2.03.13

 

Dos semanas desde que abrimos en la parroquia la capilla de adoración perpetua. Gente hay que me pregunta qué tal van las cosas, si se cubren los turnos, si hay ambiente de oración, si lo vemos posible.

Pues he de decir que está siendo mucho más sencillo de lo que yo jamás hubiera podido imaginarme. Voy a contar algunas cosas que vengo observando en estos quince días:

1. Los turnos se cubren sin especiales problemas. Es verdad que hay aún alguna hora libre pero que se va llenando semana a semana con una enorme generosidad.

2. Una cosa son los turnos y otra las personas rezando. Raro es el momento del día en el que no hay tres o cuatro personas en oración, incluso a altas horas de la noche o en la madrugada. Por la tarde es normal encontrarse con diez, doce, quince personas.

3. Un movimiento casi constante de personas que pasan a hacer una visita, están un rato y se marchan.

4. Aumentan semana a semana las personas que se comprometen con turnos fijos.

5. El ambiente de oración impresiona.

6. Con qué facilidad se ha ido asumiendo la dinámica de la adoración: suplencias, libro registro…

Confiaba en el Señor, pero se han superado todas las previsiones. Ahora empiezan a surgir iniciativas digamos “comunitarias”. Por ejemplo, la posibilidad de una vigilia mensual de la adoración nocturna o de alguna hora santa con jóvenes.

Somos demasiado “humanos”, y confiamos apenas en nuestras propias fuerzas. Pero cuando todo se pone en Dios Él lo va haciendo. Jamás pude imaginarme en octubre que esto fuera posible.

Animo a los amigos que me leen, sacerdotes, religiosos o laicos, a que se lancen a organizar la adoración perpetua e sus respectivas parroquias y comunidades. Sé que nos da pánico, a mí me ha pasado. Pero también he comprobado cómo la gente es generosa cuando se les pide algo grande y que merece la pena. Estar con el Santísimo es algo muy grande. Y responden, vaya que si responden.