ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 13 de febrero de 2013

La frase del día

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ médulas que han gloriosamente ardido,/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrán sentido./ Polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo (1580-1645)

 


Papa

''He sentido, casi físicamente en estos días no fáciles, la fuerza de las oraciones y el amor de la Iglesia que me traéis''
Primera audiencia general del Benedicto XVI tras el anuncio a los cardenales de su renuncia

''Lo he hecho con plena libertad por el bien de la Iglesia''
Benedicto XVI reitera su acto público de renuncia

Renovamos nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor
Homilía de Benedicto XVI en la liturgia del Miércoles de Ceniza

Cardenal Bertone: ''Esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro corazón"
Palabras del secretario de Estado al papa Benedicto XVI en la basílica de San Pedro

Santa Sede

El cónclave será entre el 15 y el 20 de marzo
El papa estará en Castel Gandolfo cuando decaiga el mandato

Educación

Jóvenes, universidad, comunicación de la fe
Conversación con el obispo Enrico dal Covolo, rector de la Universidad Pontificia Lateranense

Familia

Monseñor Lafitte: ''No hay adolescente que no quiera que el primer amor dure para siempre''
Hablamos con el Consejo Pontificio de la Familia sobre el noviazgo, San Valentín y las relaciones preatrimoniales

Liturgia

Cardenal Sarah: "Amar y hacer el bien es asemejarse a Dios"
El presidente del Consejo Pontificio Cor Unum comenta el mensaje cuaresmal del papa

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Beato Jordán de Sajonia
«Tras las huellas de santo Domingo de Guzmán»

Foro

Benedicto XVI. El peso de la cruz
Gracias, amado pontífice


Papa


''He sentido, casi físicamente en estos días no fáciles, la fuerza de las oraciones y el amor de la Iglesia que me traéis''
Primera audiencia general del Benedicto XVI tras el anuncio a los cardenales de su renuncia

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - El Aula Pablo VI está hoy, como cada miércoles, llena de fieles que quieren ver y saludar al papa. Pero en este día la gente está especialmente entusiasmada porque quieren hacer llegar al santo padre papa su apoyo. Los fieles presentes han recibido y hecho sentir su presencia a Benedicto XVI con fuertes y largos aplausos. Los cantos, las banderas y los "Viva el papa" tienen hoy un matiz especial.

Antes de comenzar la catequesis, el pontífice ha querido dirigirse a los fieles y les ha explicado lo que ya anunció el lunes pasado a los cardenales. Esta vez en italiano, "Queridos hermanos y hermanas, como sabéis, he decidido..." --dijo el papa antes de ser interrumpido por los aplausos--. A la conclusión de los mismos, indicó: "Gracias por vuestra simpatía". Y retomó su discurso: "He dedicido renunciar al ministerio que el Señor me ha confiado el 19 de abril de 2005 --ha comenzado el papa. Y aclara a continuación- he hecho esto en plena libertad por el bien de la Iglesia, después de haber rezado mucho y haber examinado delante de Dios mi conciencia, muy consciente de la gravedad del acto, pero también consciente de no estar capacitado para desempeñar mi ministerio petrino con la misma forma que esto requiere. Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, el cual no hará que falte su guía y su cuidado. Doy gracias a todos por el amor y la oración con la que me habéis acompañado. Gracias, he sentido casi físicamente, en estos días no fáciles, la fuerza de las oraciones y el amor de la Iglesia que me traéis. Continuad rezando por el papa y por la Iglesia".

Al terminar la catequesis, los aplausos han durado algo más de lo habitual. Al papa se le veía sonriente, agradecido y tranquilo. Había entrado con inusitada agilidad en la Sala Pablo VI, sin ayuda de bastón ni del brazo de ningún ayudante, con paso firme y seguro. Y, desde luego, con un rostro mucho más distendido que el de este 11 de febrero.

En la síntesis de la catequesis en lengua española ha comenzado recordando que hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Es un tiempo de particular esfuerzo --ha añadido- en nuestro camino espiritual. Además ha recordado que "cuarenta días es el periodo que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública, y donde fue tentado por el diablo.

A continuación ha recordado que reflexionar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto es una invitación a responder a la pregunta fundamental: ¿qué es lo más importante en la vida? ¿qué puesto ocupa el Señor en nuestra existencia? Y ha aclarado: "las tentaciones que afronta Jesús muestran el riesgo de instrumentalizar a Dios, de usarlo para el propio interés, para la propia gloria. Dar a Dios el primer puesto ante las tentaciones requiere 'convertirse'; significa seguir a Cristo de forma que su Evangelio sea guía concreta de la vida" y que solamente 'perdiendo' la vida por su causa la podemos ganar.

Al finalizar su intervención en español, ha dirigido un saludo cordial a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Perú, México y los demás países latinoamericanos. Dentro de este grupo, varios asistentes alzaron folios con letras componiendo la frase: "Gracias, santo padre". "Invito a todos en este tiempo de Cuaresma --dijo- a renovar el compromiso de conversión, dejando espacio a Dios, aprendiendo a mirar con sus ojos la realidad de cada día".

Entre el público, un grupo de universitarios de Comunión y Liberación enarbolaba una enorme pancarta, al fondo de la Sala, con las palabras: "Grazie, Santo Padre". 

Debido a la gran afluencia de personas que quieren ver al papa tras el anuncio de su renuncia, hoy miércoles, 13 de febrero a las 17 horas, Benedicto XVI celebrará el rito de bendición e imposición de las cenizas en la basílica vaticana y no en la basílica romana de Santa Sabina, donde ha tenido lugar habitualmente.

Por la misma razón, el encuentro anual del papa con los párrocos de Roma, programado para mañana 14 de febrero, tendrá lugar en el Aula Pablo VI.

Al final de las intervenciones, y antes de la bendición final, un coro de niños y niñas, tocados con alegres gorras amarillas con el logo de la escuela primaria italiana L'Arca, han cantado una canción que ha emocionado al obispo de Roma. Luego, han hecho tremolar sus gorras, saludando al papa que ha correspondido alzando las manos e improvisando de nuevo unas palabras para ellos: "Gracias por cantar estas canciones tan queridas por mí. Gracias".

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''Lo he hecho con plena libertad por el bien de la Iglesia''
Benedicto XVI reitera su acto público de renuncia

Por Benedicto XVI

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Benedicto XVI ha comparecido hoy ante los fieles en Audiencia General. Lo que había dicho en latín --su fórmula de renuncia--, ante los cardenales del consistorio, lo ha querido repetir hoy ante los fieles del Aula Pablo VI y ante todos los que le acompañaban en directo por la televisión e internet, o quienes accedería a sus palabras a través de los medios posteriormente. Es precisamente uno de los requisitos del Código de Derecho Canónico sobre la renuncia: que lo haga públicamente y declare que es libre al hacerlo. Ofrecemos esas palabras introductorias a la catequesis de esta mañana, que pronunció esta vez en italiano.

*****

Queridos hermanos y hermanas:

Como sabéis he decidido [ante los aplausos que interrumpen su discurso dice: gracias por vuestra simpatía], he decidido renunciar al ministerio que el Señor me confió el 19 de abril de 2005. Lo he hecho con plena libertad por el bien de la Iglesia, tras haber orado durante mucho tiempo y haber examinado mi conciencia ante Dios, muy consciente de la importancia de este acto, pero consciente al mismo tiempo de no estar ya en condiciones de desempeñar el ministerio petrino con la fuerza que éste requiere. Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiarla y cuidarla. Agradezco a todos el amor y la plegaria con que me habéis acompañado. Gracias. En estos días nada fáciles para mí, he sentido casi físicamente la fuerza que me da la oración, el amor de la Iglesia, vuestra oración. Seguid rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará.

