Cartas al Director

La desvergüenza de las desvergüenzas

 

 

"Nada ni nadie puede compensar a las numerosas víctimas de la lacra terrorista por la irreparable pérdida de sus vidas, por el sufrimiento que genera sus heridas o por la dolorosa huella que dejan sus cicatrices."
Felipe de Borbón
Congreso Internacional de Víctimas 22-01-2008

 

César Valdeolmillos Alonso | 11.03.2013 


Hoy se cumplen nueve años de aquel día en el que, gracias a masacre que influyó de manera decisiva en las elecciones de 2004, y después de que Rubalcaba vulnerara la jornada de reflexión, con la participación feroz de la izquierda mediática y sin el menor respeto por el dolor de las víctimas, Zapatero lograra al poder.

Tal día como hoy, hace nueve años que España contenía el aliento, con un enmudecido pellizco de dolor en el corazón.

Es cierto que se representó una gran mascarada a la que se calificó como comisión de investigación en el Congreso de los Diputados, que solo sirvió de mofa y escarnio, para quien en lo más profundo de sus entrañas, había sentido el zarpazo del terrorismo más sangriento que hasta entonces había conocido España.

Es cierto que se celebró una vista en la Audiencia Nacional —que como si de una representación teatral se tratara— tuvo su planteamiento, desarrollo y desenlace en forma de una sentencia, que las víctimas y la sociedad, no han aceptado como verosímiles y se niegan a que la verdad quede por siempre oculta en la negra trama de los legendarios enigmas sin aclarar.

No se ha probado que fuese de ETA la autoría de la masacre, pero de ninguna forma se ha probado que fuese de Al Qaeda y es curioso, que pese a los cientos de cámaras de vigilancia, no exista ni una sola imagen de los terroristas subiendo a los trenes. ¿No funcionó en ese momento ninguna de las cámaras? ¿Alguien borró aquellas imágenes en caso de que alguna vez hubieran existido? ¿O los terroristas subieron a los trenes sin las mochilas porque estas ya estaban dentro?

Es curioso que tras nueve años de continuado esfuerzo por parte de las víctimas para conocer lo ocurrido, para que se desenmascare a los auténticos culpables, se les juzgue y paguen su deuda con los deudos y con la propia sociedad, sea el más impenetrable silencio el que envuelva los hechos.

Lo que se pretendió un día como hoy, está meridianamente claro. Lograr un cambio de gobierno, mediante un ensangrentado vuelco electoral. Sordo, ciego y mudo tiene que ser quien no se dé cuenta de quien se benefició y quien se perjudicó con aquella conspiración. Porque, se quiera o no, aquello fue una conspiración que habría de derribar al gobierno más sólido en cualquier país.

Los autores de aquella matanza, perseguían dar un golpe de Estado y por supuesto lo lograron.

Para la policía, cuando se comete un delito, los primeros sospechosos son aquellos que se puedan beneficiar de la comisión del mismo.

¿Quiénes podían estar interesados en perpetrar ese golpe de Estado? ¿Fuerzas internas o externas?

Mientras el guiso se estaba preparando, ¿Qué hacían los servicios de Inteligencia españoles y los de aquellos países que se dicen amigos?

Resulta que se prepara el segundo mayor atentado cometido en Europa, con diez explosiones casi simultáneas, en una trama tan perfectamente organizada que producirá 191 muertos, y 1.858 heridos y aquí no se entera nadie para poder evitarlo? O ¿Lo sabían los que nosotros no sabemos y permanecieron callados?

¿Fue una conspiración nacional o se debió a espurios intereses internacionales a los que les convenía un gobierno débil y fácilmente manejable en España?

Consta que la policía y la Guardia Civil, sabían que los restos del vagón descubierto el pasado año, existían. ¿Por qué la permanencia del mismo se ocultó a los peritos del Tribunal del 11-M? ¿Por qué se ocultaron pruebas? ¿Qué motivo había para la ocultación? ¿Quién dio la orden de que se ocultaran? ¿Por qué ese miedo a la verdad? ¿Quién se beneficiaba de esa ocultación?

¿Por qué, en contra de lo que establece la Ley, se desguazaron con tanta celeridad los trenes que habrían de servir de prueba para poner al descubierto la trama que nos condujera a los autores? ¿Quién dio la orden de que se destruyeran aquellas pruebas?

Esto era precisamente lo que estaba investigando la juez Coro Cillán, y de la noche a la mañana  le cierran la causa. ¿Qué oscura mano es la que mueve la cuna?

Resulta alarmante que tanto los que se perjudicaron, como los que se beneficiaron políticamente de aquel drama, hayan pasado página como si nada hubiese ocurrido.

Los terroristas modificaron el comportamiento del pueblo español, provocaron el pánico, sembraron la incertidumbre y dividieron a la sociedad. Su objetivo no era solo matar ciegamente, sino lanzar un demoledor mensaje para desestabilizar al enemigo. Y lo lograron.

Son muchas las preguntas sin respuesta y precisamente a causa de ese silencio programado, me llamó poderosamente la atención la reflexión del escritor y periodista francés Jean-François Revel, al afirmar que: "En sus manifiestos y libros, los terroristas describen sus ataques contra las democracias, como la 'estrategia de la tensión'. La idea es que es más fácil pasar del fascismo al comunismo, que de la democracia al comunismo. Por lo tanto, los 'revolucionarios' deben primero inducir a los gobiernos democráticos hacia un comportamiento fascista, a fin de edificar, en la segunda fase, un socialismo a partir de las cenizas del fascismo".

Naturalmente, estos postulados solo nacen de aquellos en los que en su interior solo germina la semilla del odio, del resentimiento, de la revancha y como proyecto, solo persiguen la división y la confrontación de los pueblos.

Quizá los más peligrosos, son los que envueltos en un falso pacifismo, salen de las urnas.

César Valdeolmillos Alonso