2.06.13

 

Hoy, día en que los católicos celebramos del Corpus Christi, conviene recordar que pocas doctrinas hay tan claras en la Escritura como el hecho de que el pan y el vino pasan a ser, tras su consagración, el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Sin embargo, una parte importante de la cristiandad se niega a aceptar esa realidad. Realidad, dicho sea de paso, de la que depende la salvación de las almas, ya que Cristo dijo: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53).

San Pablo hizo dos preguntas muy simples en el capítulo 10 de su primera carta a los corintios:

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
1ª Cor 10,16

Los protestantes responden: no, no lo es. Los católicos respondemos: Amén, sí lo es. Bueno, los luteranos responden “sí lo es pero de aquella manera” y como en cualquier caso no tienen quien consagre válidamente, lo mismo les da.

Saquen ustedes las conclusiones espirituales que estimen convenientes. Según mi parecer, la sana doctrina, por sí sola, no salva. Pero la herejía, por sí sola -salvo ignorancia invencible-, lleva a la gente a la condenación.

Luis Fernando Pérez Bustamante