Esperanza Arboleda, Misionera de la Madre Laura: “Hay que trabajar por la autonomía de la mujer en América Latina y el Caribe”


 

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Con motivo de la Campaña de Manos Unidas de este año, que comienza el 8 de febrero, ha visitado la diócesis de Cádiz y Ceuta la hermana Misionera de la Madre Laura, Esperanza Arboleda. Nacida en San José de La Montaña Antioquia (Colombia), durante 38 años de vida religiosa ha estado siempre atenta a los pobres y su trabajo ha estado centrado, principalmente, en la formación integral de los pueblos indígenas.

La hermana Esperanza ha trabajado directamente con 2.000 personas, entre indígenas, negros y campesinos, en Colombia y con 5.000 en Panamá. Además, ha sido Superiora General de su congregación durante 12 años y en el 2012 tuvo tiempo para formarse, aún más, en pueblos indígenas, derechos humanos y cooperación internacional, en la Universidad Carlos III de Madrid.

- ¿Concretamente, qué labor realiza usted con los pueblos indígenas?

- Trabajo, principalmente, en la formación integral. Nuestra inserción dentro de los pueblos indígenas tiene una dimensión muy específica, basada en conocer la realidad del pueblo, hacer un diagnóstico con ellos y ver, así, hacia donde orientar nuestro trabajo. Dividimos nuestro trabajo por sectores: educación, salud y, lo más importante, el trabajo social, encaminado a proyectos de desarrollo, animación y liderazgo. De lo que se trata es que ellos mismos sean gestores de su propio crecimiento.

- ¿Cuáles son las principales necesidades que presenta el pueblo indígena en estos momentos?

- El pueblo indígena ya está entrando en el modelo social de globalización que tenemos actualmente, pero hay algo muy particular en la personalidad indígena, que no pueden perder, que es su identidad cultural. Ésta va encaminada a la autenticidad, trasparencia, desarrollo y, por supuesto, su autonomía.

Este último aspecto es esencial debido a que significa la autodeterminación de sus pueblos. Para conseguir estos objetivos una de labores fundamentales que allí realizamos es la alfabetización. Tenemos escuelas en las que se han ido formando líderes. Algo característico de su formación es la enseñanza bilingüe, indígena y española. Tenemos un equipo de sabios de comunidades, comadronas, mujeres esparteras y abuelas que, junto a los maestros bilingües, nos ayudan en este programa de educación. De esta manera, nos introducimos en el caminar de este pueblo y de su propia sabiduría, descubriendo la semilla del Reino, la semilla de dónde está Dios dentro de sus culturas. 

- ¿Qué proyectos tiene usted a corto plazo?

- Uno de mis grandes proyectos es aplicar los conocimientos que he adquirido en la Universidad Carlos III de Madrid, en lo que se refiere al acompañamiento de los pueblos indígenas en la defensa de los derechos humanos. Hay mucha vulnerabilidad, en cuanto a derechos humanos, dentro de los pueblos indígenas y particularmente en las mujeres. Queremos lograr una mayor autonomía de la mujer indígena. Ellas se sienten excluidas y han descubierto que uno de los factores es su analfabetismo; por eso es tan importante trabajar su alfabetización, pero no solamente ayudarles a que sepan leer y escribir, sino ayudarles con una formación integral, donde las mujeres aprendan a conocer sus derechos.

También queremos favorecer el acompañamiento de las niñas. Notamos, no sólo en el pueblo indígena, sino también en el mundo rural latinoamericano, como las niñas a veces son dejadas a un lado: no son escolarizadas, a veces son maltratadas, se les busca rápidamente un marido para descartarlas de un compromiso social…

Otro de los problemas graves que apreciamos es la prostitución infantil, junto con el dominio de las mafias, que utilizan a mujeres y niñas para pedir limosna. Como dice el Concilio Vaticano II, “Ha llegado la hora”, ha llegado la hora de saber cuál es la vocación, la influencia de la mujer y su papel en el mundo.

- Es usted colombiana, ¿Cuál es la realidad social de su país?

- La realidad social de Colombia es muy dura. Como todo el mundo sabe, el mayor conflicto social es el narcotráfico, pero también la migración, la explotación de la riqueza minera, las bandas callejeras, el desempleo… Para paliar un poco estos graves problemas nuestro trabajo se centra en la formación de líderes. Ejemplos de cómo este trabajo surte efecto es que estamos viendo como mujeres indígenas y, en general, el sector femenino en Latinoamérica está ocupando cada vez más puestos de relevancia en la sociedad. Ya se ven mujeres parlamentarias y mujeres ocupando cargos de responsabilidad.

Precisamente, la igualdad entre hombres y mujeres parece ser uno de los objetivos que se ha marcado Manos Unidas para su campaña de este año, cuyo lema es “No hay justicia sin igualdad”.

El objetivo principal es acabar con la discriminación de la mujer. Las principales desigualdades que se han detectado y que tenemos que trabajar son: la pobreza, el hambre, las enfermedades y la carencia de atención en la etapa de gestación, el abuso sexual, el matrimonio infantil, la falta de control de los recursos y el acceso al crédito, la división del trabajo y las dificultades en la vida rural. Si en algo debemos centrar nuestros esfuerzos es en la autonomía de la mujer y mantener la relación armónica mujer-hombre, hombre-mujer.

- ¿De qué manera ayuda Manos Unidas a vuestro trabajo diario?

- Manos Unidas colabora con nosotros, sobre todo, en el aspecto de la formación. Cuando solicitamos proyectos, Manos Unidas, una vez que lo acepta, hace desde Madrid un seguimiento continuo de nuestro trabajo, a la vez que nos ofrecen una formación para que conozcamos perfectamente la manera de realizar nuestra labor. Desde nuestra propia experiencia, vemos que Manos Unidas es una ONG responsable y, puedo decir, que es una organización acreditada, en la que se puede confiar, integral y armónica. Además, veo como esa igualdad que pedimos con la campaña de este año, se ve reflejada en la propia ONG, con el buen trabajo que realizan, conjuntamente, los hombres y las mujeres de la organización.