24.05.13

Pagolitos y forcaditas

A las 11:29 AM, por Jorge
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Me gustaron tanto estas dos palabrejas como lo que un amable comentarista ayer me dejaba en el blog: “pretenden hacer creer que los católicos de a pie somos pagolitos y forcaditas que estamos en contra de lo que dicen los obispos.”

Hay muchas maneras de pretender neutralizar lo que dice la Iglesia. La clásica es identificar a la Iglesia con la jerarquía, a la que se sigue mostrando alejada del pueblo, oscurantista y retrógrada. Viejísimo. Ya saben, la iglesia inquisitorial, represora, tardo franquista, anclada en Trento –fantástico concilio, por cierto-, preocupada por medrar y que solo disfruta haciendo la pascua al prójimo.

Frente a ella se encontrarían los cristianos de base, altura, hipotenusa y cotangente, buenos, evangélicos, liberales, amantes de los pobres, y que sufren en silencio las irritaciones de la jerarquía como si de unas molestas hemorroides se tratara.

Con este discurso se busca desprestigiar todo lo que venga de Roma, Añastro o la diócesis correspondiente. ¿Lo que dicen los obispos, Roma, la congregación para la doctrina de la fe…? Como decía un viejo torero… bah, líquido, todo líquido… No vale de nada porque lo que la gente piensa es realmente otra cosa. Esto no es que sea viejo, es netamente atapuercano, aunque se sigue fomentando y utilizando en el argumentario popular.

Hace no mucho un altísimo cargo nacional de Cáritas nos contaba a un grupo de sacerdotes cómo desde el gobierno de Rodríguez Zapatero habían llegado a Cáritas ofertas de mayor colaboración y apoyo incluso económico. Eso sí, con una condición: que Cáritas marcara distancias con la jerarquía eclesiástica. La respuesta no pudo ser más evidente: no es posible porque somos los mismos.

Con el aborto ahora nos quieren hacer la misma jugada: cambiar la ley solo interesa a Gallardón y a la jerarquía eclesiástica.

Se confunden de punto a punto. Los cristianos corrientes y molientes, no los de base que son una élite privilegiada de pensamiento y bien hacer, los cristianos que van a su parroquia a misa de doce, colaboran con Caritas, llevan a sus niños a catequesis, marcan la crucecita en su declaración de IRPF y rezan un poquito, no suelen tener demasiados problemas con los obispos. Tendrán alguna discrepancia, habrá cosas que les agraden más o menos, pero sin mayores dificultades.

Lo que mi amable comentarista denomina “pagolitos y forcaditas” son una especie que va en franca decadencia, aunque sus cada vez más apagados berridos encuentren amplificadores mediáticos que hagan parecer otra cosa. De cuando en cuando se transmutan en el colectivo A, la plataforma B, el foro de curas C y dicen eso tan nuevo de iglesia opresora, democracia real ya, abajo el capitalismo, viva la opción por los pobres, celibato opcional y sacerdocio femenino. Lo de vender el Vaticano desde que llegó la primavera eclesial ha dejado de ser urgente.

Lo de “divide y vencerás” es viejo. La Iglesia sigue teniendo un importante peso social, y hasta me atrevería a decir que es hoy la auténtica oposición e incluso la única oposición real a un estado de cosas que a muchos nos preocupa. ¿Cómo neutralizar? Pues eso: los obispos dirán, pero en realidad la gente de la iglesia esté en completo desacuerdo con sus obispos, así que lo de los obispos líquido, todo líquido…

Pues no. No se confundan. Porque excepto pagolitos y forcaditas, que son cada vez menos, somos los mismos.