23.05.13

Equivocada devoción a María

A las 8:15 AM, por Germán
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En los pueblos de Latinoamérica, la devoción a María Santísima es una nota característica, la cual empero, recibe hoy por hoy los vapuleos de las sectas, y de las nuevas espiritualidades y cosmovisiones que son artificialmente re-interpretadas y empaquetadas.

A este fin, como se ha dicho anteriormente, concurren también amplios sectores progresistas, con sus más prominentes ideólogos a la cabeza.

En esa perspectiva, juntamente con el Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II, y con el objeto de iluminar cuidadosamente la misión de la bienaventurada Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo místico, así como los deberes de los redimidos para con la Madre de Dios el Beato Juan Pablo II en la Audiencia General del 3 de enero de 1996 puso los puntos sobre las íes, respecto de las distorsiones que se suelen dar en el desarrollo de la mariología, y que reza así:

Es preciso subrayar que la doctrina y el culto mariano no son frutos del sentimentalismo. El misterio de María es una verdad revelada que se impone a la inteligencia de los creyentes, y que a los que en la Iglesia tienen la misión de estudiar y de enseñar, les exige un método de reflexión doctrinal no menos riguroso que el que se usa en toda la teología.

Es que no es puro sentimentalismo la devoción a María. Recordó el Papa a los teólogos y a los predicadores, que respecto a la devoción a María se han de evitar dos distorsiones contrarias, la primera llamada maximalismo, que quisiera atribuir a María las mismas cualidades que a Dios.

Subrayó Juan Pablo II en la doctrina mariana es necesario mantener siempre la infinita diferencia existente entre la persona humana de María y la persona divina de Jesús.

El segundo peligro es el minimalismo, que puede manifestarse en posiciones doctrinales, en interpretaciones exegéticas y en actos de culto que pretenden reducir y hasta quitar importancia a María en la historia, así como a su virginidad perpetua y a su santidad sería una excesiva estrechez de espíritu.

Ya en su tiempo San Luis María de Montfort obervaba una serie de defectos que, en una y otra forma, se reviven en la historia: el Santo destaca los errores de tantos falsos devotos, que se creen buenos simplemente porque practican algunas devociones externas. De ahí que, herido por esta mentira de la vida, descubre la flojera y la equivocación de tanto falsos seguidores de la Madre de Dios y Madre nuestra.

Quien lea diligentemente el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, (cuyo Tercer Centenario se está conmemorando), ve en ese retrato su propia falsedad, porque el Santo destaca, con pelos y señales, las características de la verdadera devoción, pero con igual claridad cuá­les son las señales de una devoción equivocada.

El primer error que condena es la convicción de que María es el todo, y que si practicamos algunas devociones a la Madre de Dios, estamos salvos. No: Jesús es el modelo y no debemos de­tenernos en Ella y con Ella, sino acompañarla continuamente al encuentro de Jesús. Lo dice con una meridiana claridad:

Porque El es el Único Maestro que debe enseñarnos, el único Señor de quien debemos depender, la única Cabeza a la que debemos estar unidos, el único Modelo a quien debemos conformarnos, el único Médico que debe curarnos, el único Pastor que debe apacentarnos, el único Camino que debe conducirnos, la única Verdad que debemos creer, la única Vida que debe vivificarnos, el único Todo que en todo debe bastarnos.

Entonces ¿para qué necesitamos a María? Para mucho, ya que si Cristo es nuestro único Modelo, El es Dios y no solo criatura, por lo que sería difícil imitarle en todo, digo mejor imposible; pero en María vemos trasvasadas todas las virtudes de Jesús, vividas en una persona que no es Dios. María nos enseña cómo se debe amar a Dios más que a sí misma. María nos revela cómo, siendo la criatura de mayor categoría en la historia de la humanidad, se oculta en una vida pobre, sencilla, sacrificada, simplemente porque Dios así lo desea. María puede servirnos de introductora a la presencia y a la intimidad de Je­sús: ninguna persona más apta que una buena y querida Madre para ganarse la amistad de un hijo. María, según el Concilio Vaticano II, es nuestra abogada, mediadora, corredentora, Madre; en cumplimiento de dichos oficios ha de preocuparse seriamente de nuestro destino.

Por tales motivos, sería una devoción equivocada la que comenzara en María con grandes obse­quios y finalizara en María. Todos los obsequios tributados a María son excelentes, porque debemos mucho a Ella, tanto en nuestra orientación como en nuestra salvación. Pero ¡cuidado! que no es Ella el Dios redentor. Para no errar en el objetivo de nuestra piedad cristiana, Grignion avisa con nitidez:

Si esta­blecemos la sólida devoción a la Santísima Virgen es solo para establecer más perfectamente la de Jesucristo y ofrecer un medio fácil y seguro para encontrar al Señor. Si la devoción a la Santísima Virgen apartase de Jesucristo, habría que rechazarla como ilusión diabólica.

También en la devoción a María y con la mejor intención se puede exagerar por menos y por más, las dos exageraciones son lamentables.

Recomendación valiosa del Papa Wojtyla que nos conduce por camino recto y por la estimación juiciosa es ésta: No sólo el afecto, sino sobre todo la luz del Espíritu debe guiarnos para comprender a la Madre de Jesús y su contribución a la historia de la salvación..