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Renovamos nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor
Homilía de Benedicto XVI en la liturgia del Miércoles de Ceniza

Por Benedicto XVI

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - A las 17 horas de hoy, Miércoles de Ceniza, Benedicto XVI celebró en la Basílica Vaticana la Santa Misa con el rito de bendición y de imposición de las cenizas. Publicamos la homilia que el papa ha pronunciado en la Celebración Eucarística, interrumpido en diversos pasajes por los aplausos de una basílica repleta de fieles, entre los que se percibían no pocas lágrimas. Por tercera vez, el obispo de Roma ha aludido a su renuncia al ministerio petrino y ha subrayado que el único Pastor de la Iglesia es Cristo Señor.

*****

¡Venerados hermanos, queridos hermanos y hermanas!:

Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se desgrana a lo largo de cuarenta días y nos conduce a la alegría de la Pascua del Señor, a la victoria de la Vida sobre la muerte. Siguiendo la antiquísima tradición romana de las estaciones cuaresmales, nos hemos reunido para la Celebración de la Eucaristía. Tal tradición prevé que la primera estación tenga lugar en la Basílica de Santa Sabina sobre la colina del Aventino. Las circunstancias han sugerido reunirse en la Basílica Vaticana. Esta tarde somos numerosos en torno a la Tumba del Apóstol Pedro también para pedir su intercesión para el camino de la Iglesia en este particular momento, renovando nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor. Para mí es una ocasión propicia para dar las gracias a todos, especialmente a los fieles de la Diócesis de Roma, mientas me dispongo a concluir el ministerio petrino, y para pedir un especial recuerdo en la oración.

Las lecturas que han sido proclamadas nos ofrecen puntos que, con la gracia de Dios, estamos llamados a convertirse en actitudes y comportamientos concretos en esta Cuaresma. La Iglesia nos vuelve a proponer, sobre todo, el fuerte llamado que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: «Así dice el Señor: volvéos a mí con todo el corazón, con ayunos, con llantos y lamentos» (2,12). Hay que subrayar la expresión «con todo el corazón», que significa desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, de las raíces de nuestras decisiones, opciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad. ¿Pero es posible esto retorno a Dios? Sí, porque hay una fuerza que no reside en nuestro corazón sino que mana del mismo corazón de Dios. es la fuerza de su misericordia. Dice todavía el profeta: «Volved al Señor, vuestro Dios, porque El es misericordioso y piadoso, lento a la ira, de gran amor, pronto a arrepentirse ante el mal» (v.13). La vuelta al Señor es posible como ‘gracia’, porque es obra de Dios y fruto de la fe que nosotros depositamos en su misericordia. Pero este volver a Dios se hace realidad concreta en nuestra vida sólo cuando la gracia del Señor penetra en lo profundo y lo sacude donándonos la fuerza de «lacerar el corazón». Es el profeta una vez más que hace resonar da parte de Dios estas palabras: "Rasgad los corazones, no las vestiduras" (v.13). En efecto, también en nuestros días, muchos están listos para "rasgarse las vestiduras" ante escándalos e injusticias –cometidas naturalmente por otros–, pero pocos parecen dispuestos a actuar sobre el propio “corazón”, sobre la propia conciencia y sobre las propias intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta.

Aquel "convertíos a mí de todo corazón", es una llamada que no solo implica al individuo, sino a la comunidad. Hemos escuchado siempre en la primera Lectura: "Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión; congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a muchachos y niños de pecho; salga el esposo de la alcoba" (vv.15-16). La dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana. Cristo ha venido "para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Cfr. Jn 11, 52). El "Nosotros" de la Iglesia es la comunidad en la que Jesús nos reúne (Cfr. Jn 12, 32): la fe es necesariamente eclesial. Y esto es importante recordarlo y vivirlo en este Tiempo de la Cuaresma: que cada uno sea consiente que el camino penitencial no lo enfrenta solo, sino junto a tantos hermanos y hermanas, en la Iglesia.

El profeta, en fin, se detiene sobre la oración de los sacerdotes, los cuales, con los ojos llenos de lágrimas, se dirigen a Dios diciendo: "¡No entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?" (v.17). Esta oración nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y de vida cristiana de cada uno y de nuestras comunidades para manifestar el rostro de la Iglesia y cómo, algunas veces este rostro es desfigurado. Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la Cuaresma en una comunión eclesial más intensa y evidente, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están alejados de la fe o los indiferentes.

"¡Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación!" (2 Co 6, 2). Las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto resuenan también para nosotros con una urgencia que no admite omisiones o inercias. El término “éste” repetido tantas veces dice que este momento non se debe dejar escapar, se nos ofrece como ocasión única e irrepetible. Y la mirada del Apóstol se concentra en el compartir, con el que Cristo ha querido caracterizar su existencia, asumiendo todo lo humano hasta hacerse cargo del mismo pecado de los hombres. La frase de san Pablo es muy fuerte: Dio "Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro". Jesús, el inocente, el Santo, «Aquél que no conoció el pecado" (2 Co 5, 21), asume el peso del pecado compartiendo con la humanidad el resultado de la muerte, y de la muerte en la cruz. La reconciliación que se nos ofrece ha tenido un precio altísimo, el de la cruz levantada en el Gólgota, donde fue colgado el Hijo de Dios hecho hombre. En esta inmersión de Dios en el sufrimiento humano en el abismo del mal está la raíz de nuestra justificación. El "volver a Dios con todo nuestro corazón" en nuestro camino cuaresmal pasa a través de la Cruz, el seguir a Cristo por el camino que conduce al Calvario, al don total de sí. Es un camino en el cual debemos aprender cada día a salir cada vez más de nuestro egoísmo y de nuestro ensimismamiento, para dejar espacio a Dios que abre y transforma el corazón. Y san Pablo recuerda que el anuncio de la Cruz resuena también para nosotros gracias a la predicación de la Palabra, de la que el mismo Apóstol es embajador; un llamado para nosotros, para que este camino cuaresmal se caracterice por una escucha más atenta y asidua de la Palabra de Dios, luz que ilumina nuestros pasos.

En la página del Evangelio de Mateo, del llamado Sermón de la Montaña, Jesús se refiere a tres prácticas fundamentales previstas por la Ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno; son también indicadores tradicionales en el camino cuaresmal para responder a la invitación de "volver a Dios de todo corazón". Pero Jesús subraya que la calidad y la verdad de la relación con Dios son las que califican la autenticidad de todo gesto religioso. Por ello Él denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento que quiere aparentar, las conductas que buscan aplausos y aprobación. El verdadero discípulo no se sirve a sí mismo o al “público”, sino a su Señor, en la sencillez y en la generosidad: "Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6,4.6.18). Nuestro testimonio, entonces, será más incisivo cuando menos busquemos nuestra gloria y seremos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, el estar unidos a Él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con Él para siempre (Cfr. 1 Co 13, 12).

Queridos hermanos y hermanas, comencemos confiados y alegres este itinerario cuaresmal. Que resuene fuerte en nosotros la invitación a la conversión, a "volver a Dios de todo corazón", acogiendo su gracia que nos hace hombres nuevos, con aquella sorprendente novedad que es participación en la vida misma de Jesús. Nadie, por lo tanto, haga oídos sordos a esta llamada, que se nos dirige también en el austero rito, tan sencillo y al mismo tiempo tan sugestivo, de la imposición de las cenizas, que realizaremos dentro de poco ¡Que nos acompañe en este tiempo la Virgen María, Madre de la Iglesia y modelo de todo auténtico discípulo del Señor! ¡Amén!

