18.03.13

 

Latinoamérica es llamada el Continente de la Esperanza, con sus 500 millones de católicos. Pero no cantemos una falsa victoria, ya que son muchos los bautizados que no observan ni mucho, ni poco las prescripciones de la Iglesia. Sobre todo en el importante asunto del precepto dominical, que es una de los mejores termómetros de autenticidad del católico.

América Latina tiene un alto porcentaje de bautizados que se profesan católicos -un 77 %-, pero la asistencia a la Misa dominical es baja, sólo un 6 ó 7 %. Muchos bautizados adhieren a la Iglesia a través de manifestaciones de devoción popular, como acudir a los santuarios, o bien cuando se confiesan anualmente, o concurren a bodas, bautizos, etc. La religiosidad está muy arraigada en el católico latinoamericano, sobre todo en los momentos difíciles de la vida como la muerte. Para las exequias la gente acude a la Iglesia.

Pero, hay algo que ciertamente no funciona, y es la desproporción entre la gente que se dice católica y tiene el orgullo de serlo, y sin embargo no da señales de su verdadero compromiso, participando en la Misa dominical. Nos alegra que Latinoamérica tenga 500 millones de católicos bautizados, pero es ciertamente penoso que dichos católicos sean descafeinados, perezosos, poco cumplidores de sus votos bautismales, y no se acerquen a la Iglesia cada domingo para escuchar la Palabra de Dios y participar del Sacrificio de Jesús sobre el altar, poniendo toda su simpatía y todo su entusiasmo a favor del Señor.

Es verdad que la Misa no debe ser el único elemento de comparación, ya que hay regiones que carecen de sacerdotes, hay muchos que viven lejos de los templos, hay enfermos que no pueden salir de sus casas, pero hay también bautizados que no toman con interés la Misa dominical que es la cita amigable que hace Dios con sus hijos que tanto ama.

Benedicto XVI lo subrayaba durante la inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe:

De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización de la misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor con la familia. La asistencia de los padres con sus hijos a la celebración eucarística dominical es una pedagogía eficaz para comunicar la fe y un estrecho vínculo que mantiene la unidad entre ellos (Aparecida, 13 de mayo 2007).

Según las estadísticas del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), cada día abandonan la Fe Católica 10 mil personas, ergo, los nuevos movimientos religiosos o sectas, constituyen sin lugar a dudas un particular fenómeno del mundo religioso latinoamericano.

Éstos buscan especialmente a los católicos alejados, ofreciéndoles satisfacer sus necesidades y aspiraciones, brindándoles una respuesta a las diversas necesidades y aspiraciones del hombre contemporáneo, entre éstas, se puede poner de relieve el deseo de pertenencia, de identidad y de salida del anonimato, de afecto, de participación y empeño, de certezas, de seguridad, de transparencia y espiritualidad.

En su empeño por llenar el vacío de Dios, también es posible caer en errores como lo demuestran las sectas. Son parásitos de la fe, porque de creyentes sólo tienen la apariencia externa, mientras que interiormente son ateos, y, es que ellos creen en un dios, pero no en Dios. Quién es su dios, difiere de secta a secta.

Los llamados nuevos movimientos religiosos a menudo comprenden movimientos espirituales e ideologías, los cuales aunque se contraponen a las sectas en el sentido clásico, se igualan a éstas en todos los sentidos, ya que sostienen los mismos o casi los mismos principios fundamentales, por lo que son llamados religiones ateístas. Entre ellas se cuentan en fascismo, el capitalismo, el comunismo, el liberalismo, el hedonismo, el laicismo, el relativismo moral, la globalización y la adhesión total a la ciencia y a la tecnología así como diversos sincretismos, estos últimos, muy de moda actualmente de manera especial en los países andinos.

Ante estos retos pastorales, hay planes, proyectos y lamentaciones, pero ciertamente la Iglesia continental no encuentra aún fórmulas para salir de su status de instalación pastoral como lo demuestra la Gran misión continental, convocada a fin de poner a la Iglesia en estado permanente de misión, llevando las naves mar adentro, sin miedo a las tormentas (cf. Aparecida, 551), proyecto misionero que desde 2007, no acaba de salir a luz.

La Iglesia del mañana en Latinoamericana se compondrá de cristianos que habrán luchado contra su entorno, distanciándose del mundo, como lo hiciera el cristianismo naciente que tuvo que alejarse de la moral ambiente de la época, en su doble deber para con Dios y para con el hombre. No podemos seguir como Nerón contemplando el incendio de Roma.