19.05.13

Nicolás Gómez Dávila

Ayer 100 años del nacimiento de Nicolás Gómez Dávila –Colacho–, el filósofo y escritor colombiano. De haber escrito en francés o alemán sería mundialmente famoso, de hecho, el reconocimiento a su obra vino después de que se tradujese al alemán. Reconozco que la contundencia de sus escolios me atrae aún más que la fuerte prosa de Nietzsche, Schopenhauer o del agermanizado Ortega y Gasset, por la forma y porque aquí hay Verdad. Sólo Leon Bloy me produce el mismo efecto, ni siquiera Castellani, quizá porque su estilo es otro. G.K. Chesterton juega a otro «deporte».

¿Referencias en la prensa? Ninguna. En español menos. El primer pronto ha sido el mosqueo. Luego he caído en la cuenta que era el mejor homenaje al escritor, que habría abominado de la vulgarización. Dejo para el año que viene, vigésimo aniversario de su muerte, contaros más de él, o quizá, mejor, pedirle a José Miguel Serrano, Enrique García-Máiquez o Guillermo Urbizu que nos lo regalen. Asumo mis limitaciones.

Sin lugar a dudas uno de los pensadores actuales –si le llamo «moderno» resucita y me apalea– más provocador y que concita más admiración. Da igual que sean ateos y progres (él era profundamente católico) o liberales (él era profundamente «reaccionario»). Sólo deja indiferente al vulgar y al bobo.

Por su cumpleaños una selección de escolios sobre la «proguez católica» (de Juan Arana)

Hoy decirse «cristiano» suele ser manera de indicar que no se lucha contra el cristianismo desde afuera, sino desde adentro (EI, 381c).

En el seno de la Iglesia actual, son «integristas» los que no han entendido que el cristianismo necesita una teología nueva y «progresistas» los que no han entendido que la nueva teología debe ser cristiana (EI, 381d).

Ser cristianos a la moda actual consiste menos en arrepentirnos de nuestros pecados que en arrepentirnos del cristianismo (EI, 397d).

El cristiano moderno se siente obligado profesionalmente a mostrarse jovial y jocoso, a exhibir los dientes en benévola sonrisa, a profesar cordialidad babosa, para probarle al incrédulo que el cristianismo no es religión «sombría», doctrina «pesimista», moral «ascética». El cristiano progresista nos sacude la mano con ancha risa electoral (EI, 398a).

Los que tratan de mondar al cristianismo de sus acrecencias milenarias, para devolverlo a su «pureza primitiva», declaran «originales» y «auténticos» tan sólo los factores del cristianismo que apruebe la mentalidad vulgar de su tiempo. Desde hace dos siglos, el «cristianismo primitivo» se amolda, en cada nuevo decenio, a las opiniones reinantes (EI, 401a).

Los tontos antes atacaban a la Iglesia, ahora la reforman (EI, 401b).

La crisis actual del cristianismo no ha sido provocada por la ciencia, o por la historia, sino por los nuevos medios de comunicación. El progresismo religioso es el empeño de adaptar las doctrinas cristianas a las opiniones patrocinadas por las agencias de noticias y los agentes de publicidad (EI, 436b).

La obediencia del católico se ha trocado en una infinita docilidad a todos los vientos del mundo (EI, 436c).

Los católicos no sospechan que el mundo se siente estafado con cada concesión que el catolicismo le hace (EII, 63c).

Si la Iglesia se convierte en partido político, las puertas del infierno vomitarán cuantos electores necesiten para prevalecer contra ella (EII, 336f).

Detesto al que predica la verdad que salva como suplicando que la salven (EII, 405d).

La pelea contra el mal es hoy de retaguardia (EII, 475c).

El católico progresista habla de «dimensión histórica» del cristianismo, a fin de pervertir la historicidad de su origen en terrenismo de las metas. «Reino de Dios», en el léxico progresista, es el sinónimo eclesiástico de reino del hombre (NEI, 16a).

Los que se consagran a «salvar el cristianismo» acaban ofreciéndole sus servicios como sepultureros (NEI, 54c).

Podemos lícitamente ungir las tareas terrestres, pero no sacramentarlas (NEII, 14c).

El cristiano moderno vive temiendo que le surja una refutación a la vuelta de la esquina (NEII, 158c).

Ya no es ni siquiera en ética que degradan al cristianismo, es en sociología (SE, 136f ).

Volveremos. Que lo disfruten.