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Cardenal Bertone: ''Esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro corazón"
Palabras del secretario de Estado al papa Benedicto XVI en la basílica de San Pedro

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Al final de la liturgia del Miércoles de Ceniza, en la basílica de San Pedro, presidida por Benedicto XVI, el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone ha dirigido unas palabras de agradecimiento al santo padre. Ofrecemos el texto de dicas palabras.

*****

Beatísimo Padre:

Con sentimientos de gran conmoción y de profundo respeto no sólo la Iglesia, sino todo el mundo, han recibido la noticia de su decisión de renunciar al ministerio de Obispo de Roma, sucesor del Apóstol Pedro.

No seríamos sinceros, santidad, si no le dijéramos que esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro corazón. En estos años, su Magisterio ha sido una ventana abierta hacia la Iglesia y el mundo, que ha dejado pasar los rayos de la verdad y del amor de Dios, para dar luz y calor a nuestro camino, también y, sobre todo, en los momentos en que las nubes se adensaban en el cielo.

Todos nosotros comprendimos que precisamente el amor profundo que su Santidad tiene a Dios y a la Iglesia le ha impulsado a este acto, revelando esa pureza de ánimo, esa fe robusta y exigente, esa fuerza de la humildad y de la mansedumbre, junto a un gran valor, que caracterizaron cada paso de su vida y de su ministerio, y que pueden venir solamente del estar con Dios, del estar ante la luz de la Palabra de Dios, del subir continuamente a la montaña del encuentro con Él para volver a descender después a la Ciudad de los hombres.

Santo Padre, hace pocos días con los seminaristas de su diócesis de Roma, usted dijo que siendo cristianos sabemos que el futuro es nuestro, el futuro es de Dios, que el árbol de la Iglesia crece siempre de nuevo. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. Servir a la Iglesia con la firme convicción de que no es nuestra, sino de Dios, que no somos nosotros quienes la construimos, sino que es Él; poder decir con verdad: “Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lc 17, 10), confiando totalmente en el Señor, es una gran enseñanza que usted, también con esta decisión sufrida, nos regala, no sólo a nosotros, pastores de la Iglesia, sino al entero Pueblo de Dios.

La Eucaristía es un dar gracias a Dios. Esta tarde nosotros queremos dar gracias al Señor por el camino que toda la Iglesia ha hecho bajo la guía de su santidad y queremos decirle desde lo más íntimo de nuestro corazón, con gran afecto, conmoción y admiración: gracias por habernos dado el luminoso ejemplo de sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor, pero de un trabajador que ha sabido realizar en todo momento lo que es más importante: llevar a Dios a los hombres y llevar los hombres a Dios.

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Santa Sede


El cónclave será entre el 15 y el 20 de marzo
El papa estará en Castel Gandolfo cuando decaiga el mandato

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Tras una audiencia en la que Benedicto XVI fue ovacionado y en la que dijo "he sentido, casi físicamente en estos días no fáciles, la fuerza de las oraciones y el amor de la Iglesia que me traéis", el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, realizó una rueda en la Sala de Prensa del Vaticano.

“Según la constitución apostólica el cónclave tiene que ser convocado entre el 15 y el 20 del mes de marzo, de acuerdo a lo que dice la Constitución apostólica Universi Dominici Gregi” indicó el padre Lombardi.

Cuál será el título que tendrá Benedicto XVI después de su renuncia, “aún no ha sido decidido” precisó, y “ni siquiera me siento de hacer hipótesis fiables” dijo. Aunque días atrás no descartó la posibilidad que se usara 'obispo emérito de Roma', como había sido propuesto por un periodista.

El papa viajará el 28 por la tarde en helicóptero a Castel Gandolfo: “No creo que haya ninguna ceremonia en el momento del decaimiento del mandato –añadió el portavoz– pues la renuncia fue ya hecha, y fijado el momento del final del mandato”.

Sobre lo que percibió entre la gente, el portavoz comentó: “El estado de ánimo fundamental para muchos, veo que es de sorpresa y reflexión sobre esta decisión, y de lo que comporta para la Iglesia”. A mi me suscita un sentimiento de gran admiración por esta decisión humilde, sabia, corajosa y responsable del santo padre”. Y añadió: “Siento admiración por esta decisión del papa que ha vivido su ministerio adecuadamente hasta hoy con sus exigencias, y que utilizó esta posibilidad contemplada por el derecho canónico, con gran espíritu de fe por la Iglesia”.

Sobre la audiencia de esta mañana, recordó que el papa “ha vuelto a proponer lo sustancial de su renuncia, si bien ahora pronunciado en un idioma corriente como es el italiano”, dijo el portavoz, y reiteró que fue “en plena libertad y por el bien de la Iglesia”.

Indicó que la frase “Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, el cual no hará que falte su guía y su cuidado” significa “que si alguien se siente desorientado, que sepa que su renuncia está fundada en un clima de fe y de certeza por su Iglesia, una fe que da serenidad y confianza al pueblo de Dios”. “Me volvieron a la mente --prosiguió Lombardi- diversas veces que el papa me dijo que sentía el fuerte apoyo de los fieles”.

A una pregunta de ZENIT sobre si Benedicto XVI podrá hacer alguna declaración pública, una vez se haya retirado, el padre Lombardi respondió: "Pienso, hipotizando sobre el asunto, que no sería ahora lo mejor justo ahora". 

Respecto a la estancia del papa en una monasterio dentro del Vaticano, como opuesto a permanecer en otro lugar fuera del Vaticano, dijo: "Los cardenales se alegrarán de tenerle cerca de la Iglesia, y el apoyará el servicio de su sucesor en la Curia Romana con su presencia espiritual".

El portavoz reiteró que el calendario de empeños que tiene el papa, se mantiene casi íntegro, iniciando hoy con la celebración del Miércoles de Ceniza, en la basílica de San Pedro y no en Santa Sabina como de costumbre, debido a la gran cantidad de fieles que se esperan.

Mañana jueves, en el Aula Pablo VI, está confirmado el encuentro de Benedicto XVI con los seminaristas de Roma, y el viernes la audiencia al presidente de Rumanía y con los obispos de la región italiana de Liguria.

El sábado 16, el santo padre recibirá al presidente de Guatemala, y a los obispos de la Región de Lombardía. Y por la tarde tendrá una audiencia personal con el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Mario Monti.

El domingo 17, el papa recitará el Ángelus y este día inician los ejercicios espirituales de la Semana Santa, junto con la Curia Romana, dirigidos por el cardenal Gianfranco Ravasi. Por lo tanto esa semana no hay empeños.

El sábado 23, concluirán los ejercicios espirituales, y ese día encontrará al presidente Giorgio Napolitano. El domingo 24, será el Ángelus y el lunes 25 recibirá a cardenales. En cambio, ese día, se anula el encuentro con los obispos de la región italiana de Las Marcas. El martes 26, el papa tendrá un día libre de empeños públicos. El miércoles 27, será la Audiencia General, y si el tiempo lo permite será en la plaza de san Pedro. Al día siguiente, jueves, en la Sala Clementina el papa mantendrá un encuentro con los cardenales. Y el jueves 28 por la tarde, se trasladará a la residencia de descanso pontificia de Castel Gandolfo.

