23.03.13

 

En cierto panfleto anticatólico andan muy alterados desde que los cardenales eligieron como Papa a Jorge Mario Bergoglio, que adoptó el nombre de Francisco por las razones que él mismo se ha encargado de explicar.

El director de ese medio presenta al Papa como si fuera una especie de revolucionario sesentayochista que va a poner la Iglesia patas arriba. Dice:

Algunos no quieren oír hablar de reforma ni de cambio ni de ruptura y, mucho menos, de revolución. Por muy tranquila que sea. Pretenden que, con el Papa Francisco, todo sigue igual que antes. O con simples retoques en las formas y en los signos. Son los que estuvieron durante estos últimos 30 años dirigiendo el cotarro eclesiástico, imponiendo su pensamiento único y ocupando todos los espacios, sin dejar la más mínima oportunidad al sano pluralismo eclesial.

Hoy mismo se dedica a lanzar hipótesis sobre lo que puede hacer el Papa con el banco del Vaticano (IOR). Cree que lo puede eliminar o convertirlo en una banca ética. Como poder, puede hacer lo que le apetezca, pero recordemos que prácticamente el último nombramiento de calado del papa Benedicto XVI fue precisamente el del responsable del IOR. No parece fácil que el papa Francisco se cargue de la noche a la mañana esa institución. Y conste que me da absolutamente lo mismo lo que haga al respecto.

El segundo de a bordo, ha tenido a bien poner el siguiente antetítulo y entradilla a la noticia que estuvo durante unas horas de primera:

“Esperemos que le dejen trabajar, y que no acabe como el pobre Juan Pablo I". La Curia y los movimientos conservadores temen que Francisco “entierre” la involución postconciliar.

Conste que han sido ellos quienes han sacado el nombre de Juan Pablo I, cuya prematura muerte dejó a toda la Iglesia con muy mal sabor de boca. Ciertamente nada hace pensar que el Papa Francisco sufra la misma suerte. Aunque no es precisamente un chaval, no se le conocen enfermedades graves en los últimos años. Sabemos que tuvieron que extirparle parte de un pulmón a los 21 años de vida debido a que una pulmonía se le complicó mucho. Fuera de eso, comentan que tiene artritis -por eso no se le verá arrodillarse mucho en la consagración- y las típicas “goteras” que tienen los hombres a esa edad.

Miren por donde, precisamente ahora estoy leyendo “El jesuita", conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, sj. Escrito por un rabino judío.

Cito un pregunta y su respuesta:

—A propósito, ¿piensa usted en su propia muerte?
—Hace tiempo que es una compañera cotidiana.
—¿Por qué?
—Pasé setenta años y el hilo que queda en el carrete no es mucho. No voy a vivir otros setenta y empiezo a considerar que tengo que dejar todo. Pero lo tomo como algo normal. No estoy triste. A uno le dan ganas de ser justo con todos en todas las situaciones, de hacer al final —digamos— caligrafía inglesa. Eso sí: jamás se me ocurrió hacer un testamento. Pero la muerte está todos los días en mi pensamiento.

Quien empezaba a considerar que tenía que dejarlo todo se encuentra ahora al timón de la barca del Señor. Es lo que tiene el Señor. Tú te haces unos planes y viene Él y te pone donde quiere. Dios dirá si el “carretel” de Jorge Mario Bergoglio como Papa es mucho o poco, pero bien estará que dejen de lanzar insidias ante la posibilidad de que estemos ante un papado de no mucha duración. Además, recordemos que al Beato Juan XXIII le bastaron y sobraron tres años para convocar un concilio ecuménico.

Esta gente, que también está profetizando que el Papa va poco menos que a cargarse los nuevos movimientos eclesiales -vean el odio que rezuma este artículo- y que anda como en estado de éxtasis porque el Santo Padre ha dicho que los pobres son su prioridad, no tiene empacho en querer engrosar sus cuentas corrientes publicando, en tiempo récord, libros sobre el nuevo obispo de Roma. Le vitorean con una mano mientras ponen la otra para recibir el dinero que les proporciona su llegada a la Cátedra de San Pedro. O sea, “money is money", o como dicen en determinada región española, “la pela es la pela".

Por último, todos dan por hecho que este Papa va a reformar la curia. No conozco a nadie, sea progre-eclesial, conservador o medio pensionista, que no esté de acuerdo con que algo hay que hacer para que dejemos de asistir a escándalos que revelan luchas intestinas nada edificantes. Sin duda será clave la persona a la que el Santo Padre encomiende la tarea de ser Secretario de Estado.

Una de las cosas buenas que tiene la sensatez es que te evita hacer el ridículo. Muchos de los juicios de valor que es están publicando estos días no pasan de ser un desiderátum. Es mucho mejor callar y esperar a ver como transcurren las cosas que liarse la manta a la cabeza a pronosticar grandes bienes o desastres. Entre los que creen que están tomando la Bastilla y los que piensan que Atila está a las puertas de Roma hay un terreno en el que situarse. Es el terreno de la confianza en el Señor, de la fidelidad a la Iglesia y del cariño y respeto a nuestro Papa.

Luis Fernando Pérez Bustamante