25.05.13

¡Que vienen las primeras comuniones!

A las 8:39 AM, por Jorge
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Me encuentro en estos días gente disgustada con las primeras comuniones a las que les toca asistir. Algunos me dicen que incluso se han salido de alguna celebración porque no aguantaban ni la misma celebración ni la actitud de la gente: hablar prácticamente a gritos, moverse por todo el templo, fotos, carreras. Todo menos una celebración de la Eucaristía. Me preguntan que si no es posible hacer nada.

También hay compañeros sacerdotes que lo pasan mal. Dos o tres años trabajando con los niños y al final tienes la sensación de que no sirve de nada. Mala cosa que las primeras comuniones nos pongan a todos de los nervios.

Lo que tengo más que observado es que si las cosas no van bien una parte importante de la responsabilidad la tenemos los sacerdotes, que quizá muy cansados de problemas acabamos por tirar la toalla y pasar el trago como buenamente podemos.

La celebración de la primera comunión se empieza a preparar el primer día que aparecen los padres por la parroquia para apuntar el niño a catequesis. Tenemos dos o tres años de catequesis para hablar con ellos, explicar las cosas, tratar de hacerles partícipes de lo que estamos haciendo, de forma que se lo tomen en serio.

Y cuando se aproximan las fechas, es el momento de una reunión muy concreta para explicar los detalles y pedir colaboración para que todo vaya bien.

Una cosa que hago desde siempre es, justo antes de empezar la misa, salir al micrófono, presentarme, y pedir colaboración a todos para que los niños vivan la celebración con intensidad. En esas recomendaciones pido silenciar teléfonos móviles, y les aviso de que durante la celebración no habrá más fotos que las que haga el fotógrafo elegido por los padres, que no deben moverse del sitio y que han de guardar el debido silencio y respeto.
Por supuesto que s durante la celebración hay ruidos o fotos fuera de lugar, no tengo problema ninguno en parar y recordar el aviso. La gente responde.

También está que sepamos hacer una celebración digna y seria. No nos pensemos que por ser primeras comuniones nos está permitida cualquier lindeza. Las ocurrencias para hacer simpática la celebración normalmente solo sirven para infantilizarla y hacer que los fieles no se la tomen en serio. Recuerdo una celebración a la que asistí como invitado y en la que concelebré donde, por ejemplo, el prefacio lo leyeron entre el celebrante principal, una mamá y un niño. Los niños hacían monerías, cantaban con gestos, repartían florecitas, cada lectura a párrafos entre tres o cuatro, la paz a carreras por todo el templo. Aquello acabó como tenía que acabar, con veinte fotógrafos delante del altar, un ruido insoportable, los niños a lo suyo y una celebración de hora y pico. Lo curioso es que tras una misa tan supuestamente divertida, cercana, alegre y simpática, la gente al salir me decía: “vaya pesadez de primera comunión”.

Sobre todo no tiremos la toalla de la resignación: como aquí no se puede hacer nada, como siempre es lo mismo, como la gente no calla… Nosotros, los sacerdotes, a preparar a los padres, a explicar lo que es y a celebrar con toda solemnidad. Al final, todo va bien.