El portavoz indicó también que fue nombrado vicecamarlengo, monseñor Giuseppe Sciacca. E indicó que es posible que en los próximos días sea nombrado el presidente del Instituto de las Obras Religiosas (IOR).

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Educación


Jóvenes, universidad, comunicación de la fe
Conversación con el obispo Enrico dal Covolo, rector de la Universidad Pontificia Lateranense

Por Hajnalka Horvath

ROMA, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - En estos últimos años han sido numerosos los mensajes procedentes del santo padre Benedicto XVI y de los órganos de la Iglesia que se dirigen cada vez con más atención a los jóvenes. Basta pensar, entre otros muchos, al mensaje del papa Benedicto para la Jornada Mundial de la Paz de 2012 titulada: "Educar a los jóvenes en la justicia y la paz", o en la reciente plenaria del Pontificio Consejo de la Cultura del 2013, con el tema: "Culturas emergentes juveniles". Para comprender los cristianos del mañana, en síntesis, es importante conocer y sostener a los jóvenes de hoy.

Hemos pedido algunas consideraciones al respecto al obispo titular de Eraclea, Enrico dal Covolo, rector de la Universidad Lateranse.

Se ha celebrado hace poco la Jornada de las Vocaciones y de la Vida Consagrada. Usted antes que todo es sacerdote, salesiano y rector de la universidad del papa. ¿Qué significa su vocación de salesiano al servicio de la Lateranse?

--Mons. Dal Covolo: Fui enviado a esta universidad sobre todo para estar la servicio de los jóvenes y para la promoción de la cultura académica, orientada al crecimiento de los jóvenes, de los estudiantes y en consecuencia también de los profesores de esta universidad. Creo también que los jóvenes son mi patria determinante. Muchas veces digo que la universidad si está, si exite, es por los jóvenes y para los estudiantes, no es de por sí para los profesores. Esta dirigida al crecimiento de los jóvenes y por esto me encuentro como en casa porque esta es la vida que he elegido como salesiano: hacer de ellos, según el proyecto de Don Bosco, ciudadanos honestos y buenos cristianos, trabajando según el sistema que Don Bosco nos ha enseñado, basado en la razón, en la religión y en la bondad.

En el discurso del inicio del año académico 2012/2013, usted subrayó la importancia de la pastoral universitaria en el itinerario formativo de los estudiantes. ¿Cuáles son las tareas principales de estas actividades para que se pueda ayudar a los jóvenes a entender su vocación?

--Mons. Dal Covolo: La pastoral universitaria es sobre todo un acompañamiento. "You to you", "tu a tu" con los jóvenes, para que, en esta experiencia académica, se les facilite descubrir el diseño global, el proyecto de vida que el Señor les indica. No es un camino fácil, se trata de proceder con el discernimiento y de capacitar a los jóvenes para que se hagan la pregunta justa, la única pregunta: "Señor, ¿qué quieres que haga con mi vida?" A menudo recomiendo a los jóvenes que sus proyectos personales estén centrados en esta pregunta: "Señor, ¿que quieres que haga con mi vida? Precisamente por esto, durante el año académico, hemos iniciado una experiencia sin duda muy interesante de pastoral universitaria: la nueva convivencia de Casa Zaqueo. Una casa en el centro de Roma donde doce de nuestros jóvenes, chicos y chicas de la universidad, se han comprometido a un proyecto de vida comunitaria, dedicada precisamente a esta pregunta central: "Señor, ¿que quieres que haga con mi vida?"

Benedicto XVI ha dedicado este año a la Fe. En este contexto usted ha establecido que este año académico estuviese dedicado a la comunicación de la fe. ¿Qué se entiende por comunicación de la fe en estos tiempos?

--Mons. Dal Covolo: Aquí tengo que hacer algunas precisiones. El proyecto de los cuatro años de mi rectorado está marcado por cuatro palabras clave: la primera es "la emergencia educativa" y esto ha guiado el año académico 2010/2011. La segunda palabra es la "formación de los formadores" como respuesta precisamente a la emergencia educativa; este compromiso ha subrayado de forma especial el año académico 2011/2012. Por lo tanto hay otras dos vías que yo considero prioritarias, dos medios particularmente eficaces para alcanzar el objetivos que nos hemos propuesto, que es justo la formación de los formadores como respuesta a la emergencia educativa. Y estas dos vías, estos dos medios privilegiados, son la "pastoral universitaria", de la que ya hemos hablado, y a la que dedicaremos el próximo año académico 2013/2014, y "la comunicación", de la que nos estamos ocupando de una forma especial en este año 2012/2013. Pero este es también el Año de la Fe, y así hemos pensado titular este año académico 2012/2013 precisamente como el año de la comunicación de la Fe. Haciéndolo así, hemos entendido también como superar una posible equivocación.

Trasmitir la Fe ciertamente es importante y decisivo, pero nosotros no queremos que con el término "trasmitir la Fe" se aludiese solamente y simplemente a un problema de contenidos a transmitir, es decir el aspecto objetivo de la fe. Nosotros estamos convencidos, según la gran lección de los Padres, que existe también un aspecto subjetivo, que es testimoniado, junto al objetivo, que es transmitido. Por lo tanto, las dos cosas juntas, transmitir y testimoniar, nos han hecho elegir esta expresión "comunicar la Fe", comunicarla en su sentido completo, tanto en lo que se refiere a los aspectos objetivos, es decir el catecismo; como en lo que se refiere a los aspectos subjetivos, es decir el testimonio personal de la fe cristiana.

¿Cómo es la relación de la Iglesia con los nuevos medios de comunicación?

--Mons. Dal Covolo: La relación es de gran apertura. Basta leer mensajes como el último del Papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Son mensajes de amplio alcance. Por otra parte también debo admitir que estamos todavía al comienzo. Es necesario que dediquemos más tiempo y energías a este ámbito. Por esto precisamente nosotros, el 14 de febrero, daremos comienzo a otra iniciativa. Inauguraremos el master de Digital Journalism, al que asistirán unos 30 alumnos que aprenderán de los mejores expertos de la comunicación digital. Durará hasta el mes de diciembre de este año, a caballo entre los dos años académicos. Es un programa muy ambicioso. Lo proponemos al servicio de la sociedad y de la cultura, pero también con una motivación eclesial

Nos hemos dado cuenta de una urgencia: muchas revistas, boletines parroquiales o revistas diocesanas tienen dificultad con el soporte escrito y cada vez es menos posible, también por los costes que supone, ir adelante en esta dirección. Cada vez más se advierte la urgencia de pasar al digital. Queremos capacitar a estas treinta personas de forma que puedan también ofrecer un servicio competente en la gestión de esta particular emergencia que se ha creado en la Iglesia.

Las nuevas formas de comunicar la Fe, ¿cómo inciden en la vocación de los jóvenes y en su percepción de ésta? (O, ¿cómo ha cambiado, si ha cambiado, la forma de vivir la vocación?)

--Mons. Dal Covolo: Es necesario recordar lo que muy justamente dice el papa en el mensaje por la paz de 2012. En este mensaje se evocaba la estrecha unión que existe entre educación y comunicación. Decía el papa que la educación y la comunicación son amplias zonas de interferencia directa y explícita. Lo mismo se puede decir respecto a la vocación y a la comunicación: es decir la existencia de amplias zonas de interferencia recíproca. Cuando planteo la pregunta: "Señor, ¿qué quieres que haga con mi vida?", está clara la invitación al joven a abrirse generosamente a la comunicación, a abrirse al otro. Cierto al otro con mayúscula, pero también a los otros que son nuestro prójimo.

