Roma
12 de febrero del 2013

El Papa reformó varios aspectos importantes del cónclave en 2006 para favorecer la rapidez y la elección de los candidatos con más apoyos

Los cónclaves han cambiado mucho a lo largo de la historia y su proceso de perfeccionamiento proviene de numerosas reformas, varias de las cuales han tenido lugar en el siglo XX. Los últimos tres Pontífices aportaron su granito de arena y Benedicto XVI también realizó una modificación: publicó un motu proprio en 2006 para que la elección se produjese de forma relativamente rápida y favoreciese a los candidatos con mayor número de apoyos.


 

El cónclave ("Cum clavis" en latín, es decir, bajo llave) ha cambiado mucho desde los inicios de la Iglesia. Hasta el siglo VII, era el pueblo de Roma quien elegía al Sumo Pontífice, facultad que quedó pronto reducida a la nobleza de la ciudad y, desde 1059 con Nicolás II, a los cardenales. En un principio necesitaban la aprobación popular, pero eso se eliminó en el siglo XII. El XIII se caracterizó por aumentar las exigencias de reclusión para evitar injerencias políticas y las limitaciones materiales, de cara a no alargar en demasía la elección.

Gregorio XV regularizó el proceso en un par de bulas (1621 y 1622) y el siglo XX ha visto varios reformas: San Pío X elaboró la primera Constitución pertinente y Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI realizaron aportaciones progresivas. Juan Pablo II llevó a cabo el establecimiento de un nuevo marco con la Universii Dominici Gregis en 1996.

Pero Benedicto XVI también ha dejado su sello en este campo; en 2006, dio lugar a un motu proprio que restablecía algunas reglas importantes en cuanto al voto en el cónclave.

De esta modificación, destacan tres aspectos muy relacionados entre sí:

-Se volvió al sistema por el cual siempre hacen falta dos tercios de los apoyos del Colegio para resultar elegido. La variación de Juan Pablo II motivaba que, si pasadas 34 votaciones -unos 13 días- no había Papa, se exigiese solo mayoría absoluta entre los dos candidatos con más papeletas si así lo decidían la mitad más uno de los cardenales. En caso contrario, se mantenía el mismo sistema. Curiosamente, el propio Wojtyla no habría sido elegido si este sistema hubiese imperado en 1978.

-Benedicto XVI también ha querido reducir alargamientos inoportunos. Ahora es obligatorio recurrir a la elección entre los dos más votados si se pasa de esas 33-34 votaciones sin posibilidad de buscar una tercera vía -algo que con la disposición del Papa polaco sí estaba permitido-, para que no se eligiese a nadie por consenso pero con menos apoyos reales y para evitar que una minoría impidiese llegar a los dos tercios y resultase decisiva al nombrar a alguien por el método de la mayoría absoluta.

-Llegado el caso, esos dos candidatos no pueden votar, para no caer en la tentación de optar por sí mismos.

Y es que Benedicto ha tenido muy presente la importancia del cónclave que le sucederá. Hace un par de años, se había llegado a un estado de media de edad de los cardenales bastante avanzada, por lo que el año pasado tomó una decisión que no ocurría desde hace 84 años: nombrar dos consistorios en un mismo año. 22 obispos fueron elevados al cardenalato hasta completar los 120 con potestad de elección -menores de 80 años- que permite como máximo la reglamentación. Los que exceden esa edad acuden, pero no votan.

No puede olvidarse que, como ha comentado en la tarde de ayer el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Rouco Varela, "en la historia de los Papas nunca se dan saltos llamativos. La historia de los Papas del siglo XX es una historia rectilínea", por lo que se adivina cierto continuismo. El propio prelado ha resaltado que "la Iglesia necesita el Papa que el Señor le va a dar. No va a ser un Papa cuyo pontificado va a estar en contra de lo fundamental de su ejercicio. Conectará con los pontificados anteriores. No hay saltos en el vacío en la historia del pontificado".