28.04.13

La Iglesia indefectible

A las 1:40 AM, por José Miguel Arráiz
Categorías : Iglesia Católica y paganismo, Eclesiología

 

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El reino de Dios ha llegado

En un artículo anterior decía que no hay ningún texto bíblico que analizado seriamente permita suponer que la Iglesia fundada por Jesucristo se corrompería y deslizaría a una apostasía que duraría más de 1600 años. Ahora voy a ir un poco más allá para agregar que hay otros (y abundantes además) que señalan la era de la Iglesia como el Reino de Dios anunciado por nuestro Señor, en donde los cristianos como “sal de la tierra” y “luz del mundo”[1] llevarían el evangelio por todo el mundo[2].

Ha llegado a vosotros el Reino de Dios[3]

“El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: Vedlo aquí o allá, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros[4]

No habla el Señor de un Reino que llegaría en un lejano futuro, sino de uno que ya había llegado y era anunciado a los nuevos creyentes. No habla sino de la era de la Iglesia, que aun con modestos comienzos, tal como un pequeño grano de mostaza[5], no pararía de crecer hasta convertirse convertirse en un árbol frondoso que serviría de refugio a todos los sinceros buscadores de la verdad. Otra parábola que encierra la misma idea es la de la levadura, en la cual se compara su crecimiento con el de un poco de harina que luego de fermentar no para de crecer.

¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra”[6]

El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”

Cuando Jesús anuncia a los judíos que dará el Reino de los Cielos a un pueblo que rinda frutos de él, se refiere a la Iglesia, a la que encomendará hacer discípulos a las naciones:

“Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos[7]

“Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.» Al oír esto los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban destinados a una vida eterna.”[8]

Para lograr su propósito, Jesús transmite su autoridad a sus apóstoles, y a Pedro designa como “mayordomo” entregándole las llaves del Reino de los cielos, o lo que es lo mismo, las llaves para gobernar con autoridad la Iglesia:

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra”[9]

Una nueva alianza

Observe como ya en el texto anterior se empieza a identificar la figura del Reino de los cielos con la Iglesia. Jesús habla de edificar su Iglesia, y para eso, entrega las “llaves del Reino de los cielos” a Pedro[10]. Nada en la Escritura hace pensar que este Reino anunciado por el Señor detendría o paralizaría su crecimiento por un período de tantos siglos, como ha deducido el protestantismo, ¿O es que el grano de mostaza que se hace árbol, o la levadura que fermenta dejan de crecer? Por el contrario, de esta nueva alianza sellada con la sangre de Cristo encontramos numerosas profecías en el Antiguo Testamento que dan a entender todo lo contrario:

“Vendrá el Redentor a Sión…Y este será mi alianza con ellos, dice Yahveh: mi espíritu que está sobre ti y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán jamás de tu boca ni de la boca de tus hijos ni de la boca de los hijos de tus hijos». Yahveh lo ha dicho, desde ahora y para siempre”[11]

“He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahveh -. Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo[12].

El autor de la epístola a los hebreos señala claramente como esta nueva alianza anunciada por los profetas encuentra pleno cumplimiento en la Iglesia:

“Mas ahora ha obtenido él [Jesucristo] un ministerio tanto mejor cuanto es Mediador de una mejor Alianza, como fundada en promesas mejores. Pues si aquella primera fuera irreprochable, no habría lugar para una segunda. Porque les dice en tono de reproche: He aquí que días vienen, dice el Señor, y concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza, no como la Alianza que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. Como ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, también yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Esta es la Alianza que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.”[13]

Entre otras profecías del Antiguo Testamento que los padres de la Iglesia aplicaron de forma unánime a la Iglesia tenemos:

“Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra…En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente[14]

“Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.» Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh”[15]

“Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz». Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso”[16]

“Aunque el Señor os dará pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: «Este es el camino, andad por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis a la mano izquierda»”[17].

“«Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.» Así dice Yahveh, el que rescata a Israel, el Santo suyo, a aquel cuya vida es despreciada, y es abominado de las gentes, al esclavo de los dominadores: Veránlo reyes y se pondrán en pie, príncipes y se postrarán por respeto a Yahveh, que es leal, al Santo de Israel, que te ha elegido….Todavía te dirán al oído los hijos de que fuiste privada: «El lugar es estrecho para mí, Cédeme sitio para alojarme.» Y dirás para ti misma: «¿Quién me ha dado a luz éstos? Pues yo había quedado sin hijos y estéril, desterrada y aparte, y a éstos ¿quién los crió? He aquí que yo había quedado sola, pues éstos ¿dónde estaban?» Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a alzar hacia las gentes de mi mano, y hacia los pueblos voy a levantar mi bandera; traerán a tus hijos en brazos, y tus hijas serán llevadas a hombros. Reyes serán tus tutores, y sus princesas, nodrizas tuyas. Rostro en tierra se postrarán ante ti, y el polvo de tus pies lamerán. Y sabrás que yo soy Yahveh; no se avergonzarán los que en mí esperan.”[18]

En el Nuevo Testamento también se aplican estos textos a la Iglesia, la cual agruparía personas de toda raza pueblo y nación:

“Pues así nos lo ordenó el Señor: «Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»”[19]

“«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»”[20]

Vea también Isaías 52,1.7.10.13-15 y compárese con Romanos 10,15; 15,21; Lucas 3,6.

