17.03.13

 

Hay amigos que me preguntan qué hacer cuando notan que en su parroquia hay cosas que les “chirrían”. Bueno, pues yo simplemente les doy mi opinión.

Parto de que no encontrarán jamás la parroquia perfecta, porque además lo que para uno es ideal para el otro renquea, y lo que para un tercero es insufrible al cuarto le da devoción. Partiendo de ahí creo que en ese “chirriar” pueden darse tres niveles completamente diferentes en cuatro aspectos que describo a continuación:

- Horario y funcionamiento general.
a) No hay especial cuidado con la puntualidad
b) Algún día nos hemos quedado sin misa o sin despacho
c) No hay horario definido de misas ni de atención a los fieles

- Atención a los pobres
a) Cáritas no sabemos muy bien cómo funciona
b) Cáritas son dos amiguetes del párroco que atienden a quien quieren
c) Ni hay Cáritas ni quieren que exista

- Liturgia
a) No hay especial cuidado con la predicación y alguna vez se le olvida alguna memoria obligatoria
b) Omite el lavabo, celebra sin casulla, algún canto inapropiado
c) Inventa las plegarias eucarísticas, cambia las lecturas, nos hace recitar credos de su invención, celebra con rosquillas y naranjada.

- Transmisión de la fe
a) No dice nada relevante
b) Omite sistemáticamente temas clave: pecado, redención, gracia, sacramentos, moral
c) Dice que Cristo no es Dios, que la eucaristía no pasa de un valor simbólico, que confesarse es una bobada y que lo que diga el magisterio de la Iglesia no le afecta.

Evidentemente son exageraciones, pero creo que todos me entienden. ¿Qué hacer en ese caso?

Pues yo les aconsejaría lo siguiente:

Si la mayoría de los problemas que tienen son de tipo a), pues les quedan dos soluciones, practicar una obra de misericordia que es “sufrir con paciencia los defectos del prójimo” o marcharse a otra parroquia donde se encuentren más cómodos.

Si son de tipo b), la cosa es más seria. Y ya merecería la pena que se le dijera al párroco que no estamos conformes con lo que está pasando. Si dice que todo es normal, pues desde luego uno se larga y pone en conocimiento del superior correspondiente –obispo o vicario episcopal- las razones de su marcha.

Y si ya nos metemos en cosas tipo c) no es que uno se vaya, es que no permanece ahí ni un minuto y se dirige directamente al obispo diciendo qué ocurre y pidiendo una respuesta contundente. Y si no la hay, pues a Roma.

Algún comentarista me dice que el problema es cuando tienes a tus niños en catequesis en una parroquia así y encima te dicen en las parroquias vecinas que no te pueden coger al niño. Pues ahí una de dos: o hablas con alguna parroquia explicando lo que pasa y pidiendo “árnica” o educas al niño tú y le llevas a misa a un sitio de confianza.