16.05.13

¡Asesino!

A las 8:15 AM, por Germán
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Si llamásemos ¡asesino! a una persona, enmudecería, cambiaría de color; luego se irritaría y estaría dispuesta a devolver el presunto insulto con una grave agresión de inesperadas consecuencias.

Sin embargo, hay muchos a los que no nos atrevemos a llamar ¡asesinos! ¡criminales!, pero que ciertamente lo son. Y aún hartos entre cristianos.

Recientemente

el médico abortista Kermit Gosnell fue encontrado culpable de tres cargos de asesinato en primer grado por cortar la espina dorsal de bebés nacidos vivos durante abortos en su clínica en la zona oeste de Filadelfia.

Al respecto Live Action, una organización pro vida que se define como

un nuevo movimiento cuyo objetivo primordial es la construcción de una cultura de la vida y acabar con el aborto, para lo cual utilizan los nuevos medios de comunicación educando al público sobre la humanidad del niño no nacido y exponiendo ante el periodismo de investigación las amenazas contra los más vulnerables e indefensos

mediante una serie de videos que ofrece su página web, http://www.liveaction.org/ confirman que el asesinato de niños sobrevivientes al aborto no sólo se perpetraban a manos de Gosnell en su negocio de Filadelfia, sino que la barbarie se extiende por los abortorios de todo EE.UU..

Lila Rose la presidenta de Live Action ha declarado a ACI Prensa:

Con nuestra investigación se puede ver que los horrores revelados durante el juicio Gosnell no son exclusivos de esa clínica (…). Nuestros vídeos muestran prácticas verdaderamente horribles, ilegales e inhumanas que suceden en muchas instalaciones de abortos en Estados Unidos.

Las prácticas del Dr. Kermit Gosnell, conocido por asesinar a bebés sobrevivientes a abortos, y acusado del asesinato de una madre y sus cuatro hijos que nacieron vivos en un procedimiento de aborto fallido, son prácticas que forman “parte del día a día en las oficinas de los abortistas y de su personal

detalló Rose.

Afirma Live Action que

la corrupción de la industria del aborto va más allá de lo que la mayoría de la gente podría pensar: desde la amenaza de la vida de las mujeres con el mal consejo médico a la protección de redes de tráfico sexual infantil, del encubrimiento de la violación de menores, a las acciones más atroces… y todo eso pagado con nuestros impuestos.

El Concilio Vaticano II, considera el aborto provocado como un crimen abominable. Fíjese el lector en los gravísimos epítetos que emplea: crimen porque realmente es el asesinato de un inocente, asesinato premeditado y verificado a sangre fría. Si en lugar de una vida en el seno de su madre, se tratase de una vida adulta, ninguno dudaría de llamar criminal y asesino a quien lo realizara, ayudara a realizar o simplemente lo recomendase.

Añade el Concilio que dicho crimen es abominable, es decir perverso, digno de ser odiado, repudiado y perseguido tanto en la intimidad cuando públicamente.

Hay católicos que no sienten repugnancia hacia el aborto, hasta lo recomendarían. Y hasta lo verificaran, a juzgar por estadísticas –siempre incompletas o inexactas- pero apabullantes que se publican, y que ignoran, la mayor cantidad de abortos realizados en el secreto.

¿Cómo es posible que un cristiano defienda la práctica del aborto? Por la ignorancia que tiene de su maldad; por el egoísmo con que prefiere arreglar una situación desagradable suya, aún a costa del asesinato de un inocente, porque su cristianismo está edificado sobre arena y es totalmente superficial; porque no respeta la vida ajena como la suya propia; porque arranca los derechos humanos de un feto (que ya es persona, sujeto de derechos y obligaciones); porque no teme a Dios y se ríe de su mandamiento: No matarás; porque no le importa hacerse socio del demonio en un acto tan repugnante; porque es un egoísta desdeñable que tras haber cometido alguna acción prohibida, quiere arreglarlo todo a costa de un inocente y no dando frente con valentía y justicia a la situación.

La Iglesia, que defiende calurosamente la vida en todos: fetos, niños, adultos, ancianos, enfermos, inválidos y subnormales, no puede menos que lanzar su grito de protesta contra el aborto, aunque algunas leyes estatales lo permitan en determinadas circunstancias.

El aborto es una muerte provocada, un vil asesinato, un crimen abominable. ¿Cómo se atreve a llamarse y considerarse cristiano quien a sabiendas pretende y logra destruir una vida que florece esperanzadora en el sagrado templo del seno de una mujer?