Me duele América

por Beatriz Briceño Picón

 

Me duele Venezuela. Y recuerdo aquel «me duele España» de Unamuno, pero también me duele América porque es el continente de la esperanza. El dolor es interior, no visceral: ni rabia, ni odio, ni desesperanza, es dolor de amor, es pena de compasión, es desazón de cuerpo. Es compromiso de alma. He recordado los años de exilio durante la dictadura de Pérez Jiménez y he contemplado con tristeza aquella decepción de mi padre a la vuelta a Venezuela, en 1958. He recordado a Babel y me parece que debió ocurrir algo semejante, pero sin cultura de masas y sin este desarrollo tecnológico que asusta.

07/05/13 12:54 PM


 

¿Marxismo, socialismo, democracia, capitalismo? ¿Sabemos acaso algo de la verdad de las ideologías? ¿Qué son en Venezuela derechas o izquierdas? Palabras hueras, vacías, que sirven para llenar discursos, para atrapar incautos. El fascismo «está de moda», pero preguntemos qué es ser fascista. Y no digamos nada de los imperialismos, a veces parece que son territorios y nada que ver, son formas de gobernar y sojuzgar. Y si concretamos un poco, qué confusión al hablar de trabajo, se recuerda más al negrito del batey que a esa vocación que Dios quiso para los hombres. Derecho a un empleo digno, derecho a un salario justo… y cómo se come eso si un porcentaje muy grande piensa que la relación trabajo-salario es capitalista o socialista o marxista. En junio hablaré de esto. Me duele América de Norte a Sur, me duele el mundo de Este a Oeste. Y más me duele el corazón de Venezuela, con sus extra sístoles y sus arritmias por una indigestión de ignorancia mezclada con la concupiscencia de la carne, de los ojos y la soberbia de la vida.

Querría instalar cátedras de civismo en cada esquina. Pero antes de entrar en lo que se espera de un ciudadano, hay que profundizar en la dignidad de la persona. Y hay que cambiar las entrañas del egoísmo, del individualismo. Qué palabras tan confusas nos trajo la revolución francesa y luego el capitalismo, salvaje o no, y el marxismo que disolvió la dignidad de la persona humana. Me duele todo: el corazón que hace tic tac, tic, tic, y el hígado que tiene que ver más con los sentimientos. Qué cantidad de bilis en esos humores llenos de rabia de la malísima.

Y como católica, me duele la Iglesia en este año de la fe, me duele el Papa Francisco y su compañero de contemplación: el Papa Benedicto XVI. Muchos de los daños a nuestra Santa Madre vienen de dentro; algunos, posiblemente de nosotros, los enredados en una política que no busca el bien común, que no se ha propuesto la fraternidad y el desprendimiento material como tarea personal. En bautizados que hacen derroches de dinero en Venezuela para una fiesta de graduación de bachillerato, para un bautizo o para un matrimonio eclesiástico… Los padres de familia, de la generación que estudia, no tiene alas para entregar a sus hijos, solo quejidos y objetos electrónicos. Es la generación de los «prescindibles» que bautizó Rodríguez Legendre, en su ensayo sobre la Hora Undécima.

Mi dolor es total, pero lo alivió al ponerlo junto a la Cruz de Cristo y cuando veo a Jesús Eucaristía pidiéndome que me deje llevar de mis maestros. Después de la ascensión del Señor, celebraremos de nuevo al Espíritu Santo y con Él, Alma de la Iglesia: el santificador, el Amor en persona que nos da fuerzas para resistir y acometer la lucha diaria por la justicia, el bien, la belleza, la fraternidad, el amor verdadero.

Pero el Espíritu Santo no nos va a explicar los conceptos que debemos estudiar y asimilar en la convivencia diaria. Sí nos dará luces para descubrir que todas esas palabras que repiten discursos de derecha e izquierda son banales, pasadas de moda o inválidas. Porque no hay derecha ni izquierda, sino justos e injustos, solidarios e insolidarios, veraces o mentirosos. Pero para descubrir la verdad hay que despojarse de uno mismo y sobre todo de las ansias de riqueza y poder que anidan en el corazón de quienes perdieron el sentido del arte y la ciencia que lleva a buscar el bien del pueblo en su máxima interpretación.

Me duele América y Venezuela, Europa y África. Y nos duelen Asia y Oceanía y nos duele que las fuerzas del mal nos lleven a pasar distraídos el año de la fe. Pero levantamos el alma hacia esa maravillosa Esperanza eterna: Cristo.

 

Beatriz Briceño Picón

Fundación Mario Briceño-Iragorry

Periodista UCV