“¡Regocíjate, estéril, la que no daba a luz! … Ensancha el sitio de tu tienda y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas apocada; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; tu descendencia heredará naciones y habitará las ciudades asoladas. Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra. asimismo he jurado que no me enojaré contra ti ni te reñiré. porque los montes se moverán y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia ni el pacto de mi paz se romperá, dice Yahveh, el que tiene misericordia de ti. ninguna arma forjada contra ti, prosperará, y tú condenarás toda lengua que se levante contra ti en el juicio. esta es la herencia de los siervos de Yahveh: su salvacie mí vendrá, dice Yahveh”[21]

Esta profecía es expresamente aplicada a la Iglesia por San Pablo en Gálatas 4,22-31. Compare también con Romanos 9,24-26

Las notas de la Iglesia

Esta Iglesia que se veía prefigurada como la ciudad elevada sobre la colina, tendría que contar con ciertas características o notas que permitieran preservar y propagar el evangelio a todas las naciones. Entre estas notas podemos mencionar:

1) Visibilidad perpetua: No podría ser luz del mundo una iglesia que no pudiera ser identificada ni reconocida.

2) Apostolicidad: Jesús concedió a los apóstoles la triple potestad de enseñar, santificar y gobernar su Iglesia hasta el fin de los siglos[22]. Así pues la Iglesia debe ser apostólica: en su origen, es decir, que debe ser la misma hoy que la fundada sobre los apóstoles; en su doctrina, enseñando las mismas verdades que los apóstoles; en su sucesión, es decir, gobernada, instruida y santificada por los legítimos sucesores de los apóstoles. No sería, como asumieron los protestantes, una Iglesia que se ausentaría por siglos.

3) Catolicidad: La Iglesia debe ser católica, es decir, universal, y debe serlo en tres sentidos: de tiempo o duración, “Siempre, hasta el fin del mundo[23] o “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo[24] ; de lugar o extensión, ya que está abierta a “todas las naciones” y “a toda criatura [25]; de fe o doctrina, para enseñar “todas las cosas que” su Señor les había “mandado”, “toda la verdad

4) Unidad: La unidad de la Iglesia permite su visibilidad y por eso Jesús la pidió expresamente al Padre la noche de la pasión como señal distintiva de su Iglesia:

“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado.”[26]

Esta unidad debe tener una triple manifestación: de fe[27], porque la verdad es una sola y la Iglesia es depositaria de esta verdad; de gobierno, porque Jesús creó en ella un cuerpo directivo integrado por los apóstoles, por Pedro y por sus sucesores dotados de la plenitud de poderes; de comunión, donde todos los miembros unifican sus esfuerzos en orden al fin a conseguir: enseñar la revelación para la salvación de las almas. De allí que San Pablo enseña que la Iglesia es “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu [28], y debe estar unida en “una sola fe, un solo bautismo[29].

Jesús advirtíó que un reino está dividido contra sí mismo no puede subsistir[30]. Satanás sabe que la Iglesia no puede dividirse porque es UNA, pero si sabe que puede apartar a los cristianos de su comunión.

5) Infalibilidad o inerrancia: Tampoco podría ser luz del mundo una Iglesia que se corrompiera y enseñara el error. De esta manera Dios preparaba ya para su Iglesia el preciado don de la indefectibilidad, aún estando formada por seres humanos, débiles y pecadores sería siempre “la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad”[31]. Rechazar a sus legítimos representantes sería rechazar a Dios mismo: “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”[32], pues serían ellos los “administradores de los misterios de Dios”[33], y contaba para ello con la promesa de recibir el Espíritu Santo para “guiarlos a la verdad completa”[34].

El Protestantismo en sus distintas denominaciones carece de Unidad de Fe, de Gobierno y de Comunión, de Apostolicidad, pues aparece en el siglo XVI cuando ya tenía el cristianismo quince siglos de existencia. Las Iglesias Orientales separadas aunque poseen sacramentos válidos y sucesión apostólica carecen también de Unidad de Fe, de Gobierno y de Comunión. También de Catolicidad, pues cada una es autocéfala, independiente e incapaz de extenderse universalmente.

Por eso creo que solo hay Una Iglesia, Santa, Católica y Apostólica que ha sido fundada por Jesucristo, sobre las cuales las puertas del infierno no prevalecerán. Solo en esta Iglesia que es “auxilio general de salvación”, puede alcanzarse la plenitud total de los medios de salvación. Creo que el Señor confió todos los bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio apostólico presidido por Pedro, para constituir un solo cuerpo de Cristo en la tierra, al cual deben incorporarse plenamente los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios» [35].

 

NOTAS

[1] Mateo 5,13-14

[2] Mateo 28,19

[3] Mateo 12,28

[4] Lucas 17,21

[5] Marcos 4,31-32

[6] Marcos 4,30-32

[7] Mateo 21,43

[8] Hechos 13,46-48

[9] Mateo 16,18-19

[10] Mateo 16,19

[11] Isaías 59,20.21

[12] Jeremías 31,31-33

[13] Hebreos 8,6-10

[14] Daniel 2,44

[15] Isaías 2,2-3; también en Miqueas 4,1-2

[16] Isaías 9,2.5.6

[17] Isaías 30,20-21

[18] Isaías 49,6.7.20-23

[19] Hechos 13,47

[20] Lucas 2,29-32

[21] Isaías 54,1.2.3.9.10.17

[22] Mateo 28,18-20

[23] Mateo 28,20

[24] Efesios 4,13

[25] Génesis 22,18; Mateo 24,14; Lucas 24,47; Hechos 15,17; Gálatas 3,8

[26] Juan 17,20..25

[27] Ya mencionado anteriormente como catolicidad de doctrina.

[28] Efesios 4,4

[29] Efesios 4,5

[30] Marcos 3,24

[31] 1 Timoteo 3,15

[32] Lucas 10,16

[33] 1 Corintios 4,1

[34] Juan 16,13

[35] Unitatis Redintegratio 3