Usted ha realizado recientemente un viaje a Medio Oriente, para visitar los institutos que están afiliados a la Lateranense. ¿Tuvo ocasión de encontrarse con jóvenes y de hablar con ellos?

--Mons. Dal Covolo: Naturalmente, porque una de las instancias previstas era precisamente el coloquio directo con los estudiantes. Así los he reunido y he tenido también la ocasión de un coloquio "tu a tu" con muchos de ellos. Me he dado cuenta con gran satisfacción y con gran esperanza, en este viaje a Medio Oriente, que los jóvenes de nuestros centros afiliados estudian bien y con un objetivo muy claro, el de ser capaces de actuar para edificar una sociedad, una civilización mejor. Y cuando digo mejor quiero decir sobretodo en la vertiente de la paz, el diálogo cultural e interreligioso, para construir un tejido social que sufra menos, con menos conflicto. Creo que en este momento entre los valores más sentidos por los jóvenes en Medio Oriente, está, en absoluto, el valor de la paz. Ciertamente con todo lo que lo rodea como educarse y ser eficaces promotores de paz, de aquí también el estudio apasionado de la doctrina social de la Iglesia que se va cumpliendo en estos centros.

Fundamentalmente está también el diálogo interreligioso porqué está la convicción en estos jóvenes, que yo creo justa, que el diálogo mejor y más eficaz es el de construir precisamente sobre bases culturales sólidas: precisamente aquí se juega la posibilidad del encuentro respetuoso y tolerante. Por desgracias con las franjas extremistas y fundamentalistas esto no es posible.

Por tanto, ¿son estos valores principales con los que se identifican los jóvenes cristianos en Tierra Santa?

¡Sobre todo el valor de la paz! Pero hay alrededor también muchos otros valores para conseguirla. Una capacidad de servicio y de don de sí. Me conmueve mucho y me entusiasma el hecho que estos jóvenes no estudian tanto para sí mismo, es decir que no se cierran en tu torre de marfil de una cultura aséptica, sino que buscan lo contrario, poner sus nociones, el estudio que hacen, al servicio de este proyecto social de mejor convivencia.

En Medio Oriente es especialmente importante --como ha señalado usted- el diálogo interreligioso en el nuevo proceso de evangelización. Esto es naturalmente una tarea primordial también para los jóvenes cristianos. ¿Cómo afrontan este tema estos institutos afiliados a la Lateranense?

--Mons. Dal Covolo: Lo afrontan en base a las características propias del Centro académico al que nos referimos. Sin embargo, una instancia compartida y común es la de un conocimiento recíproco mayor, es decir, conocer mejor por ejemplo los textos de referencia de las religiones de las que se habla, conocer mejor las tradiciones de estas religiones, buscar entender más para entenderse más. Nosotros tenemos los Centros que se ocupan del diálogo de una y otra religión: por ejemplo en la Domus Galilaeae, en la que tenemos un Instituto afiliado de estudios teológicos, el Seminario Redemptoris Mater, se ha especializado de una forma particular, por indicación del papa Beato Juan Pablo II, en el diálogo judeocristiano. En este contexto, por tanto, se lleva adelante el hilo de este tipo de diálogo. Por dar otro ejemplo, en la Universidad Saint-Joseph de Beirut he visto que se cultiva más el diálogo con la religión islámica. Estas son las característica propias de cada Centro. Pero podemos decir que es una constante, un denominador común que se comparte que es este: una conocimiento mayor, un respeto recíproco, el deseo de entenderse más.

¿Que auguraría a los jóvenes que están buscando su vocación?

--Mons. Dal Covolo: ¡Lo que digo siempre! No tengan miedo de aceptar lo que el Señor señala como su camino, aunque a primera vista pueda comportar grandes sacrificios, pero se debe partir de la conciencia de que la propia felicidad más grande puede hacerse realidad solo en esta dirección, es decir que nuestra felicidad más grande se realiza en la obediencia al proyecto que Dios tiene sobre nosotros. Cualquier otro camino no conduce a la felicidad. Aún cuando el Señor haga propuestas empeñativas. Podemos pensar en las vocaciones consagradas, en las vocaciones misioneras, en las vocaciones de especial servicio en la Iglesia y en el pueblo de Dios: ciertamente esto comporta muchos sacrificios, sin embargo –si una persona es llamada a este camino– es la única vía para lograr la verdadera felicidad, que auguro siempre a los jóvenes. La verdadera felicidad coincide con la santidad: es decir, ser felices aquí y allá.

El 31 de enero se celebró san Juan Bosco. ¿Como festejaron los salesianos a su fundador que fue un verdadero protector de los jóvenes?

--Mons. Dal Covolo: Ciertamente según las proprias culturas locales. He visto, siguiendo los varios servicios de la agencia de noticias salesianas, que hubo una avalancha de festejos en honor de Don Bosco diría muy bien marcados por la situación local en la que se dan tales festejos. Hay sin embargo una especie de elemento común que liga a los festejos este año, la preparación con señas cada vez más marcadas del 2015, de los 200 años del nacimiento de nuestro fundador. El rector mayor señaló estos años, este trienio que nos acerca al 2015, como años de preparación específica guiados por un programa. Cada años se propone cierto aspecto de la espiritualidad de Don Bosco y de su santidad, de su carisma, a profundizar. Y así la celebración de este año está orientada a subrayar la característica fundamental de la misión de Don Bosco: la pedagogía salesiana basada en el sistema preventivo.

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Familia


Monseñor Lafitte: ''No hay adolescente que no quiera que el primer amor dure para siempre''
Hablamos con el Consejo Pontificio de la Familia sobre el noviazgo, San Valentín y las relaciones preatrimoniales

Por H. Sergio Mora

ROMA, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - San Valentín se festeja en todo el mundo. En la ciudad italiana de Terni, tierra de este santo, durante la fiesta patronal se congregan miles de enamorados que se juran fidelidad sobre la tumba del santo, además de las personas que celebran las bodas de plata y de oro. Más allá de las promesas y la ocasión para intercambiarse regalos hay algo muy profundo.

ZENIT se lo pidió al número dos del Pontificio Consejo de la Familia, monseñor Jean Laffitte, y del Pontificio Instituto Juan Pablo II

¿Cuál es el sentido más profundo del noviazgo?

--Mons. Laffitte: El noviazgo tiene un sentido muy profundo, inicia cuando dos jóvenes que sienten amor el uno por el otro, que se han declarado y que experimentan el deseo de vivir juntos por toda la vida, quieren casarse.

Inicia así para ellos un cierto tiempo de preparación y la Iglesia lo prevé antes del matrimonio. Entretanto es un tiempo que tiene un particular sentido, porque es el tiempo de la promesa y no el de vivir juntos.

¿Hay diferencia entre ser novios y convivir, como sucede muchas veces en Occidente?

--Mons. Laffitte: Hay una buena diferencia, la promesa no es aún el compromiso definitivo, por lo tanto no crea un derecho absoluto para la vida común futura. Significa caminar juntos para que el compromiso se realice en las mejores condiciones posibles. Indica un tiempo de preparación, de crecimiento, profundización y maduración. El sentimiento tiene que transformarse en una decisión libre de empeñarse por toda la vida, porque el noviazgo no es donarse si mismo, sino que prepara para el don de si mismo.

¿Hoy cuál es el problema?

