8.03.13

Curas premiados con una calle o con la filiación adoptiva

A las 7:53 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General

Los tiempos actuales traen algunas noticias muy buenas para la Iglesia Católica. Me quedo solamente en la tierra andaluza. Aquí que en la década de los años treinta del siglo pasado fueron muchos los curas que derramaron su sangre por el mero delito de ser cura, sin dejar atrás a los obispos de Almería, Guadix y Jaén.

El anticlericalismo andaluz está en los escritores de esta región española. Con un ejemplo sobra: don Juan Varela. Las coplillas populares tan características de esta tierra recogen también los mensajes en contra del clero. No digamos los chascarrillos en los que curas, frailes o monjas entran y salen en escena con insolencias y sal gorda contra el estamento servidor de la Iglesia Católica.

Por el contrario, en los últimos diez años hasta la fecha, los consistorios municipales han recibido concejales de todos los partidos políticos, quienes a pesar de ser victimas de la logse, han sabido valorar la misión, la labor, el papel y la actuación a favor del pueblo de bastantes sacerdotes.

Esto ha creado un clima de colaboración y entendimiento que se plasma en rotular calles y parques con el nombre de determinados curas. Se ha llegado a nombrar hijos adoptivos o predilectos a tales o cuales sacerdotes del pueblo equis.

Con referencia personal, siempre que paso por la calle rotulada con el nombre del párroco que encauzó mi vocación sacerdotal, rezo por su eterno descanso y levanto la mirada a la esbelta Torre del Concejo, donde está la parroquia en la que serví de acólito.

El record lo bate un cura que ha sido nombrado hijo adoptivo en dos pueblos diversos donde ha servido como párroco. Si una vez es posible, repetir parece más difícil.

¿Estos acontecimientos son positivos?

Estoy convencido que sí, son positivos para la comunidad humana y cristiana de la villa donde tal sacerdote es votado por unanimidad de los componentes de la corporación municipal, desde la derecha hasta la izquierda, ser declarado hijo adoptivo de la localidad.

Estas decisiones son positivas porque demuestran que los partidos más declarados en la historia como anticlericales, han evolucionado en sus posiciones ideológicas, superando cuentos chinos de antaño, y valoran con equidad y sentido común que la misión de un párroco nunca es un freno para la comunidad de esa localidad, sino que es un espejo donde pueden mirarse los niños y jóvenes vecinos en el lugar para aprender las virtudes del homenajeado con tal título municipal.

Estas decisiones son positivas porque los sacerdotes agraciados con estos premios del municipio donde han servido como pastores de esa feligresía están encuadrados en todas las edades: curas jóvenes de menos de cuarenta años; sacerdotes maduros entre los cuarenta y los sesenta; y pastores beneméritos que llegan a los 75 años, se jubilan y el ayuntamiento les regala con un premio para la posteridad vecinal y la historia local.

Todos los casos conocidos por quien firma estas líneas son curas que han sido reconocidos en vida. Los menos casos han sido post mortem. En esto las autoridades locales son justas y comprenden que en vida se ejemplifica mucho más.

Salvo un aspecto: estos reconocimientos municipales, no levantan vocaciones sacerdotales en los pueblos equis, donde los curas que han servido han tenido una calle a su nombre, o han obtenido el nombramiento de hijo predilecto o adoptivo.

Este aspecto me hace pensar, y más en estos días previos a la fiesta de San José, tradicional Día del Seminario.

Aquí abro el diálogo a los amigos lectores: ¿Por qué no nacen vocaciones sacerdotales en esos pueblos o villas?. Agradezco a quien deje su comentario.

Tomás de la Torre Lendínez