16.05.13

Bergoglio en estado puro

A las 4:24 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Papa Francisco

Incendiario. Algunos podrían considerar así el primer gran discurso del Papa Francisco sobre temas económicos, políticos y sociales. Lo pronunció la mañana de este jueves en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano, al recibir las cartas credenciales de los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Kirguizistán, Antigua y Barbuda, el Gran Ducado de Luxemburgo y Botsuana. Un texto en italiano durísimo, sin medias tintas ni ambigüedades, que bien describió el portavoz Federico Lombardi al aclarar que “está en continuidad con los discursos que él ya pronunciaba en el pasado".

Comentando con los periodistas, el sacerdote jesuita destacó que el mensaje contiene “el personal acercamiento” del líder católico al tema de la crisis. Quienes han tenido la oportunidad de escuchar al arzobispo de Buenos Aires no pueden decirse sorprendidos. Porque los conceptos que ahora más abajo compartimos con los seguidores de este blog tienen su sello personal, son Bergoglio en estado puro.

¡EL DINERO DEBE SERVIR Y NO GOBERNAR!
Papa Francisco, 16 de mayo de 2013

La humanidad vive, en este momento, como una inversión de la propia historia, considerados los progresos registrados en varios ámbitos. Debemos destacar los resultados positivos que concurren al auténtico bienestar de la humanidad, por ejemplo en los campos de la salud, de la educación y de la comunicación. Empero, se debe reconocer que la mayor parte de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo continúan viviendo en una precariedad cotidiana de consecuencias funestas. Algunas patologías aumentan, con sus consecuencias psicológicas; el miedo y la desesperación invaden los corazones de numerosas personas, también en los países llamados ricos; la alegría de vivir va disminuyendo, la indecencia y la violencia aumentan, la pobreza se vuelve más evidente. Se debe luchar para vivir y, a menudo, en modo no digno.

Una de las causas de esta situación está en la relación que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y sobre nuestras sociedades. Así la crisis financiera que estamos atravesando nos hace olvidar su primer origen, situado en una profunda crisis antropológica. ¡En la negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una nueva y despiadada imagen en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro ni objetivo realmente humano.

La crisis mundial que toca las finanzas y la economía parece sacar a la luz sus deformidades y, sobre todo, la grave carencia de su perspectiva antropológica, que reduce el hombre a una sola de sus exigencias: el consumo. Y peor aún, hoy el ser humano es considerado él mismo como un bien de consumo que se puede usar y tirar. Hemos comenzado esta cultura del descarte. Esta tendencia se constata a nivel individual y social, ¡y es favorecida! En tal contexto la solidaridad, que es el tesoro de los pobres, es a menudo considerada contraproducente, contraria a la racionalidad financiera y económica.

Mientras el rédito de una minoría crece en manera exponencial, el de la mayoría se debilita. Este desequilibrio deriva de ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando así el derecho de control a los Estados encargados de proveer al bien común.

Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone naturalmente y sin remedio posible sus leyes y sus reglas. Además, el endeudamiento y el crédito alejan a los países de su economía real y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A eso se agregan, sobre todo, una corrupción tentacular y una evasión fiscal egoísta que han asumido dimensiones mundiales. La voluntad de poder y de posesión se ha vuelto sin límites.

Detrás de esta actitud se esconde el rechazo de la ética, el rechazo de Dios. Justo como la solidaridad, ¡la ética da fastidio! Es considerada contraproducente: como demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder, como una amenaza, porque rechaza la manipulación y la sumisión de la persona.

Porque la ética conduce a Dios, el cual se coloca fuera de las categorías del mercado. Dios es considerado por estos financieros, economistas y políticos como no gestionable, Dios no es administrable, incluso peligroso porque llama al hombre a su plena realización y a la independencia de todo tipo de esclavitud. La ética –una ética no ideológica naturalmente- permite, a mi parecer, de crear un equilibrio y un orden social más humanos.

Sería deseable realizar una reforma financiera que sea ética y produzca, a su vez, una reforma económica saludable para todos. Pero esta exigiría un valiente cambio de actitud de los dirigentes políticos. Los exhorto a afrontar este reto, con determinación y mirada de largo plazo, teniendo en cuenta naturalmente de las particularidades de sus contextos.

¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero el Papa tiene el deber, en el nombre de Cristo, de recordar al rico que debe ayudar al pobre, respetarlo, promoverlo. El Papa exhorta a la solidaridad desinteresada y a un retorno de la ética a favor del hombre en la realidad financiera y económica.

Serafines susurran.- Que el texto de arriba bien describe la “radicalidad evangélica” en el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio. Una idea madurada durante años, producto –en gran parte- de su profunda vivencia latinoamericana. Una experiencia que enseña cómo, por ejemplo, la desigualdad social se fragua en las lujosas casas y en las ostentosas oficinas de empresarios ambiciosos. “Buenos católicos” incapaces de pagarle lo justo a sus empleados, que durante la semana perpetúan la cadena de marginación social escudados en el capitalismo salvaje y los domingos asisten al templo con sus mejores galas, como si nada hubiese ocurrido.

Una “radicalidad evangélica” que queda de manifiesto en el siguiente video. Algunos parecen estar preocupados por las palabras del Papa en este y otros temas. De hecho nos pueden gustar o no. En teoría no estamos obligados a aceptarlas ni creer en ellas, porque no se trata de preceptos de fe. Pero está claro que Francisco sabe decir las verdades, bien dichas. Nadie lo puede negar.