No nos refugiemos en una vida tranquila

El Papa: la Iglesia necesita fervor apostólico, no cristianos de salón

 

La Iglesia necesita mucho el fervor apostólico que nos empuja al anuncio de Jesús. Es lo que ha destacado, esta mañana, el Papa Francisco en la Misa en la Casa Santa Marta. El Papa además nos ha puesto en guardia para no ser «cristianos de salón» sin la valentía de fastidiar las cosas demasiado tranquilas. En la Misa concelebrada con el cardenal Turkson y mons. Toso, presidente y secretario de «Justicia y Paz», ha tomado parte un grupo de trabajadores del dicasterio de la Radio Vaticana.

16/05/13 1:08 PM


(Aleteia/InfoCatólica) Toda la vida de Pablo ha sido «una batalla campal», una «vida con muchas pruebas». El Papa Francisco ha centrado su homilía en el Apóstol de los Gentiles que, ha dicho, pasa su vida de «persecución en persecución», pero que no se desanima. El destino de Pablo, destacó, «es un destino con muchas cruces, pero él sigue adelante; él mira al Señor y sigue adelante».

«Pablo molesta: es un hombre que con su predicación, con su trabajo, con su comportamiento molesta, porque anuncia a Jesucristo y el anuncio de Jesucristo a nuestra comodidad, muchas veces a nuestras estructuras cómodas –también cristianas, ¿no?- molesta. El Señor siempre quiere que nosotros vayamos adelante, siempre adelante, hacia delante…. Que nosotros no nos refugiemos en una vida tranquila o en las estructuras caducas, estas cosas ¿no? El Señor…. Y Pablo, predicando al Señor, molesta. Pero él sigue adelante, porque él tenía en su actitud algo muy cristiano que es el celo apostólico. Tenía este fervor apostólico. No era un hombre de compromiso. ¡No! La verdad: ¡adelante! El anuncio de Jesucristo: ¡adelante!

Cierto, observó el Papa Francisco, San Pablo era un «hombre fogoso». Pero aquí no se trata sólo de su temperamento. Y el Señor que «se mezcla en esto», en esta batalla campal. Incluso –continuó- es el Señor el que lo empuja «a seguir adelante» a dar testimonio incluso en Roma.

«Entre paréntesis, me gusta que el Señor se preocupe de esta diócesis, desde aquel tiempo… ¡somos privilegiados! Y el celo apostólico no es un entusiasmo por tener poder, por tener cualquier cosa. Es algo que viene de dentro, que el mismo Señor lo quiere de nosotros: cristiano con celo apostólico. ¿Y de dónde viene este celo apostólico? Viene del conocimiento de Jesucristo. Pablo ha encontrado a Jesucristo, pero no un conocimiento intelectual, científico –esto es importante porque nos ayuda- sino con este conocimiento primero, el del corazón, del encuentro personal».

Esto es lo que empuja a Pablo a seguir adelante, «a anunciar a Jesús siempre». Y añadió: «Está siempre en problemas, pero no en problemas porque sí, sino por Jesús», «anunciando a Jesús», «las consecuencias son estas». El fervor apostólico, destacó, se entiende solo «en una atmósfera de amor». El celo apostólico, ha dicho otra vez, «tiene algo de locura, pero de locura espiritual, de sana locura». Y Pablo «tenía esta sana locura». El Papa invitó, por tanto, a todos los fieles a pedir el Espíritu Santo que haga crecer en nosotros el celo apostólico que no debe pertenecer solo a los misioneros. Por otro lado, advirtió, también en la Iglesia «hay cristianos tibios», que no «quieren ir adelante»:

«También hay cristianos de salón ¿no? Los educados, todo bien, pero que no saben darle hijos a la Iglesia con el anuncio y el fervor apostólico. Hoy podemos pedir al Espíritu Santo que nos dé este fervor apostólico a todos nosotros, que nos dé también la gracia de molestar a las cosas que están demasiado tranquilas en la Iglesia; la gracia de seguir adelante hacia las periferias existenciales. ¡La Iglesia tiene una gran necesidad de esto! No sólo en tierras lejanas, en las iglesias jóvenes, en los pueblos que todavía no conocen a Jesucristo, sino aquí en la misma ciudad, aquí mismo, necesitan este anuncio de Jesucristo. Por tanto, pidamos al Espíritu Santo esta gracia del celo apostólico, cristianos con celo apostólico. Y si molestamos ¡Bendito sea el Señor! ¡Adelante!, como dice el Señor a Pablo: ¡Ánimo!»