14.05.13

 

Con el tercer capítulo sobre la crisis vocacional en la Iglesia, el P. José María Iraburu ha puesto fin a la serie de posts sobre el tema “Reforma o apostasía". Han sido más de doscientas perlas de las que pueden disfrutar nuestros lectores.

La serie es una especie de manual sobre cuál es la situación actual en la Iglesia, por qué estamos así y, lo más importante, qué es lo que hay que hacer, si Dios nos lo concede y nosotros somos fieles a Él, para superar una crisis que hace palidecer a todas las que el catolicismo ha sufrido en 20 siglos de historia.

No hay prácticamente nada referente a la fe y la Iglesia que no haya sido abordado en los artículos escritos por el P. Iraburu. En mi opinión, ha prestado uno de los mejores servicios que se puede llevar a cabo en la Iglesia. Ese blog era, y es, necesario. Y esa obra debe alcanzar la máxima difusión posible.

 

Muchos de los temas tratados son desconocidos por un sector importantísimo del pueblo católico. Por ejemplo, la cuestión de la primacía de la gracia versus los errores pelagianos y semipelagianos. En su primera Misa crismal como Vicario de Cristo, el papa Francisco advirtió:

No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada.

Como dice el salmo “si Yavé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si no guarda Yavé la ciudad, en vano vigilan sus centinelas” (Salm 127,1). Ya podemos tener la mejor voluntad del mundo, que si Dios no nos concede reformar la Iglesia, no habrá manera de reformarla. Dado que es imposible que Dios no quiera lo mejor para su pueblo, es impensable creer que el Señor no quiere que se produzca esa verdadera reforma. Ahora bien, de la misma manera que no se puede construir algo sólido sobre una base débil y quebradiza, no será posible reformar la Iglesia sin asentarla sobre los pilares de la Tradición y la fe que hemos recibido de nuestros antepasados.

No podremos evangelizar adecuadamente si no somos capaces de que los ya bautizados tengan acceso a todo el depósito de la fe. No podremos ser luz del mundo si permitimos que las tinieblas del error campen a sus anchas en el seno de nuestras parroquias, órdenes religiosas, diócesis, movimientos, etc. No habrá familias cristianas suficientes para ser fermento de la sociedad si no se inculca a los padres en la necesidad de ser transmisores de la fe a sus hijos. En definitiva, la Iglesia Católica no podrá producir el fruto que Dios quiere si los católicos no son católicos en su integridad. Sin mermas, sin heterodoxias, sin una vida espiritual y sacramental completa.

La verdadera reforma de la Iglesia empieza por uno mismo. El Señor nos concede a cada cual la gracia suficiente como para crecer en santidad. A todos les ha dado al menos un talento. A muchos, más. Como dice la parábola, si enterramos el talento, Dios mismo vendrá, nos lo quitará y se lo dará a otros.

Una cosa es segura. El Señor es paciente hasta el infinito, pero no va a permitir que por nuestros pecados, personales y “comunitarios", la difusión de su evangelio quede aparcada. Dios quiere que todos los hombres sean salvos, y la única manera de ofrecer la salvación a todos es que la Iglesia cumpla con el papel que se le ha encomendado. Que no es solo dar de comer al hambriento y de beber al sediento, como los propagandista de la espiritualidad oenegista proponen. La labor social de la Iglesia es irrenunciable y tiene en sí misma un componente evangelizador tremendo. Pero Cristo no nos mandó a ser agentes sociales sino a hacer discípulos en todas las naciones.

No basta con no hacer las cosas rematadamente mal. Dice la Escritura que “al que sabe hacer el bien y no lo hace, se le imputa a pecado” (Stg 4,17). Si la Iglesia no se reforma, si la crisis del neo-modernismo secularizante sigue haciendo estragos, se convertirá en un instrumento de iniquidad. Sabemos que tal cosa no es posible, porque Dios la gobierna y sabe muy bien lo que ha de hacer. Miremos la abundancia de santos y profetas que envió en el siglo XVI, en plena crisis provocada por el protestantismo, para discernir lo que puede depararnos el futuro inmediato, a menos que estemos ya en el tiempo final y en la antesala de la gran apostasía previa a la Parousía -no es descartable-. Necesitamos un Papa santo y reformador -sea el actual o los próximos-, que guíe a toda la Iglesia. Necesitamos obispos santos y reformadores que pastoreen a sus respectivos rebaños como Dios quiere. Necesitamos sacerdotes santos y reformadores, que sean a su vez instrumento de santidad para los fieles. Necesitamos seglares santos y reformadores en su ámbito de actuación, que es el secular. La tibieza y la cobardía no son una opción, a menos que queramos que Cristo nos vomite de su boca (Ap 3,16).

Lo que San Pablo dijo a los colosenses es un mandato para la Iglesia de principios del siglo XXI:

Pues como habéis recibido al Señor Cristo Jesús, andad en El, arraigados y fundados en El, corroborados por la fe, según la doctrina que habéis recibido, abundando en acción de gracias. Mirad que nadie os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas en tradiciones humanas, en los elementos del mundo y no en Cristo.
Col 2,6-8

 

No hay otro camino. No hay atajos. La voluntad de Dios es clara. O reforma o apostasía. Como dijo Josué al pueblo de Israel:

“Temed al Señor y servidle con integridad, y en verdad, quitad los dioses a quienes sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto y servid a Yahvé. Y si no os parece bien servirle, elegid hoy a quien queréis servir, si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres al lado allá del río, si a los dioses de los amorreos, cuya tierra habéis ocupado. En cuanto a mí y a mi casa toca, nosotros serviremos al Señor".
Jos 24,14-15)

 

¿A quién vas a servir tú, estimado lector?

Que Dios nos conceda por intercesión de la Virgen María, Destructora de todas las herejías, el don de ser fieles a Él en la tarea de reformar su Iglesia.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Índice de Reforma o apostasía. Es muy útil para buscar los temas expuestos.