Fe y Obras

Vocaciones nativas

 

 

26.04.2013 | por Eleuterio Fernández Guzmán


El próximo domingo, 28 de abril, se celebra la Jornada Mundial y Colecta de Vocaciones Nativas. Esta Jornada está organizada por las Obras Misionales Pontificas.

El lema buscado para este año es “Señal de esperanza” y se nos muestra, en el cartel de convocatoria de la citada Jornada como una planta, que ha brotado de la tierra, es depositada en las manos de una religiosa que, según se puede ver en la imagen de la misma, resulta evidente que se trata de una que lo es procedente de la labor misionera de la Iglesia católica en naciones allende las fronteras europeas. Y es que, en realidad, las vocaciones nativas, están dando verdadera vida a la Esposa de Cristo.

D. Anastasio Gil García, a la sazón Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias, en el Mensaje para la Jornada, ha dejado escrito que “La celebración de la Jornada anual de Vocaciones Nativas, promovida por el Secretariado de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol –una de las Obras Misionales Pontificias–, es una ocasión para volver la mirada, con admiración y agradecimiento, a las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que Dios hace brotar en los territorios de misión.”

Seguramente, D. Anastasio sabe, y reconoce con ello, que gracias a las vocaciones que están surgiendo en los territorios de misión alejados de la vieja Europa, son la sal y la levadura de la vida de la Iglesia católica y que, gracias a las mismas, a los sacerdotes a y los religiosos y religiosas que van surgiendo como fruto de la evangelización llevada a cabo en sus naciones de origen.

Poco después, D. Anastasio abunda en la importancia que tienen las vocaciones nativas: “La contemplación de esta floración de vocaciones para hacer presente el Reino de Dios es claramente motivo de esperanza. Así lo reconoció el Concilio Vaticano II: “La Iglesia agradece con inmenso gozo el don inestimable de la vocación sacerdotal que Dios ha concedido a tantos jóvenes entre los pueblos convertidos recientemente a Cristo. Porque la Iglesia echa raíces cada vez más firmes en cada grupo humano cuando las varias comunidades de fieles tienen de entre sus miembros los propios ministros de la salvación en el Orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, al servicio de los hermanos” (Ad gentes, 16). Este es el fundamento seguro de toda esperanza: “Dios no nos deja nunca solos y es fiel a la palabra dada” (Benedicto XVI, Mensaje para la L Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2013), y alcanza siempre a aquellos que se dejan encontrar”.

Sabemos, por lo tanto, que cuando Dios pone su corazón en que su Hijo sea conocido y, a través de tal conocimiento, llevada Su Palabra al mundo que aún no la conocía, se está sembrando el Amor y la Misericordia del corazón del Padre. Sólo así, la conversión de toda la humanidad a Dios hará posible que se produzca la Parusía en la que vendrá, de nuevo, Jesucristo para reinar para siempre, siempre, siempre.

Poco a poco la Iglesia católica, va sembrando por el mundo semillas de paz y de esperanza. Y allí donde fructifican, los hijos e hijas de tierras lejanas deciden escuchar la voz de  Dios y se entregan al servicio del prójimo y a la contemplación del Creador. Y nosotros, en una distancia demasiado distante, deberíamos agradecer cada una de las vocaciones que, también muchas veces, llegan a nuestros pueblos para dar testimonio de la universalidad de la fe, llamada, por eso, católica.

Y es que Jesús no incumplió su promesa de estar siempre con nosotros hasta el fin del mundo. Y en ellos y ellas puede verse que eso, también eso, ha sido y es cierto.

Eleuterio Fernández Guzmán
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