8.06.13

La peculiar diplomacia del Papa Francisco

A las 12:51 AM, por Andrés Beltramo
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Del Vatican Insider

En poco más de dos meses de pontificado el Papa Francisco ya recibió, en audiencias privadas, a numerosos jefes de Estado y de gobierno. Fiel a su estilo, no ha seguido modelos preconcebidos en materia diplomática. Se ha movido más bien por intuición. Siendo capaz, incluso, de entretenerse durante 45 minutos con mandatarios tan distantes como Angela Merkel o José Mujica.

Un episodio ilustra la peculiar diplomacia de Jorge Mario Bergoglio. Ocurrió el 13 de mayo en el Palacio Apostólico del Vaticano. Ese día el obispo de Roma recibió en privado al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. Tras saludarse en la Sala del Troneto, ambos se sentaron -frente a frente- ante un gran escritorio de madera en la biblioteca papal.

“En Colombia apreciamos sus oraciones y sus palabras por la situación del país, por la paz", le dijo el mandatario en español, mientras varios fotógrafos captaban la escena a escasos metros. Segundos más tarde los comunicadores dejaron la habitación. Una vez en privado, comenzó un diálogo cordial.

Tras repasar asuntos de rigor, se puso sobre la mesa el tema que realmente interesaba a Santos: las negociaciones entre su gobierno y los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El presidente buscaba el apoyo explícito de Francisco a esa delicada iniciativa política, que parecía haberse estancado en las semanas anteriores.

Como era previsible consiguió el apoyo. ¿Alguien dudaba que el Papa sostuviese iniciativa de paz alguna? Pero Santos no se conformó sólo con ese aval y fue más allá, sugirió que “sería un gran bien” que la Iglesia acompañe abiertamente una petición formal para quitar a las FARC de las listas internacionales (tanto de la Unión Europea como de los Estados Unidos) que catalogan a ese grupo como una “organización terrorista".

Una solicitud inaudita, según diplomáticos vaticanos. Una propuesta que incomodó al Papa y que podría haber sido el motivo por el cual la conversación concluyó tras apenas 14 minutos. Pasado el cara a cara, al momento del intercambio de regalos, no se observó a Bergoglio particularmente entusiasta. Siendo dos personajes latinoamericanos, del mismo idioma, podría pensarse que tenían mucho más por hablar.

De hecho esa fue una de las audiencias privadas con gobernantes más cortas del presente pontificado. Superada sólo por el encuentro del 23 de mayo con el presidente de El Salvador, Carlos Mauricio Funes Cartagena, durada 12 minutos. Un cuarto de hora tomó, por otra parte, la conversación con el presidente de la Alta Autoridad de Transición de la República de Madagascar, Andry Nirina Rajoelina. Aunque esta requirió de intérprete, un detalle que consume tiempo.

En cambio Bergoglio “rompió récords” en sus reuniones con la canciller alemana Angela Merkel y con el presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica. Saludó a la primera el 18 de mayo y al segundo el 1 de junio. Con cada uno conversó en privado nada menos que 45 minutos. Un tiempo fuera de lo ordinario, al menos en comparación con el anterior Papa.

Benedicto XVI era bastante preciso con los tiempos. Solía reservar aproximadamente 15 minutos a representantes de países pequeños, aunque el promedio para líderes como los de naciones latinoamericanas variaba entre los 20 y los 25. Con grandes personajes se entretenía poco más de media hora.

Esos parámetros son cosa del pasado. Francisco se mueve de acuerdo a sus propios cánones. Tuvo un gesto particular el 18 de marzo, un día antes del inicio de su ministerio, cuando almorzó en privado por varias horas con la presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. El 20 de marzo dialogó por casi 40 minutos con la mandataria brasileña Dilma Rousseff y el 15 de abril con el jefe del gobierno español, Mariano Rajoy, durante 24.

El 31 de mayo conversó por 20 minutos con el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Vuk Jeremić, mismo tiempo que dedicó al saliente primer ministro de Italia, Mario Monti, el 26 de abril o el 19 de ese mismo mes, al presidente ecuatoriano Rafael Correa, a quien recibió con la insólita frase: “Lo veo fresco como una lechuga".

Serafines susurran.- Que con gran consternación recibió el nuevo embajador de México en El Vaticano, Mariano Palacios Alcocer, la noticia de que su hermano -Manuel- falleció este 7 de junio por causa del desplome de un helicópero en el que viajaba él y otras personas, entre ellas Juan Ignacio Torres Landa, empresario y ex candidato a gobernador de Guanajuato. El vehículo en el cual se trasladaban cayó en San Luís Potosí y por la tarde del viernes el diplomático se enteró de lo ocurrido en Roma.

A la trágica situación se le sumó la necesidad de decidir qué hacer con la audiencia ya programada, desde hace días, para el lunes próximo 10 de junio y durante la cual Mariano Palacios iba a entregar al Papa Francisco sus cartas credenciales. Iba o va, según sea el caso. Porque a última hora de este viernes su familia se encontraba en estado de shock y, como es natural, no había decidido si pedir a la Secretaría de Estado del Vaticano una postergación al encuentro o no. Entre otras cosas varios de los siete hijos de Palacios y su esposa, Ana María González, ya habían llegado a la capital italiana en los últimos días para saludar al Papa. A todos la funesta noticia los tomó por sorpresa.

Evidentemente los funcionarios de la Santa Sede entenderían sin problemas la causa de fuerza mayor y no tendrían mayor inconveniente en permitir una postergación de la audiencia. De otra manera el mismo embajador no tendría el ánimo adecuado para encontrar a Francisco y, mucho menos, para asistir a un cóctel posterior en su residencia de Villa Ruffo, que ya estaba planeado. Existen ocasiones en las cuales primero están los seres queridos. Desde aquí el más sentido pésame y augurio de consuelo para toda la familia Palacios Alcocer.