Entrevista a Samuel Gutiérrez, redactor de Catalunya Cristiana y IV Premio “Lolo”
(Álvaro de la Torre – UCIP-E)
-¿Qué sentimientos tienes al recibir este premio “Lolo” de UCIP-E?
-Siempre es agradable que le premien a uno y le reconozcan el
trabajo realizado, aunque sea en un medio discreto, más bien
sencillo. Sí que me siento, como decía al recoger el premio, “siervo
inútil que hizo lo que tenía que hacer”. El verdadero premio es
trabajar al servicio de la Iglesia, al servicio de la verdad. Yo
cada día intento ser lo más fiel posible en cuanto a la honestidad
profesional. Los premios no dejan de ser un reconocimiento por algo
que de cualquier modo tenías que hacer, transmitiendo con fidelidad
la realidad.
-¿Qué te llevó a apostar por un medio confesional como Catalunya
Cristiana?
-Yo soy católico, y cuando acabé la carrera, coincidí con un proceso
de efervescencia y profundización en la fe, y justo surgió esta
oportunidad de trabajar en un medio muy confesional, en el sentido
de que pertenece al arzobispado, y quiere informar sobre la cultura
religiosa de nuestra región, y también de España y el mundo, de qué
hace la Iglesia, cuál es su mensaje, con afán evangelizador. Se
conjugaban así esas dos facetas, la profesional y la humana, que yo
vivía por dentro. Como medio de comunicación confesional nos
planteamos nuestra labor al servicio de la comunión, al servicio de
la Iglesia y de la evangelización. Se trata de trasladar esa
presencia de Dios a la gente, para que sea un motivo de esperanza
para ellos. El periodismo es servicio, servicio fundamentalmente a
la verdad.
-¿Cómo influye la fe en tu ejercicio cotidiano del periodismo?
-Al trabajar en un medio confesional (el semanario Catalunya
Cristiana), la fe es fundamental. Siempre me he planteado la
profesión como un intento de descubrir el rostro y la presencia de
Dios en las personas y los acontecimientos, que es también la vida
cristiana, ir leyendo e ir discerniendo lo que Dios nos va diciendo
en nuestra vida. Como profesional se trata de eso, estar bien atento
e ir recibiendo ese mensaje, y eso supone un ejercicio de honestidad
y unión con la fuente, que es Jesús, para saber descubrirle, que no
es fácil. Hablo del ideal, pero en la concreción del día a día hay
sus luchas, sus luces y sombras. Hay que descubrir todo eso para
después plasmarlo y hacerlo buena noticia.
-Cuéntanos algún momento de tu vida profesional que recuerdes con
especial cariño.
-Como del primer amor, uno siempre tiene especial recuerdo por los
orígenes. Comencé en 1999 en esta revista, Catalunya Cristiana,
colaborando también con otros medios, y me enviaron con 22 años a
cubrir el encuentro internacional europeo de jóvenes de Santiago de
Compostela. Me apetecía un montón vivir y contar aquella
efervescencia de fe. Fue una gran experiencia eclesial y de
comunión. La verdad es que lo recuerdo con nervios porque era un
novato, aunque hoy, trece o catorce años después también soy un
novato, porque lo tengo todo por aprender, pero en aquel momento,
encontrarte con aquellos jóvenes y con tanta alegría de la fe, me
llevó a intentar plasmarla lo mejor posible. Me llamaban de la
redacción para preparar de todo: hoy el periodismo se ha
desarrollado de tal modo que tenemos que ser “hombres orquesta”,
haciendo de todo, es el “síndrome de la navaja suiza”, haciendo
fotos, entrevistas, reportajes, entrando en directo en la radio…
estás en todos los sitios y quizá en ninguno, pero lo intentas hacer
del mejor modo posible. Ese encuentro lo recuerdo de manera muy
especial.
-¿Qué experiencias fuertes de fe has vivido en el ejercicio del
periodismo?
-Hay momentos de entrevistas personales en las que el otro te abre
su corazón de par en par y notas que estás pisando tierra sagrada,
el misterio del Dios vivo en esa persona o acontecimiento y te
sientes como Moisés, indigno de acercarte a ello. Es real el haber
sentido que Dios está ahí en momentos puntuales. También las salidas
al exterior son momentos culminantes, o cuando vas a Tierra Santa a
hacer una cobertura informativa. Me enviaron a Medjugorje a hacer un
reportaje, y aquello fue un momento fuerte. La Jornada Mundial de la
Juventud en Colonia, con Marienfeld y tanta gente, también fue
tremendo.
-¿Cómo fue tu experiencia cubriendo el cónclave?
-Aunque somos un medio pequeño, decidimos enviar dos personas al
cónclave que eligió al Papa Francisco, un cónclave histórico vivido
con una intensidad tremenda, con 6.000 periodistas acreditados, más
que en los juegos olímpicos. Esto me permitió, a mis 35 años, que me
queda todo por descubrir, vivir algo histórico. Allí estaba la gran
Paloma Gómez Borrero, John Allen, Antonio Pelayo, que son gente que
ha estado al pie del cañón desde hace muchos años. Tú te sientes un
novato y estas en fase de aprendizaje como escuela de vida. También
sientes que lo vivido desde el punto de vista personal, espiritual y
profesional es “lo más”.