--Mons. Laffitte: La falta de conciencia que existe entre la promesa y el gozar de los bienes propios del matrimonio, o sea la convivencia. Cuando dos jóvenes se quieren y conviven, ya están teniendo un bien que solamente el matrimonio podría ofrecer. El don de si mismo por el otro significa que el futuro de uno le pertenece al otro, y el otro entra en mi libertad y en mi futuro. En cambio cuando se convive, cuando aparece una dificultad uno puede decir: 'hemos pasado un lindo tiempo junto, quedémonos como amigos'.

¿Y cuáles son las consecuencias de una convivencia pre matrimonial?

--Mons. Laffitte: Es doble. Primero porque uno no se prepara debidamente al don de si mismo y se ha apropiado de la disponibilidad del otro de manera indebida. Y el segundo problema es una situación –y las madres de familia me entenderán bien-- que es más desfavorable para las jóvenes que para los muchachos. Porque no dan la misma cosa, mientas que en el matrimonio ambos tienen que dar. No hay igualdad de expectativas.

¿El invierno demográfico es favorecido por esta convivencia prematrimonial?

--Mons. Laffitte: Seguramente, porque esto atrasa mucho el nacimiento del primer hijo y además porque se toma la costumbre de vivir la sexualidad afuera de la apertura a la vida, por lo tanto con métodos anticonceptivos, para no decir nada peor. Y usar la propia sexualidad en la modalidad contraceptiva hace que las personas no se preparen al don de acoger la vida.

Es curioso además ver que las parejas que convivieron por un cierto número de años, cuando se casan tienen una tendencia a la separación y al divorcio en los dos primeros años. Es raro...


Las relaciones pre matrimoniales con efectos colaterales pesados...

--Mons. Laffitte: Mientas se presenta a la convivencia como una manera inocente para que se conozcan bien, en verdad no lo es. Y cuando se casan descubren que no tienen más la libertad que existía antes. En cambio
tuvieron la totalidad del gozo o de la retribución afectiva de la persona del sexo opuesto. Los estudios demuestran que hay más hipofertilidad en esos casos, quizás un fenómeno psicológico, o relaciondado con la edad o porque cuesta más.

¿Cómo vivir bien la fiesta de San Valentín?

--Mons. Laffitte: Más allá del lado festivo, uno se debe preguntar, ¿que me espero de la relación amorosa que tengo? ¿cuál es el verdadero deseo de mi corazón? Y los adultos y acompañadores que siguen a los jóvenes que se van a casar les tienen que ayudar a entender cuál es la expectativa más profunda.

¿Hay una dimensión del amor y de la fidelidad que está en la naturaleza humana?

--Mons. Laffitte: Juan Pablo II decía que el mayor de los deseos es el de amar y ser amado, y él se refería a la dimensión fundamental de la vida. No existe por ejemplo, ningún adolescente del mundo que cuando se enamora por la primera vez, digamos a los 16, 17 años, no tenga el deseo que lo que está viviendo dure toda la vida. El deseo de un amor para siempre es enteramente natural en el hombre.

Cuando se ayuda a los jóvenes a interrogarse qué quieren realmente, entonces se dan cuenta que el 'flert' en una noche en la discoteca o en la universidad pudo ser divertido pero no sació le deseo que existe en su corazón.

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Liturgia


Cardenal Sarah: "Amar y hacer el bien es asemejarse a Dios"
El presidente del Consejo Pontificio Cor Unum comenta el mensaje cuaresmal del papa

Por Jose Antonio Varela Vidal

ROMA, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Como se sabe, el mensaje de Cuaresma de Benedicto XVI fue presentado recientemente por el Consejo Pontificio Cor Unum. Para profundizar sobre el contenido del mismo, ZENIT entrevistó al cardenal Robert Sarah, presidente del dicasterio dedicado a la caridad del papa.

¿Cómo puede vivir el creyente esta Cuaresma a través de la práctica de la caridad?

--Cardenal Sarah: La Cuaresma es un tiempo favorable, que la Iglesia nos ofrece, con el fin de fortalecer nuestra relación con el Señor. Debemos recordar, sin embargo, que nuestra relación con Dios se intensifica en la oración, en la vida sacramental, especialmente a través de la Eucaristía: fuente de amor y de donación de nosotros mismos a los demás. Desde el acto sublime de la entrega de Cristo en la cruz, cada creyente está llamado a vivir su vida ofreciendo todo su ser a los hermanos y hermanas. Y la práctica de la caridad es una forma concreta a través de la cual el creyente puede recibir a Cristo en su vida cotidiana, abrazando las necesidades de su hermano. No se debe olvidar que cada acto de caridad cristiana, no es solamente un apoyo material, sino un reconocer de modo concreto en el hermano necesitado el rostro de Jesús pobre y sufriente. Quien realmente ama a los pobres, ama a Jesús.

El papa dijo en su mensaje que el amor nunca será una realidad acabada, completa. Entonces, ¿Cuándo habremos terminado de hacer el bien?

--Cardenal Sarah: El amor y la bondad son como Dios. No tienen fin. Nunca dejas de amar y hacer el bien, porque amar y hacer el bien es asemejarse a Dios. Eterno es su amor por nosotros, dice el Salmo 118. La afirmación del apóstol Juan: "Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene" (1 Jn. 4,16), que es el tema del mensaje de la Cuaresma de este año, subraya que el amor de Dios no es una realidad abstracta, sino de la cual se puede experimentar en la vida. Dios es Amor, como nos recuerda el santo padre en su primera encíclica; por lo que cualquier persona que quiera unirse a Él profundamente, solo puede hacerlo a través del amor. A lo largo de nuestra vida como cristianos estamos llamados a adherirnos constantemente al mandamiento nuevo de Jesús de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, para que de esta manera llevar a buen término nuestra vida. La Pascua destaca el amor total y constante que Dios tiene por el hombre. Nos ha amado hasta dar vida y nos amó hasta el final. En la cruz, incluso ha perdonado a sus perseguidores. Cristo mismo, por lo tanto, nos dijo con su vida que estamos llamados a amar para siempre. Nunca podremos afirmar que hemos amado lo suficiente. Quien quiere conocer el amor debe amar siempre.

El texto advierte de una exagerada supremacía de la caridad, definiéndola como un activismo moral. ¿En qué lugares en la Iglesia habría el riesgo de tal activismo moral?

--Cardenal Sarah: En el mensaje del santo padre para la Cuaresma de este año, se subraya la importancia de mantener unidas, de vivir todos los días, las dos virtudes teologales de la fe y la caridad. Si solo se da importancia a la caridad, es evidente que esta última viene reducida a un activismo moralista, a un hacer el bien que de alguna manera actúe como un consuelo a la conciencia. Por lo tanto, los actos de caridad deben partir siempre de la fe si se quiere permanecer en plena comunión con el Señor. El riesgo de activismo moral, por lo tanto, se presenta en todos aquellos entornos que presentan el compromiso caritativo, separándolo de la oportunidad de presentar el amor de Dios, como un modo en última instancia, de hacer presente a Dios. Cuando en el propio actuar no se parte de la fe, las acciones de caridad se reducen a pura forma de asistencialismo.

