos acabara pasando por un aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo o cosa semejante.

A veces las grandes cuestiones se comprenden muy bien con ejemplos. Vamos allá.

Ejemplo 1. Juana y Carmen son amigas y llevan viviendo juntas más de cuarenta años. El piso que habitan está a nombre de las dos, lo compraron entre las dos con su trabajo y en el testamento la una se lo tiene dejado a la otra. ¿Es lógico que el día que una fallezca, la otra tenga que pagar los mismos impuestos que si fueran entre sí dos desconocidas? El sentido común nos dice que no.

Ejemplo 2. Lucía y Soledad. Lo mismo. Muchos años juntas. Juntas han vivido los momentos duros del cáncer de Lucía y la operación de cadera de Soledad. Lucía tuvo que ser ingresada en un centro hospitalario hace algún tiempo, grave, en estado de inconsciencia. Cuando Soledad pregunta al médico qué pasa le responde que quién es ella. Al decir que es una amiga no sólo no le da información sino que no tiene derecho ni a pases para ver a la enferma en el hospital. ¿Quién va a preocuparse de Lucía, unos sobrinos que hace años que no sabe de ellos? Más aún, el miedo de Lucía es que si un día pierde la cabeza y tuvieran que incapacitarla legalmente, se presenten los sobrinos a decidir sobre su vida y sus bienes. Quiere que sea Soledad.

Ejemplo 3. Paco y Alfonso llevan años viviendo juntos en un piso alquilado a nombre de Paco. Si Paco fallece, ¿veríamos lógico que Alfonso tuviera que abandonar el piso de alquiler? A mí me costaría trabajo.

Ejemplo 4. Pepa y Manoli. Hermanas. Manoli tenía su trabajo y Pepa, que no pudio trabajar fuera, se ocupó siempre de la casa. Si fallece primero Manoli, ¿es normal que Pepa quede con una pensión no contributiva y no tenga derecho a nada de lo de su hermana? Algo falla.

Juana y Carmen no quieren ser matrimonio, ni nada que se le parezca. Tampoco Lucía y Soledad, y no digamos nada las dos hermanas. Paco y Alfonso no lo sé. Pero lo que sí parece evidente es que situaciones como estas de los ejemplos necesitan algún tipo de solución legal. Una solución legal que reconozca algunos derechos a esas personas que llevan tiempo viviendo juntas sin entrar en más. Hablamos de derechos civiles.

A mí me parece que lo que esta sociedad debe tener claro, y más con la doctrina de la Iglesia por delante, es que el matrimonio es lo que es, unión estable de hombre y mujer para siempre, en fidelidad y apertura a la vida. Y que cualquier cosa que quiera colarse como matrimonio bien por la puerta delantera: uniones de personas del mismo sexo que se reconocen civilmente, bien por la trasera: no es matrimonio pero lo asimilamos, no lo es pero que lo parezca, debe ser reprobada.

Otra cosa es que arreglen a Juana y Carmen lo del piso, lo de los médicos de Lucía y Soledad, el piso de Paco y Alfonso y la pensión de Pepa. Creo que son situaciones que de alguna manera la legislación tiene que solucionar.