Fe y Obras

Beatriz o el empecinamiento del Mal

 

 

07.06.2013 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Como a esta altura de la semana todo el mundo sabe, en El Salvador se había dado un caso en el que se jugaba mucho. En primer lugar, la vida de un nasciturus y, en segundo lugar, comprender que no siempre lo que se dice desde instancias malignas debe llevarse a cabo.

“Beatriz”, que es un nombre ficticio dado para una mujer que estaba embarazada y que padece lupus, había pedido (ella o por mediación de otros) que se le practicada un aborto porque la niña que llevaba en su seno padecía, además, una anencefalia que es una enfermedad de una gravedad suma.

Peor, el caso, casi imposible.

Pues bien, el Tribunal Supremo de aquella nación hermana denegó el aborto porque es una práctica prohibida por la Constitución de El Salvador.

Es de imaginar lo que pasó a partir de aquel momento pues el Mal, que nunca descansa, empezó a manipular el caso diciendo lo de siempre: que si había peligro para la vida de la madre y que si, al fin y al cabo, aquel ser humano que llevaba en su seno, tenía aquella enfermedad… lo mejor era acabar con él dentro del propio seno materno. Y se quedaban tan anchos.

Sin embargo, la naturaleza tiene mucho que enseñar a estos matarifes profesionales.

Como, visto lo visto, no se podía practicar el aborto, el parto tenía que continuar hasta que naciera la criatura. Y nació. Era la semana 27 de gestación.

¿Qué paso? Pues lo que tenía que pasar: la madre no murió en el parto y ahora debe estar recuperándose del mismo para seguir con su vida sin tener que haber matado a su hijo antes de que naciera y, por eso, sin soportar, para siempre, tal carga en su alma.

¿Y el bebé? Pues, también pasó lo que, por desgracia, pasa en estos casos. Vivió apenas unas horas (entre 3 y 5) y, luego, subió directo a la Casa del Padre para quedarse allí para siempre, siempre, siempre, como el Ángel que es.

Las personas con dos dedos de frente deberían sacar una lección muy buena de este caso. Siendo un caso de una gravedad grande (madre enferma y niña por nacer enferma) han podido ver que ha pasado lo que tenía que pasar y que no es lo que el Mal pronosticaba que iba a pasar y que no era otra cosa que la muerte de la madre en “beneficio”, suelen decir, de un niño que va a morir a las pocas horas. Recordémosles a estos individuos del asesinato concertado que, en todo caso, son las “horas” propias de tal ser humano y que las mismas nadie se las puede hurtar por muy ideologizado que esté.

¿Qué pasará ahora a partir de este caso? Pues, seguramente, nada de nada: el Mal y sus adláteres seguirán promoviendo el aborto no en circunstancias tan graves como ésta, que también, sino en otras mucho más simples donde no hay en juego más que el egoísmo de unos cuantos que prefieren deshacerse de un ser humano con toda la falta de conciencia y, lo que es más grave, con todo el apoyo de leyes, reglamentos y dinero público.

Que Dios, que siempre perdona, haga lo propio con tales personas.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net