5.02.13

Los Ángeles, una limpieza necesaria

A las 12:12 AM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América

Corría el 27 de febrero de 2011. Ese día el entonces arzobispo de Los Ángeles en los Estados Unidos, Roger Mahony, cumplió 75 años. Según lo marca la ley de la Iglesia ese mismo día (y no antes) estaba obligado a presentar al Papa su renuncia al puesto por haber alcanzado la edad de jubilación obligatoria vigente para todos los prelados. En vez de festejar su cumpleaños y redactar con tranquilidad su carta a Benedicto XVI, el cardenal estadounidense dedicó aquella jornada a entregar la Arquidiócesis a su sucesor: José Horacio Gómez.

Aunque pasó prácticamente desapercibido al gran público, fue un episodio sin precedentes. Sobre todo porque el nombramiento del mexicano Gómez como responsable de la arquidiócesis angelina fue anunciado oficialmente por la Sala de Prensa del Vaticano apenas hasta el 1 de marzo siguiente. La costumbre es que, como gesto de deferencia y si cuentan con buena salud, los cardenales permanezcan en sus puestos dos o tres años más de sus 75.

Pero el caso de Mahony era particular. Las razones quedaron claras en las últimas horas luego que un juez estadounidense ordenó a la Arquidiócesis de Los Ángeles difundir los archivos de sus sacerdotes culpables de abusar sexualmente de menores en los últimos años. El 31 de enero pasado fueron difundidos miles de folios que dejaron al descubierto la desastrosa gestión del purpurado a muchas de las denuncias que recibió, especialmente en los inicios de su ministerio episcopal.

Fallas y errores que se acumularon en el tiempo. Omisiones que se convirtieron en una bomba de tiempo. Sacerdotes bajo sospecha cambiados de parroquias, enviados a terapias inocuas y readmitidos en sus labores. Una situación que, en los hechos, se tradujo en el deleznable encubrimiento a numerosos depredadores de niños.

Un gobierno eclesiástico a todas luces deficiente, que solapó otras circunstancias irregulares como la de Gabino Zavala, nombrado obispo auxiliar en 1994 y sostenido durante años en el puesto pese a tener una “doble vida”, con amante y dos hijos incluidos.

Por estas y otras cosas más, el Papa decidió intervenir el 6 de abril de 2010 nombrando a José Horacio Gómez como arzobispo coadjutor. Nacido el 21 de diciembre de 1951 en Monterrey (México), fue ordenado como sacerdote del Opus Dei en 1978. Tras décadas pasadas en los Estados Unidos, en 2005 asumió el gobierno pastoral de la Arquidiócesis de San Antonio, en Texas.

Su traslado a Los Ángeles como coadjutor tuvo un solo objetivo: asumir el control de esa demarcación eclesiástica y comenzar una incisiva operación de limpieza. Pero Mahony no aceptó fácilmente la imposición. Al contrario, hizo todo lo posible por obstaculizar la acción de su sucesor “in pectore”.

Así las cosas lo vivido en los últimos días en esa arquidiócesis estadounidense es producto de una transición atormentada. Con un poderoso cardenal dispuesto a defenderse y un nuevo arzobispo que está poniendo orden.

En su carta pública del pasado jueves Gómez anunció la apertura de los archivos sobre los abusadores. Y escribió: “Mi predecesor ahora retirado ha expresado su pesar por no haber podido proteger completamente a los menores confiados a su cuidado. Con efecto inmediato, le he informado al Cardenal Mahony que él no podrá tener ningún tipo de responsabilidad administrativa o pública. El Obispo Auxiliar, Monseñor Thomas Currry también se ha disculpado públicamente por las decisiones que tomó mientras se desempeñaba como Vicario para el Clero. Él ha presentado su renuncia como Obispo Regional de Santa Barbara. Yo he aceptado su pedido de ser removido de sus responsabilidades como Obispo Regional de Santa Barbara”.

Una determinación clamorosa. Un gesto necesario pero que echó sal a la herida de Mahony. Por eso respondió públicamente en una carta y estableció: “En ningún momento a lo largo de los últimos años usted cuestionó nuestras políticas, prácticas o procedimientos para lidiar con las conductas sexuales impropias del clero en las que se vieran implicados menores”. Palabras propias de un airado reclamo. Frases de un arzobispo que tuvo todo el poder y ahora sólo busca proteger su nombre.

Por lo pronto y ante el clamor mediático, José Gómez debió salir a aclarar que “el cardenal Mahony, como arzobispo emérito, y el obispo Curry, como obispo auxiliar, siguen siendo obispos con facultades en la Arquidiócesis de Los Ángeles, con plenos derechos para celebrar los sacramentos de la Iglesia y servir a los fieles sin restricción”. ¿Una marcha atrás? Lo parece en los papeles, aunque la primera decisión fue tan neta que ninguna aclaración podrá cambiar las cosas. Palo dado, ni quien te lo quite.