10.04.13

Zapatos rojos o negros, ¿qué más da?

A las 8:09 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General

Unos zapatos están marcando la actualidad en la Iglesia Católica. Son los que ha calzado durante su Pontificado Benedicto XVI, quien antes de salir del Vaticano los regaló a un hermano hospitalario de San Juan de Dios, director de la farmacia papal, el cual los ha traído al museo de la casa de los Pisas en la ciudad de Granada. He estado muchas veces contemplando el museo, ya tengo un motivo más para volver: los zapatos rojos de Benedicto XVI.

Esta noticia me lleva a la novela Las sandalias del pescador, escrita por Morris West, que pude leer durante un verano, siendo alumno del Seminario Diocesano, y que más tarde disfruté en el cine en la película protagonizada por Anthony Quinn, que he vuelto a contemplar varias veces más.

¿Sandalias o zapatos?

Benedicto XVI, durante su pontificado, ha rescatado costumbres externas de la vida y de la historia de los Papas, una de ellas fue el uso de un par de zapatos mocasines de color rojo, que ahora permanecerán en la ciudad de la Alhambra donde todo es posible.

Tanto es posible que en el museo de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios ya existían los zapatos rojos del Papa Benedicto XV, el sucesor de Pedro que vivió la Primera Guerra Mundial de un modo trágico rezando por la paz. Los he podido contemplar varias veces.

Este ha sido el motivo que justificó a Benedicto XVI a entregar sus zapatos rojos a un hijo de la Orden Hospitalaria con el fin de que los trajera hasta la ciudad de los cármenes, a donde llegó el pasado viernes. Los dos últimos Benedictos han dejado sus zapatos de peregrinos por el mundo como servidores del ministerio petrino a este museo, visitado por más de cuarenta mil personas durante el año pasado. Ahora aumentarán. Eso es seguro.

Es plenamente probable que Pedro, el pescador, usara las sandalias propias de los pescadores de Galilea para faenar en la barca, y para andar por encima del agua, como le pidió a Jesús cuando lo atisbó acercarse andando sobre la superficie del lago de Genesaret. El Señor le concedió su deseo, pero comenzó a hundirse por la falta de fe, y le amonestó con el cariño propio hacia quien llevaría la responsabilidad de ser el primer vicario de Cristo en la tierra.

Estos días está siendo cuestión de debates bizantinos si el nuevo Papa Francisco no dispone de unos mocasines rojos. Lleva zapatos negros, como cuando era cardenal en Buenos Aires, y encima padece ciertos juanetes propios de la edad y de quien ha estado andando mucho por las calles de la capital argentina.

¡Que más da si tiene zapatos rojos o negros¡. Ahí no radica la esencia de su entrega pastoral al ministerio petrino. Algunos lo están pasando muy mal.

¿Qué hacemos, colocamos al Papa Francisco unas sandalias propias del tiempo de Jesús, como debió llevar Pedro y seguramente el mismo Hijo de Dios?.

Dejemos libertad al actual sucesor de Pedro, dejemos que quien le conduzca sea el Espíritu Santo y nunca la opinión apoyada en símbolos puramente accidentales y pasajeros en el espacio y el tiempo.

Si en vez de hablar de nimiedades, hiciéramos más oración por el Papa Francisco, otro gallo nos cantaría y nunca mejor dicho cuando hablamos del sucesor de Pedro.

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Tomás de la Torre Lendínez