Para leer el Mensaje de Benedicto XVI por la Cuaresma 2013: www.zenit.org/es/articles/creer-en-la-caridad-suscita-caridad

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Beato Jordán de Sajonia
«Tras las huellas de santo Domingo de Guzmán»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Sería un error subestimar el juicio de las gentes sencillas cuando aclaman espontáneamente a una persona que refleja con su vida el Evangelio. El sentimiento popular no hace más que colocar en el candelero las virtudes que ratifican la autencidad de una entrega, esa que en numerosas ocasiones ha tenido en cuenta la Iglesia para encumbrar a los altares a los que el pueblo había canonizado previamente en su corazón. El olfato espiritual de los testigos contemporáneos de Jordán, que le hicieron acreedor de su veneración, era formidable. No hay más que examinar sus escritos para constatar su finura y sagacidad, la profundidad y capacidad de penetración mística que destilan. Gran parte de su existencia aparece ligada a la de santo Domingo, a quien sucedió como maestro general de la Orden. Pero este insigne teólogo alemán, como todos los que han dado respuesta a la llamada de Cristo, tuvo su particular trayectoria en el camino de la perfección. ¿Cómo llegó a la vida religiosa?, ¿qué factores influyeron en su decisión? Partía con multitud de prebendas humanas, pero tenía que conquistar el único tesoro: a Dios.

Había nacido en el castillo de Burgberg (Westfalia) hacia el año 1176, propiedad de su ilustre familia, los condes de Eberstein. Trasladado a París para cursar estudios cuando tenía alrededor de 30 años, el patrimonio vital y espiritual que llevaba consigo: «inteligencia viva, noble voluntad, corazón generoso y siempre dispuesto a la ayuda» fue significativo no solo en el camino que habría de tomar sino en sus estudios que le llevaron a convertirse en un afamado maestro en artes y bachiller en teología el año 1219. Justamente ese año, el fundador de los dominicos predicaba en el convento Saint-Jacques de París. Jordán pudo conversar con él en dos significativas ocasiones. Fue un momento propicio para su vida, absolutamente providencial, ya que su corazón andaba inquieto buscando la vía espiritual que debía seguir.

Dios escuchó sus súplicas y anhelos, y le respondió a través de Domingo que le explicó las características del carisma dominicano. Quedó seducido por sus palabras, y manifestó su deseo de ordenarse diácono. El fundador lo acogió con prudencia y respeto, cuidando con verdadero mimo esta pujante vocación. El paso definitivo del beato en su compromiso fue la prédica de Reinaldo de Orleans en 1220, tras la cual ingresó en los dominicos abrazándose al ideal de pobreza y estudio del que se había enamorado. A partir de ese momento, ya se le identifica en el capítulo general de la Orden, que tuvo lugar en Bolonia ese mismo año, dos meses más tarde de haber tomado el hábito. Allí le encomendaron la docencia de Sagradas Escrituras en París. Al año siguiente pusieron bajo su responsabilidad la provincia de Lombardía. Es obvio que veían en él a un hombre íntegro, formado, piadoso, con rasgos dignos de confianza y signos de esperanza para el futuro de la fundación. Y de hecho, en 1222, tras la muerte de Domingo acaecida en agosto de 1221, pusieron bajo sus hombros la bellísima, y a la par delicada misión, de seguir los pasos del fundador manteniendo vivo su carisma como maestro general de la Orden.

Mientras se hallaba en Bolonia, ciudad en la que fundó el convento de santa Inés el año 1223, había instituido el rezo de la Salve Regina efectuado después de la oración de completas, que más tarde se haría extensivo a toda la Iglesia. La elección que había recaído sobre él fue ciertamente inspirada, porque con su fidelidad y amor al fundador dirigió la Orden «con sabiduría, equilibro y sagacidad poco comunes». La vivencia de la caridad, la alegría, la humildad, el amor al estudio, la unidad y colegialidad fueron algunos de sus rasgos característicos. Era un celoso defensor del Evangelio, apóstol infatigable que viajó incesantemente dentro y fuera de Europa. Los frutos de su apostolado se cuentan por un millar de vocaciones, muchas de ellas surgidas entre personas bien preparadas intelectualmente. Entre otros, se señala a san Alberto Magno. Es el primer biógrafo de santo Domingo de Guzmán, y promotor de su canonización. Es autor del Libellus, crónica sobre el origen de la Orden, de las Constituciones, de numerosas cartas, sermones y escritos de carácter doctrinal, además de comentarios al Apocalipsis y otros de carácter filosófico-teólogico; todo ello sin contar las obras que se perdieron. Fue un experto en el evangelio de san Lucas. Gregorio IX lo tuvo entre sus dilectos consejeros.

Mantuvo una importante correspondencia epistolar con religiosas de distintas órdenes. Es significativa la que dirigió a santa Inés de Bolonia, a santa Lutgarda de Aywières y a Diana de Andaló. Estas dos últimas fueron dirigidas por él. En una de sus cartas a Diana decía: «Quienes deseamos llegar a la inmortalidad futura, hemos de conformarnos de algún modo, ya en el presente, con aquella vida venidera, poner nuestros corazones en el poder de Dios y trabajar según nuestras posibilidades para afianzar en el Señor toda nuestra esperanza. De este modo imitaremos en lo posible a Dios en su estabilidad y quietud. Él es un refugio seguro que nunca falla y siempre permanece…». El Padre le llamó junto a sí al regreso de uno de sus múltiples viajes apostólicos. Justamente procedía de Tierra Santa, y se encaminaba a visitar a la comunidad de Nápoles cuando el barco que lo traía naufragó en las costas de Siria frente a Ptolemaida (San Juan de Acre, actual Akko). Era el 13 de febrero de 1237. Junto a su vida, además de perderse la de 99 personas, murieron también otros dos frailes que le acompañaban. Sus restos, rescatados del mar, fueron enterrados en esa ciudad, siendo objeto de culto de forma inmediata, culto confirmado por el papa León XII el 10 de mayo de 1826. Desde 1955 es el patrón de la obra de las vocaciones dominicanas, determinado así por el capítulo general celebrado ese año.

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Foro


Benedicto XVI. El peso de la cruz
Gracias, amado pontífice

Por Isabel Orellana Vilches

MáLAGA, 13 de febrero de 2013 (Zenit.org) - El 11 de febrero de 2013, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, forma parte ya de la historia de la Iglesia y del mundo, por ser la fecha elegida por un pontífice, tan amado como denostado según el prisma de que se trate, para presentar su renuncia. Una noticia impactante, inesperada, que ha dado la vuelta al mundo suscitando toda clase de emociones y comentarios. Para los católicos de pro un hecho conmovedor que sitúa a este papa en el frontispicio de la humildad y de la inocencia evangélicas. Si todavía existe alguien que dude de la grandeza de este hombre menudo, que tras sus rasgos de timidez esconde una fortaleza y temple admirables, hoy, el día después, debería comenzar a recapacitar y tomar en consideración el trasfondo que encierra una decisión de esta magnitud. Porque quien ha dado este paso no es una persona inconsciente, quejumbrosa y débil. Por el contrario, el que todavía es Vicario de Cristo en la tierra tiene tras de sí un bagaje espiritual, intelectual y humano que no puede traducirse con palabras, y del que ya ha dejado constancia fehaciente en su imponente trayectoria.

El tiempo, que todo lo pone en su sitio, juzgará con la objetividad que procede la gracia que comenzó a derramarse sobre la Iglesia el 19 de abril de 2005 cuando se convirtió en el 265 pontífice. Ese día el peso de la cruz comenzó a ser casi tangible para él. Simplemente el hecho de haber asumido nada menos que la prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante décadas, misión que le ponía en el punto de mira de los críticos de turno por tratarse de un dicasterio que suscitaba abiertas reticencias, apuntaba en su contra. Estos censores de conductas ajenas, que con su acostumbrada miopía no supieron atisbar la hondura que le acompañaba, se limitaron a calificarle, de forma tan sesgada como equívoca, de conservador con acento peyorativo, y hoy han modificado sin rubor este calificativo reemplazándolo por el de revolucionario. Lo señalaron como alguien alejado de la realidad y necesidades de su tiempo, y otras presuposiciones basadas en múltiples prejuicios. Todo ello, junto a la comparación con su predecesor el beato Juan Pablo II, fulgurante en su personalidad frente a la escasa notoriedad que se vislumbraba en él, parecía convertir su pontificado en una especie de losa. Incluso se apuntaba a su incapacidad para conducir la Iglesia por las vías que cada uno pensaba debía discurrir –pura osadía–, haciendo dudar de la eficacia de su labor pastoral antes incluso de que comenzara a ejercerla. Fueron errores de peso que enseguida quedaron descalificados.

Benedicto XVI, el brillante intelectual respaldado por un currículum de infarto, el sacerdote virtuoso y fiel a Cristo en todo momento, dio una gran lección al mundo con toda humildad y sencillez. Supo afrontar estas circunstancias adversas con ejemplar serenidad, delicadeza, sin conatos de rivalidad, envidias, ni otros desmanes que ajenas intenciones, y no buenas precisamente, vertieron sobre él desde el primer instante. Ahí está su elegancia puesta de manifiesto en una cálida sonrisa con la que se asomó a su ventana, sonrisa que ha iluminado momentos de alta tensión y complejidad estos años, tras la cual difícilmente se hubiera podido vislumbrar la envergadura de la delicada misión que llevaba sobre sus hombros. Porque los gestos de este pontífice siempre han sido entrañables, cercanos, conciliadores, amables en cualquier situación, ponderados y dispuestos a acoger toda miseria con inmensa ternura. Si dudan de ello, busquen en las hemerotecas declaraciones e imágenes; examinen minuciosamente los pasos que ha dado. Los medios de comunicación acumulan millares de testimonios al respecto. Hoy día se cumple en gran medida el aserto evangélico cuando dice que todo lo oculto saldrá a la luz. El papa se ha extendido con tanta largueza y sencillez como naturalidad, todo lo cual en conjunto remite a la idea de una responsabilidad que hubiera podido parecer infinitamente más liviana de lo que realmente es y ha sido. Pero todo eso no le libera del peso de la cruz, compartida con Cristo, que ha cargado obedientemente sobre sus espaldas sosteniendo a la Iglesia.

En ese espacio recóndito, inviolable, en el que únicamente penetra Dios cuando la criatura se dirige a Él, el papa en su soledad, sin tener donde reclinar su cabeza, hincado de rodillas ante el sagrario, habrá meditado largamente y no sin dolor en esta ponderada resolución que debía tomar. Simplemente esta escena conmueve poderosamente aunque solo fuera por tratarse de alguien que por edad y vencimiento progresivo de las facultades –ley de vida–, pero en toda su conciencia, conoce mejor que nadie la trascendencia de la misma. Si a eso se le añade su amor a la Iglesia que lleva clavada en lo más hondo de su ser no cabe duda de que el aguijón del sufrimiento que comporta pensar en los demás por encima de uno mismo ha debido tener cotas inmensas. Eso da idea también de la fragilidad que advierte en su persona y de la humildad con la que la ha afrontado aún sabiendo que es espectáculo para el mundo. Es un gesto humano, como también se ha destacado, de innegable valentía que merece todo respeto.

La historia extraerá las notas de una sinfonía de entrega ejecutada con indiscutible maestría por este esteta, sensible a la música y al arte, extraordinario maestro de la moral, este hombre de Dios que ha llevado a la Iglesia sosteniéndola firmemente por intrincados vericuetos sembrados de ocultas flaquezas humanas. Le ha tocado lidiar con dramáticas herencias que han tenido en los débiles uno de sus flancos y no le ha temblado el pulso para denunciarlas y ponerlas en manos de la justicia. Ha sido un clarividente teólogo que ha denunciado los errores y endebles puntos de vista de ciertas ideologías, un mártir de la ingratitud traicionado en su propio entorno, papa del perdón, un pontífice que ha tomado el testigo de su predecesor velando por la fe de los jóvenes que esperaban gozar de su presencia en Río de Janeiro y que a través de las redes sociales inmediatamente le han respaldado y mostrado su cariño, un fecundo escritor que ha sabido acercar a las gentes sencillas los misterios de la fe. Preocupado por el devenir de la Iglesia y del mundo no ha dejado de nutrirnos con su oración y reflexión. Gran estratega del discurso genuino, riguroso, ha abordado cuestiones que muchos en su cortedad de miras no supieron entender como ha sucedido con intervenciones que hicieron correr ríos de tinta y fueron mal interpretadas hasta la saciedad. No soy yo quien va a volver ahora sobre ellas; son bien conocidas. Deja una sensacional herencia al pensamiento con textos magistrales, encíclicas, sermones, catequesis, numerosos estudios y ensayos diversos que nutren a los estudiosos de multitud de paraninfos académicos. De todo ello se habla ya y seguirá haciéndose al menos hasta que culmine el plazo que se ha impuesto, con infinidad de noticias y balances de lo que han dado de sí estos años al frente de la Iglesia. Pero siempre, no se olvide, habría que señalar al peso de la cruz a la que vive abrazado, hilvanada de renuncias y de sacrificios, de noches interminables de oración, jornadas cuajadas de sufrimientos personales y ajenos, éstos aún más dolorosos, y una suma de preocupaciones que se amontonan imprevisiblemente en su agenda cotidiana más las que un papa, que está alumbrado por el Espíritu Santo, conoce.

Ha dado a la Iglesia este Año de la Fe como antes había dedicado otros a los sacerdotes, por ejemplo, y ha sido adalid de la nueva evangelización. Benedicto XVI nos ha amado y sigue haciéndolo. Simplemente por todo ello merece nuestra piedad y gratitud. No interpretemos como casualidad que haya elegido ese momento en el que se trataba de la canonización de nuevos miembros de la Iglesia para anunciar su renuncia porque este pontífice no ha dado ningún paso al azar. Queda abierto para la reflexión. También ha dejado para su sucesor fecundas vías abiertas en todos los frentes.

Hoy adquiere nuevo realce la modesta presentación que hizo de sí mismo cuando fue elegido pontífice: “Queridos hermanos y hermanas: después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!”.

Comparándolas con las palabras que ha pronunciado para anunciar su renuncia se vuelve a constatar su humildad y pureza de corazón: “… he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado […]. Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos…”.

Escuchándole hablar así, no cabe hacer más comentarios. Aunque los analistas y la tromba de comentaristas salgan al paso haciendo sus particulares consideraciones en un compendio interminable de reacciones diversas, repito, la clave de su acontecer está en su ilimitado abrazo a la cruz, esa tras la que sigue pertrechado alumbrando al mundo. Es la señal, el signo indeleble de un hijo de Dios, del cristiano, del seguidor de Cristo.

Gracias, amado pontífice. Gracias, de todo corazón, por tanta dedicación y generosidad derrochadas sin nosotros saberlo, sin exigir nada a cambio, por tantos desvelos, por sostenernos con tu oración; gracias por habernos entregado lo mejor de ti, por haberte desgastado por Cristo y su Iglesia, y por seguir llevando sobre tus hombros el peso de la cruz… Te echaremos mucho de menos. Estamos siempre contigo.

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